El pasado.

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Las fiestas que daba Pan eran legendarias, yo había oído de ellas incluso antes de cambiarme de instituto. Siempre asistía mucha gente y todo el mundo se embriagaba hasta quedar inconsciente, casi todos tenían sexo y algunas veces había peleas. Sus padres salían de viaje a menudo y los dejaban a ella y a Nico solos. No les importaba que su casa fuera todo un desastre cuando volvieran.
Esperé a que la casa se llenara un poco antes de desaparecer, así Pan no me vería huir, pues estaría demasiado ocupada besando al chico más lindo que encontrara. Subí las escaleras evitando a las personas, que gracias a mi discreto atuendo no me veían, y me dirigí al baño que quedaba más cerca de la habitación de Nico. Ahí abrí la gaveta y levanté su crema de afeitar, debajo encontré una llave con una plumilla negra atada. La tomé y antes de poder meterla por la cerradura de la habitación, escuché como alguien me llamaba.
-¡Daphne! ¡Eh, Daphne! -me giré justo a tiempo para ver a Nate llegar al final de la escalera, tropezar con un vaso en el piso y caer de bruces sobre la alfombra. No pude evitar sonreír al ver la vergüenza en su rostro. Me alegré de que pensara que disfrutaba verlo ahí y no que me reía de él. Se acercó y me saludó.
-No pensé que fueras la clase de chica que viene a fiestas así.
-No lo soy, pero Daphne es mi amiga y me mataría si no vengo. ¿Qué haces tú aquí? No te había visto en estas fiestas antes.
-Mi amigo necesitaba un compañero, ya sabes, un wing man. Como sea, ya encontró una chica que llevar a casa y yo estoy aquí solo.
-Oh.
-No eres una chica de muchas palabras, ¿cierto?
-No cuando hablo con chicos.
-¿Acaso no te agradamos o...?
-No realmente.
-Así que te gustan las chicas. -Dijo, intentando hacerme decir que yo adoraba a los chicos y que estaba loca por ellos. Yo vi mi oportunidad de librarme de él.
-¿Algún problema con eso? -Nate no pudo ocultar su asombro.
-No, ninguno -balbuceó.
-Bien, ahora si me disculpas. -Le di la espalda, abrí la puerta, entré y cerré antes de que él pudiera reaccionar.
La habitación de Nico era verdaderamente la mejor de toda la casa. No porque fuera la más grande, o la más lujosa, sino porque yo me sentía segura ahí. Tenía algo en las paredes que evitaba que entrara o saliera ruido, estaba llena de instrumentos musicales, con ellos él y yo nos divertíamos bastante. Su cama era realmente cómoda y tenía una gran ventana con un balcón para ver las estrellas.
Luego de asegurar la puerta, me acerqué a mi instrumento predilecto, el piano, y comencé a tocar notas al azar, disfrutando cada uno de los suaves sonidos que emitía el piano de Nico. Él tenía lo mejor de todo.
Me tiré un rato en la cama y me empapé de recuerdos. Nico y yo salimos un tiempo, antes de que yo me cambiara de instituto. Nos liamos en una fiesta y comenzamos a salir, aunque no duramos mucho. Él y yo somos mejores como amigos. Nico era la única persona que conocía mi secreto, él me encontró temblando en el piso fuera del centro comercial. Me cubrió con su chaqueta, me subió a su auto, me llevó a su casa y me cuidó hasta que me calmé. Después de esa noche, no pude soportar ver a mis viejos amigos, y mucho menos a Dante, así que convencí a mi familia de que transferirme era una buena idea.
Nico sugirió que lo hiciera al mismo colegio que él, así no estaría sola y tendría a alguien en quien confiar. Lástima que no había quedado en el mismo grupo que él.
En cuanto llegué, Mir y Pan me agregaron a su grupo, no fue hasta unas horas después que descubrí que Pan y Nico eran mellizos. Yo dividía mi tiempo entre salir con las chicas y salir con Nico. Él dividía su tiempo entre su novia, sus amigos y yo. Algunas veces sentía celos de su novia, pero yo ya no quería estar con él, así que lo dejaba pasar.

Lo que él me hizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora