Celos y un partido

307 27 2
                                    

"El miedo no existe, sólo es tu mente tratando de confundirte." -Enric Corbera.

—Ya saben lo que tienen que hacer —dijo Wood cuando se disponían a salir del vestuario—. Si perdemos este partido, estamos eliminados. Sólo... sólo tienen que hacerlo como en el entrenamiento de ayer y todo irá de perlas.

Salieron al campo y fueron recibidos con un aplauso tumultuoso. El equipo de Ravenclaw, de color azul, aguardaba ya en el campo. La buscadora, Cho Chang, era la única chica del equipo y a pesar de los nervios, no pudo dejar de notar que era muy guapa. Ella le sonrió cuando los equipos se alinearon uno frente al otro, detrás de sus capitanes, y sintió una ligera sacudida en el estómago que no creyó que tuviera nada que ver con los nervios. ____, que iba al lado de Harry, experimentó, sin saberlo, el mismo recelo que Harry en el partido contra Hufflepuff, cuando ____ le sonrió a Cedric.

—Wood, Davies, daos la mano —ordenó la señora Hooch.

Y Wood le estrechó la mano al capitán de Ravenclaw.

—Montad en las escobas... Cuando suene el silbato...¡Tres, dos, uno!

~~~

Harry volvió la cabeza y vio a Cho. La muchacha sonreía. La snitch había desaparecido de nuevo. Harry ascendió con la Saeta y enseguida se encontró a siete metros por encima del nivel de juego. Por el rabillo del ojo vio que Cho lo seguía... Prefería marcarlo a buscar la snitch. Bien, pues... si quería perseguirlo, tendría que atenerse a las consecuencias...

Volvió a bajar en picado; Cho, creyendo que había vuelto a ver la snitch, quiso seguirle. Harry frenó muy bruscamente. Cho se precipitó hacia abajo. Harry, una vez más, ascendió veloz como un rayo y entonces la vio por tercera vez: la snitch brillaba por encima del medio campo de Ravenclaw. Aceleró; también lo hizo Cho, muchos metros por debajo. Harry iba delante, acercándose cada vez más a la snitch. Entonces...

— ¡Ah! —gritó Cho, señalando hacia abajo.

Harry se distrajo y bajó la vista. Tres dementores altos, encapuchados y vestidos de negro lo miraban.

No se detuvo a pensar. Metió la mano por el cuello de la ropa, sacó la varita y gritó:

¡Expecto patronum!

Algo blanco y plateado, enorme, salió de la punta de la varita. Sabía que había disparado hacia los dementores, pero no se entretuvo en comprobarlo. Con la mente aún despejada, miró delante de él. Ya casi estaba. Alargó la mano, con la que aún empuñaba la varita, y pudo hacerse con la pequeña y rebelde snitch.

Se oyó el silbato de la señora Hooch. Harry dio media vuelta en el aire y vio seis borrones rojos que se le venían encima. Al momento siguiente, todo el equipo lo abrazaba tan fuerte que casi lo derribaron de la escoba. De abajo llegaba el griterío de la afición de Gryffindor.

— ¡Éste es mi valiente! —exclamaba Wood una y otra vez.

Angelina y Katie besaron a Harry, y Fred le dio un abrazo tan fuerte que Harry creyó que se le iba a salir la cabeza. En completo desorden, el equipo se las ingenió para abrirse camino y volver al terreno de juego. Harry descendió de la escoba y vio a un montón de seguidores de Gryffindor saltando al campo, con Ron en cabeza. Antes de que se diera cuenta, lo rodeaba una multitud alegre que le ovacionaba.

— ¡Sí! —Gritó Ron, subiéndole a Harry el brazo—. ¡Sí!

—Bien hecho, Harry —le dijo Percy muy contento—. Acabo de ganar diez galeones. Tengo que encontrar a Penélope. Disculpa.

— ¡Estupendo, Harry! —gritó Seamus Finnigan.

— ¡Muy bien! —dijo Hagrid con voz de trueno, por encima de las cabezas de los de Gryffindor.


—Fue un patronus bastante bueno —susurró una voz a Harry junto al oído.


Harry se volvió y vio al profesor Lupin, que estaba encantado y sorprendido.

—Los dementores no me afectaron en absoluto —dijo Harry emocionado—. No sentí nada.

—Eso sería porque... porque no eran dementores —dijo el profesor Lupin—. Ven y lo verás.

Sacó a Harry de la multitud para enseñarle el borde del terreno de juego.

—Le has dado un buen susto al señor Malfoy —dijo Lupin.

Harry se quedó mirando. Tendidos en confuso montón estaban Malfoy, Crabbe, Goyle y Marcus Flint, el capitán del equipo de Slytherin, todos forcejeando por quitarse unas túnicas largas, negras y con capucha. Parecía como si Malfoy se hubiera puesto de pie sobre los hombros de Goyle. Delante de ellos, muy enfadada, estaba la profesora McGonagall.

— ¡Un truco indigno! —gritaba—. ¡Un intento cobarde e innoble de sabotear al buscador de Gryffindor! ¡Castigo para todos y cincuenta puntos menos para Slytherin! Pondré esto en conocimiento del profesor Dumbledore, no os quepa la menor duda. ¡Ah, aquí llega!

Si algo podía ponerle la guinda a la victoria de Gryffindor era aquello. Ron, que se había abierto camino para llegar junto a Harry al igual que ____, se partía de la risa mientras veían a Malfoy forcejeando para quitarse la túnica, con la cabeza de Goyle todavía dentro.

— ¡Vamos, Harry! —Dijo George, abriéndose camino—. ¡Vamos a celebrarlo ahora en la sala común de Gryffindor!

—Bien —contestó Harry.

Y más contento de lo que se había sentido en mucho tiempo, acompañó al resto del equipo hacia la salida del estadio y otra vez al castillo, vestidos aún con túnica escarlata.

Era como si hubieran ganado ya la copa de quidditch; la fiesta se prolongó todo el día y hasta bien entrada la noche. Fred y George Weasley desaparecieron un par de horas y volvieron con los brazos cargados con botellas de cerveza de mantequilla, refresco de calabaza y bolsas de dulces de Honeydukes.

— ¿Cómo lo han hecho? —preguntó Angelina Johnson, mientras George arrojaba sapos de menta a todos.

—Con la ayuda de Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —susurró Fred al oído de Harry.


La fiesta de Gryffindor sólo terminó cuando la profesora McGonagall se presentó a la una de la madrugada, con su bata de tela escocesa y la redecilla en el pelo, para mandarles que se fueran a dormir. Harry y Ron subieron al dormitorio, todavía comentando el partido. Al final, exhausto, Harry se metió en la cama de dosel, corrió las cortinas para tapar un rayo de luna, se acostó y se durmió inmediatamente.

Tuvo un sueño muy raro. Caminaba por un bosque, con la Saeta de Fuego al hombro, persiguiendo algo de color blanco plateado. El ser serpenteaba por entre los árboles y Harry apenas podía vislumbrarlo entre las hojas. Con ganas de alcanzarlo, apretó el paso, pero al ir más aprisa, su presa lo imitó. Harry echó a correr y oyó un ruido de cascos que adquirían velocidad. Harry corría con desesperación y oía un galope delante de él. Entró en un claro del bosque y...

— ¡AAAAAAAAAAAAAAGH! ¡NOOOOOOOOOOOO!


Harry despertó tan de repente como si le hubieran golpeado en la cara. Desorientado en medio de la total oscuridad, buscó a tientas las cortinas de la cama. Oía ruidos a su alrededor; y la voz de Seamus Finnigan desde el otro extremo del dormitorio:

— ¿Qué ocurre?

A Harry le pareció que se cerraba la puerta del dormitorio. Tras encontrar la separación de las cortinas, las abrió al mismo tiempo que Dean Thomas encendía su lámpara.

Ron estaba incorporado en la cama, con las cortinas echadas a un lado y una expresión de pánico en el rostro.

— ¡Black! ¡Sirius Black! ¡Con un cuchillo!

If we knew the future #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora