Capítulo X: Home

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— ¡No! ¡Por favor, no dejes que me llevé! —le rogó a su hermano, desesperado. Sentía como las lágrimas amenazaban con caer en cualquier momento. Sí permitía que Frank lo llevase con él... estaría perdido.

Frank hizo una mueca— Oh, mi pobre Gerard. ¿Ves lo que te decía, Mikey? Está fuera de sí, no es la primera vez que esto ocurre. Debería llevarlo a casa lo más pronto posible —comentó a su hermano, quien para su horror estuvo de acuerdo con él.

— Creo que es lo mejor. No te preocupes, Gee. Frank cuidará de ti —le dijo, pero Gerard negó con la cabeza.

Se encontraba de pie debajo del umbral entre la sala y la cocina en caso de tener que huir. Retrocedió unos pasos cuando el moreno hizo ademán de querer avanzar hacia él. Quería mantener la mayor distancia posible entre ambos. Miró hacia Mikey e imploró una vez más por su ayuda.

— ¡Él es malo, Mikey! ¡¿Por qué no me crees?! —sospechaba que cualquier esfuerzo sería inútil, pues lo creía loco.

— Ya deja de causarle problemas a tu hermano, Gerard. Es tarde y debemos ir a casa —ordenó Frank. Un pequeño corte se dejaba ver en su frente, producto del golpe que le había proporcionado Gerard con el jarrón. Su voz sonaba tranquila, pero no se iba a dejar engañar. No está vez.

Empujó al moreno y huyó de la sala cuando éste quiso sujetarlo. Le oyó exclamar algo y luego decir algo a Mikey, pero no se quedó para saber exactamente que.

Subió las escaleras sin saber hacia donde se dirigía. Podía oír a Frank viniendo tras él y llamándolo por su nombre. Entró a lo que suponía era el cuarto de Mikey y se encerró dentro, colocando el seguro. No había otro modo de salir de aquella casa a no ser por la puerta principal, pero jamás podría hacerlo con Frank allí.

— ¡Abre la maldita puerta! —gritó Frank desde el otro lado, forcejeando con la cerradura. Gerard se apartó instintivamente de la puerta, temeroso. Descubrió que estaba llorando, el viejo y conocido miedo recorría sus venas una vez más. Había pensado que al refugiarse con su hermano estaría a salvo, que Frank no podría encontrarlo. Pero lo encontró de todas maneras, no podía escapar de él.

Miró a su alrededor y visualizó una ventana en su campo de visión. Un pequeña pizca de esperanza creció en él. Quizás podría salir por allí e intentar huir... Su cuerpo era lo suficientemente pequeño para caber por el reducido espacio así que se apresuró a acercarse y intentar abrirla. Pero la ventana no cedía a sus intentos, parecía estar trabada.

— ¡Vamos, ábrete! —siseó, pero hiciera lo que hiciera no se abría.

— ¡Gerard! —rugió el moreno, cada vez más exigente— ¡No me obligues a entrar a la fuerza! ¡Sabes que lo haré! —le amenazó, comenzando a golpear violentamente la puerta.

En un último intento desesperado la ventana finalmente se abrió, pero para cuando lo hizo fue demasiado tarde.

Frank ya estaba en la habitación.

— ¡Ven aquí, pequeña mierda! —avanzó en grandes zancadas hacia él y lo sujeto del brazo con fuerza.

— ¡No! ¡Suéltame!

Forcejeó con el moreno pero su agarre era infalible; no era competencia para él. Gerard cayó al suelo y Frank lo hizo con él, pero antes de que pudiera intentar algo volvió a retomar su agarre sobre él y lo inmovilizó con sus piernas, como un ave de presa a su almuerzo.

— ¿Así que querías escapar de mí, eh? —murmuró en su oreja. Gerard se estremeció cuando su aliento cálido rozó su oído. Sollozó aún más.

— ¿Está todo bien ahí arriba? —se escuchó preguntar a Mikey desde la plata baja. Gerard quiso gritar pero Frank posicionó una mano sobre su boca, ahogando todo sonido.

— Sí... ¡Todo controlado! —respondió Frank, luego se dirigió de nuevo a él con una sonrisa diabólica— ¿Acaso quieres que a Mikey le suceda lo mismo que a Davy? Por qué no dudes en que lo haré, amorcito.

Gerard respiraba con dificultad, no dudaba sobre que Frank era capaz de cualquier cosa. Ya no. Y no quería que le hiciera a daño a Mikey, su hermano solo creía que le estaba ayudando cuando en realidad le había entregado servido en una bandeja de plata a las garras del lobo. Así que dejó de forcejear con Frank.

— Ah, ¿ya ves? Todos podemos llegar a un acuerdo —quitó la mano de su boca, pero Gerard no hizo más que gritar.

— ¡Mikey, está mintiéndote! ¡Quiere matarme...! —Frank volvió a callarlo, esta vez aplicando más fuerza.

— ¿Tú nunca aprendes, verdad? —siseó, molesto— No me dejas alternativa, Gerard. Yo solo quise venir a buscarte para irnos a casa y hacer de cuenta que nada de esto había sucedido, claro, no hay nada que unos buenos golpes disciplinarios no arreglen. Pero ahora veo que no quieres venir conmigo, quieres escapar de mí. ¿Por qué? ¿No ves que yo te amo?

Gerard gruñó en su mano, pero Frank solo le sonrió. Gerard le vio sacar algo de su bolsillo trasero, una jeringa, y la destapo con la boca— Pues déjame decirte algo, cariño. No puedes huir de mí.

Sintió la aguja perforarle la piel del brazo, quiso gritar pero su grito fue ahogado por el firme control de Frank sobre su boca. Los efectos de la sustancia que le aplicó no se hicieron tardar; sus miembros se sentían pesados, los sonidos se fueron haciendo cada vez más apagados y su visión se volvió borrosa.

Frank besó su frente— Estaremos en casa muy pronto.

Vio con impotencia como Frank levantaba su peso muerto del suelo y procedió a cargarlo al hombro como un viejo costal de papas. No podía gritar, los sonidos se le atacaban en la garganta y sus miembros no obedecían sus órdenes de moverse, no importaba cuanto lo intentase.

Logró llegar consciente hasta al final de las escaleras, donde oyó a Mikey decir algo seguido por la voz de Frank, quizás diciéndole a éste porque su hermano se encontraba inconsciente sobre su hombro. Quería gritarle que lo ayudase, que no le dejase a merced de Frank, pero no podía. Y luego todo se volvió negro.

Scars on my skin ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora