El bosque del silencio.

122 15 0
                                    


—UNA LADRONA, PERO MIREN QUE bonito— uno de los mercenarios saco una de las gemas, que le había arrebatado, a la princesa de mis bolsillos.

Aunque me tenían atada de brazos y piernas con cuerda, luche, me retorcí en el suelo intentando que me dejaran en paz aunque me resultara imposible.

—Una ladrona, un chico con una armadura antigua y una niña rica— dijo el mercenario al que le había dado una patada en la cabeza mientras se lamia los labios y miraba a Rosetta de pies a cabeza con mirada sádica, era repugnante.

—No saben con quién están hablando— fue en el momento que esas palabras salieron de su boca que supe que estábamos perdidos, no podía creer que iba a utilizar este argumento para ganarse a una pandilla de mercenarios— soy la princesa Rosetta de Althea y si no me sueltan mi hermano vendrá por ustedes.

Deje caer mi cabeza contra el suelo mientras suspiraba ante las sonrisas que aparecieron en los rostros de los mercenarios.

—Bueno chicos parece que encontramos una mina de oro— dijo el más fornido de los tres mientras miraba a sus compañeros con entusiasmo— yo opino que la podríamos vender muy bien en las Islas Inthea.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando mencionaron mi tierra natal, aquellas calles llenas de arena y pobreza que tanto había intentado dejar atrás volvían para atormentarme.

—Me parece, nos pagarían el doble que en el mercado negro de Ethea— dijo el mercenario al cual había agarrado por detrás.

—Entonces movámonos, cortaremos paso por el Bosque del Silencio para tomar un barco en las costas abandonadas de la zona— el mercenario con el rostro repleto de cicatrices dio las ordenes de manera tajante, se notaba que era el jefe del grupo.

— ¡No pueden llevarnos por ahí!— espeto Rosetta a la cual tenía tirada a mi lado derecho— ese bosque esta maldito, en la pelea contra Bramos hace cien años una ciudad fue destruida por completa en ese lugar, ahora solo queda el bosque y las almas de aquellos fallecidos... ¡Las personas que entran nunca salen de ese lugar!.

Los mercenarios la vieron con los ojos abiertos de par en par parecieron asustados por unos segundos antes de doblarse de la risa, era una carcajada después de la otra mientras se golpeaban la rodilla o se abrazaban el estómago, en otras palabras, era una burla total.

—Para ser una princesa eres una idiota— Rosetta los vio como si le hubieran dado una cachetada, suponía que nunca la habían tratado con una ofensa como aquella— eso es simplemente un cuento para asustar a la gente.

—Métanlos en las bolsas nos largamos de una vez, ya no tengo tiempo para escuchar más tonterías— dijo el jefe.

Los dos mercenarios bajo sus órdenes caminaron hacia nosotros, me metieron en una bolsa de soga, luego prosiguieron a hacer lo mismo con Rosetta, y por último se detuvieron sobre el cuerpo pálido y débil de Lyon.

Desde que nos habían capturado no había hablado, y desde que nos habían atado solo se había quedado quieto mientras su respiración salía entrecortadamente de su cuerpo, cada vez se veía más pálido a tal punto que pensé que en cualquier momento se moriría.

— ¿Jefe le quitamos la armadura y lo dejamos tirado?— pregunto uno de los mercenarios.

Rosetta comenzó a abrir la boca para decir quién era Lyon pero la perfore con la mirada y ella se calló.

—No, aunque se muera lo podemos vender como comida para un controlador de bestias— las ideas del jefe me causaron escalofríos, se notaba que ya había hecho ese tipo de negocio lo que quería decir que estos mercenarios eran realmente peligrosos.

Sombra de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora