CAPÍTULO 6: Un encantador viejo matrimonio

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- ¿Cómo que querés transferirte?

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- ¿Cómo que querés transferirte?

Gu Hai asintió: - Mi escuela queda demasiado cerca de mi casa. Y desde que me mudé de ahí me resulta difícil llegar.

Fang Fei se sorprendió: - ¿Me estás diciendo que te mudaste?

Gu Hai se inclinó despreocupado sobre el asiento y prendió un cigarrillo antes de responder: - Me peleé con mi viejo.

Fang Fei le arrebató el cigarrillo: - Muy joven para fumar, ¿o no sabés que puede afectar el desarrollo de la pubertad?

- Mi pubertad terminó.

Fang Fei dejó recaer involuntariamente la mirada sobre la entrepierna de Gu Hai, pero la retiró con rapidez y siguió hablando como si nada:

- ¿Y qué clase de escuela buscás?

- Para eso te necesito.

- Sabía que nunca tengo que esperar nada nuevo cada vez que me llamás.

Gu Hai forzó una sonrisa: - Hoy sos toda la familia con la que puedo contar.

Fang Fei se sintió tocada por sus palabras. Gu Hai era como un hermano para ella y él siempre la seguiría. No importaba que ambos hubieran crecido, él seguiría siempre acudiendo a ella.

- Mi esposo ha entrado en relaciones con un grupo de amigos de los que uno es director de escuela. 

- Entonces apurate y conseguí que me ayude.

Fang Fei le tomó la mano: - Pero debés tener en cuenta que no es de las mejores escuelas y que el ambiente no es tampoco el mejor. Aunque de todos modos no es tan mala.

- Mientras se pueda estudiar ahí, no me importa nada más.


***

Bai Luo Yin prendió su computadora y advirtió que en su casilla había más de una veintena de correos de una dirección desconocida

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Bai Luo Yin prendió su computadora y advirtió que en su casilla había más de una veintena de correos de una dirección desconocida. Eran todos de la misma persona: Shi Hui. 

Borrar, borrar todo. Debía ponerle un fin a la situación y evitar que cualquier sentimiento quedara todavía atado a ello.

- Yin, vení  -llamó su abuela y Bai Luo Yin acudió rápidamente. La abuela estaba sentada en el sofá, una figura pequeña y regordeta como una estatuilla del Buda. Cualquiera habría visto en ella salud y lucidez si no hubiese sido porque también hablaba. Hablaba y entonces causaba espanto.

- Yin, por favor talame una manzana.

Bai Luo Yin ya estaba habituado a esa clase de giros en su discurso. Simplemente tomó una manzana y la peló. Cuando iba por la mitad, la abuela ya no pudo aguantarlo, le sacó la cáscara mientras profería palabras ininteligibles y se la llevó a la boca. Bai Luo Yin intentó detenerla:

- Gruesa, gruesa -dijo y Bai Luo Yin  comprendió el reproche de hacer desperdicio por haber cortado demasiado gruesa la cáscara.

No hacía más de un año la abuela era todavía muy charlatana. En las reuniones de familia se hacía oír más que cualquier otro. Era realmente parlanchina y diez personas no hubiesen bastado entonces a ahogarle la voz. Pero a principios del año que ahora corría había tenido que ser internada a causa de problemas cardiorrespiratorios. Habíase deteriorado el mecanismo por el cual la sangre llega hasta el cerebro, lo que estaba al origen de sus discursos disonantes. Además de casos como el de la manzana, llamaba por ejemplo tío al abuelo y hermana a la tía. Incluso le hablaba a su propio nieto como si fuese un anciano como ella.

- Abuela, me voy a mi pieza que dejé la computadora prendida.

- Esperá. Quisiera hablarte todavía un poco.

Aunque los términos que usaba habían cambiado en muchos casos, aún era capaz de parlotear con entusiasmo e incluso más que antes. Si lograba retener a alguien ya no lo soltaba, de tal modo que cualquiera en el vecindario que percibiera su presencia salía corriendo de inmediato. En verdad nadie fuera de su familia era capaz de comprender sus peculiares giros idiomáticos.

- ¿Cuándo volvés a la suela?

- La semana próxima.

La abuela cerró sus manos sobre las manos de Bai Luo Yin con una mirada de preocupación en extremo exagerada y entonces parecía igual a cualquier otra señora sana.

- Estudiá mucho y no causes escarbadientes.

Bai Luo Yin le respondió como a un bebé: - Abuela, no te preocupes, no causaré ningún escarbadiente.

Enseguida el sueño cayó sobre la abuela. Si a los ancianos les resulta difícil ser alcanzados por el sueño, definitivamente no era su caso. Ella se levantaba temprano para desayunar y luego volvía a dormirse hasta el almuerzo, otra vez hasta casi la hora de la cena y no más tarde que a las ocho de la noche ya decía adiós hasta el día siguiente. El abuelo, sin embargo, se levantaba a las cuatro de la madrugada y salía a andar en bicicleta hasta el mediodía y luego otra vez a la tarde, sin dejar de pasearse nuevamente un rato hasta ya bien entrada la noche. Lo único que tenían en común era que ambos eran verdaderamente atolondrados. Así les ocurría que luego de ver juntos varios programas en la televisión se reunían a la noche para conectar las piezas entre los dos y comprender lo que había ocurrido. Al día siguiente, una vez que habían logrado recomponer la trama de los hechos, buscaban a alguien a quien hacerles todo el relato.

Bai Luo Yin tapó a su abuela y abandonó el cuarto.

¿Eres adicto? (traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora