- Levantate, vamos. Tenés que ir a buscar los remedios para la abuela.
Bai Luo Yin se refregó los ojos. Observó que el sol aún no había despuntado.
- Ni que hubiera que hacer una inscripción para retirar unos remedios, con la receta puedo directamente hacer la fila -mascullo para sí mismo y se volvió a dormir.
- Cuanto más temprano vas más temprano volvés. Vamos, la abuela está un tanto nerviosa.
Bai Luo Yin dio unas cuantas vueltas más y se levantó a regañadientes. Hacía diez años que tomaba el mismo desayuno. Palos fritos de pan y tofu.
Ban Han Qi llegaba siempre primero a ese pequeño puestito que servía en la calle, a veces incluso antes que la mujer que lo abría. Entonces se sentaba y esperaba hasta cumplir su determinación de tomar allí el desayuno. Era cliente habitual y la propietaria ya no le preguntaba lo que deseaba sino que le alcanzaba directamente el pedido.
- Ya estoy lleno
Bai Luo Yin dejó la cuchara, pero su padre se quedó mirándolo.
- Todavía tenés comida en el plato.
No importa de qué comida se tratara ni si aún le faltaba para estar lleno, Bai Luo Yin tenía que dejar siempre una parte sin terminar. Se trataba en él de un hábito ya irremovible. Había ocurrido que cuando era pequeño, como la familia pasaba carencias, su padre le guardaba el mejor trozo de comida. Bai Luo Yin adoraba a su padre y le guardaba entonces a su turno un trozo de su trozo. Hoy vivían mejor, pero el hábito ya había quedado fijo.
Era viernes y un día de mucha espera para obtener un remedio. La sala estaba llena y alguien distraído hubiese creído estar dentro del metro de Beijing en hora pico.
- Ey, ¡me estás pisando!
- Pero no, si no llego a tocar ni el piso.
- ...
Bai Luo Yin tenía frente a sí a una chica muy linda. Cada vez lo empujaban un poco en la fila la rozaba ligeramente por detrás. Dudaba si sentirse molesto o agradecido. Un poco más y, como decían los mayores tratando de atemorizar a los niños, ya iba a dejarla embarazada.
- Ey, bonito... Te estoy hablando a vos...
Bai Luo Yin fantaseba con la chica de enfrente cuando alguien lo despertó con un fuerte golpe en la espalda. Cuando se dio la vuelta vio a otras dos chicas, muy similares entre sí, que daban la impresión de querer adelantarse en la cola a como dé lugar.
- Señor Bonito, o nos deja el lugar en la fila o nos da su número de teléfono...
- 221XXXXXXX
Satisfechas, se fueron. La joven delante había permanecido silenciosa, pero entonces se atrevió darse la vuelta y preguntar:
- ¿Es que de verdad les diste tu número?
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¿Eres adicto? (traducción)
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