Capítulo VI: Good Nightmares and Bad Dreams

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La vida en el viejo complejo de edificios no cambio demasiado. Había pasado una semana desde su precipitada salida del hospital y su herida sanaba lentamente. Él mismo se dedicaba a cambiar los vendajes que cubrían una fea cicatriz rosácea cuando era necesario, producto de la cirugía a la que fue sometido para salvar su vida. Frank no le permitía recibir asistencia médica por temor a que los localizaran y la policía lo interrogase, por lo que Gerard debía ocuparse de aquello por su cuenta. No podía realizar movimientos demasiados bruscos y sentía dolor constante. En consecuencia, tomaba píldoras para combatir el dolor que lo sumían en un estado de sedación continúa. Bajo los efectos de los fuertes medicamentos apenas sentía dolor y no le importaba ser abusado y desprestigiado por el moreno, por qué no lograba sentir nada. Sólo las marcas que veía al otro día en su cuerpo lo notificaban de lo sucedido.

Literalmente era un saco de huesos andante. Las píldoras le quitaban el apetito y había bajado mucho más de peso; únicamente comía lo necesario para no desfallecer, como un trozo de pan o una fruta, pues si comía más sentía que lo iba a vomitar. Las costillas resaltaban con prominencia bajo la piel pálida de su abdomen y los filosos huesos de su cadera se dejaban ver con facilidad. Sus extremidades no eran más que finos alambres a punto de romperse, y su rostro esquelético no mostraba otra cosa más que demacración. Se veía como un efermo terminal en su última etapa de sufrimiento.

Aquel día había alimentado su adicción a los medicamentos tomando tres unidades a la vez. Apenas era consciente de lo que sucedía a su alrededor y los sonidos se escuchaban algo lejanos. Se encontraba yaciendo en el sucio y raído sofá cuando vagamente vio a Frank buscar algo por la desordenada sala. Si había notado su estado no dijo nada, o simplemente no le importaba. Mientras tuviera algo en el que meter su pene, aunque fuera un costal de huesos, el estaba sastifecho. Los ojos de Gerard revolotearon hacia el techo de la habitación. Se llevó ambas manos a su plano abdomen, rozando el lugar de la cicatriz. A veces le gustaría tener un bebé, al menos así no estaría tan solo y podría abrazar a la pequeña bola de carne todo el tiempo. Biológicamente no podía quedar preñado, si pudiera deducía que ya hubiera tenido como mínimo veinte bebés de todas las veces que Frank se divertía con él a base de su sufrimiento. Pero era hombre y eso no era posible. Por otro lado estaba feliz de no poder hacerlo, porqué jamás podría traer a una criatura a ese mundo con un padre como Frank. Frank odiaba a los niños, ni siquiera quería imaginarse la situación en cuestión porqué no sería nada agadable.

— ¿Qué tanto miras? ¿Tengo monos en la cara? —gruñó Frank al verlo observándolo. Gerard soltó una disculpa rápida, de todos modos Frank no pareció darle mayor importancia, puesto que de un momento a otro encontró lo que buscaba y desapareció por la puerta principal sin decir nada, a hacer quien sabía que.

Gerard cerró los ojos y fue despertado algún tiempo más tarde por voces gritando escandalosamente. Abrió lentamente los legañosos ojos y pronto vislumbró la fuente del sonido. Se trataba de las mismas personas a las que Frank había invitado la anterior ocasión para drogarse y divertirse, incluyendo al tal Bert que lo ponía nervioso con su presencia inquietante.

— Desaparece de mi vista —le ordenó el moreno mientras se sentaba en el sofá, acompañado de los demás. En su mano sostenía sobres de cocaína y marihuana— No quiero que estes aquí y estorbes con tu inutilidad.

Gerard no discutió. No tenía deseos de permanecer allí con aquella gente poco confiable, además el humo de los cigarros lo hacía toser mucho. Su débil sistema inmunológico no estaba en condiciones de combatir contra las potentes toxinas en el aire. Así que se encerró en el dormitorio, ignorando la mirada que le dedicó Bert al irse. Se recostó en la cama y cerró los ojos. El efecto de las píldoras se había esfumado un poco y ya estaba comenzando a sentir algo de dolor, mejor trataría de dormir más y escapar de este en el mundo de los sueños. Al poco tiempo se escuchó fuerte música proveniente de la sala acompañada de varias risas, la fiesta había comenzado.

~*~

Gerard entreabió los ojos al sentir la superficie de la cama moverse bajo su peso. No sabía cuanto tiempo había permacido dormido pero aún se escuchaba música venir de afuera, por lo que suponía que toda aquella gente de mala leche seguía allí.

—¿Frank? —preguntó tentativamente al ver una figura oscura acercándose a él. En la habitación no había ninguna luz, solo la luz lunar que se filtraba vagamente a través de la ventana, y le costaba ver con claridad las cosas. Supusó que sería Frank, pero nunca había estado más equivocado.

— Me temo que no —murmuró la figura, ahora demasiado cerca, a la que rápidamente reconoció como Bert. Gerard se incorporó en la cama, entrando en pánico. Ahora que estaba más despierto podía ver que de hecho no se trataba de Frank, sino de alguien completamente distinto y posiblemente más peligroso. Hizo ademán de querer levantarse pero el otro sujeto fue más rápido y lo agarró para arrojarlo de nuevo al colchón de manera brusca. Gerard pegó un alarido cuando una punzada de dolor se extendió por su abdomen bajo— No tan de prisa, no hay ningún apuro —dijo sonriendo con sus dientes torcidos.

Gritó el nombre de Frank cuando Bert comenzó a manosearlo con sus asquerosas manos, pero dudaba de que este pudiera escucharlo a través de la música puesta a todo volumen. Sus gritos se ahogaban y luego perdían entre todo el tumulto. Intentó librarse de aquel sujeto pero era mucho más fornido que él y terminaba por ganarle.

— Si te resistes va a ser mucho peor —advirtió, pero Gerard le hizo caso omiso, continúo pataleando y forcejeando bajo el pesado peso de Bert, gritando a todo pulmón con la esperanza de que Frank lo oyese. Bert le calló con un beso en los labios forzado, para gran repulsión de Gerard. El olor a alcohol y tabaco inundó sus fosas nasales casi de inmediato. Gerard le escupió en su horrible cara una vez que este se alejó de él, solo para recibir a cambio una bofetada que lo hizo ver estrellas y sentir el conocido sabor a sangre en la boca de nuevo. Todo se volvió momentáneamente negro y borroso— Te gusta jugar rudo, ¿eh? Pues juguemos rudo.

Entre el forcejeo que siguió, Bert le rasgó la camiseta dejando al descubierto parte de la piel blanca de su clavícula, que luego atacó y comenzó a morder. Gerard no se dio cuenta de que había comenzado a llorar, no quería que aquel sujeto repulsivo le tocase ni un centímetro de su cuerpo. Se desesperó aún más cuando luego intentó quitarle los pantalones. Pero justo cuando creía que estaba perdido, otra figura emergió de entre las sombras para quitárselo de encima con furia. Gerard nunca había estado más feliz de ver a Frank en su vida.

Scars on my skin ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora