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Narra Fede.

¿Dónde demonios he metido ahora mi teléfono? Creía que lo llevaba encima, de hecho, siempre lo llevo en mi bolsillo.

Rebusco por casa, pero sé que esta mañana he salido de aquí con él. Además, la casa sin Tarzán y sin mi pequeña está demasiado vacía y triste, mire donde mire la veo, haciendo la comida, leyendo, viendo la televisión, riendo... pero ahora, hasta ha dejado de oler a ella, a su embriagadora fragancia dulce y fresca que me encantaba.

Espero poder aguantar estas dos semanas sin tenerla, pero va a ser demasiado difícil. Podría escaparme cualquier noche, subir por su balcón, como en otras muchas ocasiones, y abrazarla por la espalda para dormir junto a ella de nuevo, esa era la mejor forma de descansar. Pero sigo sin fiarme de Eva, si ha estado aquí alguna que otra noche, seguro que puede seguir viniendo para vigilarlo todo, está loca y cada vez lo tengo más claro.

¿Cómo puede ser posible enamorarse de una manera tan obsesiva? No es sano. Ese tipo de amor debe provocarte mil cosas, pero ninguna buena. ¿Dónde queda en su obsesión por mí la ilusión los besos, las promesas, las caricias, los abrazos...? En ningún lado, no los hay. Lo único que existe es lo que ella se ha montado en su cabeza, que ni sé lo que es, ni quiero saberlo... me repugna la historia que pueda haber creado respecto a mí, a nosotros, ya que nada tiene que ver con la realidad.

Hice las cosas lo mejor que pude, le dije con las palabras más amables que no era para ella, pero Eva lo convirtió en un tipo de amenaza y decidió que sería suyo de una manera o de otra. ¿Qué voy a poder hacer ante eso? ¿Ante algo que yo no he buscado si no que he intentado evitar?

Monto de nuevo en la moto para volver al instituto, quizá me haya dejado allí el móvil. Me tomo unos segundos en mirar hacia su casa, su balcón está cerrado y las cortinas están echadas, pero por una pequeña rendija puedo ver movimiento, quizá está ahí estudiando... como me gustaría llamar a su puerta para decirle cuánto la estoy echando de menos.

Deshecho la idea enseguida, poniéndome el casco que me quita algo de visión de su balcón, me lo aseguro bien y monto en mi moto, tomándome unos segundos antes de arrancar y salir.

El instituto, como todas las tardes, está vacío. Deambulo por los pasillos solitarios hasta llegar a las pistas, saco mis llaves para abrir el almacén del material y dejo la puerta abierta para que entre luz y no tener que buscar el móvil en penumbras.

- ¿Qué haces?

- ¡Qué susto me has dado, Eva! - La encuentro en mitad de la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja. Todavía lleva la mochila colgada, ¿no ha salido del instituto? - ¿Qué haces aquí a estas horas?

- ¿Yo? - Alza ambas cejas, chasqueando la lengua - ¿Qué haces tú? ¿No habrás quedado aquí con tu ex novia a escondidas para que yo no os vea?

- Estás loca- Le espeto, furioso, ¿cómo se atreve? ¿Es que me ha seguido?- Ahora vete.

- ¿Te molesto?- Vuelve a parecer una niña inocente, ¿cómo puede cambiar de estado de ánimo de un momento a otro? - Había pensado que necesitarías compañía ahora que vuelves a estar soltero.

- No, Eva - Me vuelvo para mirarla, la odio, ha conseguido que la odie- No necesito tu compañía, ¿lo entiendes? Lo único que quiero es que te vayas y me dejes solo. Ya has hecho bastante por mí.

- Oh, no lo sabes bien... - Dice haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia, como si de verdad tuviera que estarle agradecido. - Te he quitado un gran peso de encima.

- Lo que tú digas - Me doy por vencido, no sé mi móvil estará ahí, pero, desde luego, no puedo seguir buscando con la mirada de Eva fija en mí, mañana vendré con más calma - Déjame salir, me voy a casa.

Te sigo queriendo. ( Segunda parte Te quiero sin querer, profesor.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora