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Todo está más que preparado y de un momento a otro el cura empieza a hablar, aunque para mí es como si no estuviera diciendo nada, mis oídos zumban y las sienes me palpitan casi al mismo ritmo que mi corazón, no puedo mirar a otro lado que no sea Fede, a ese hombre que conocí como mi profesor y pensé que sería un amor imposible, uno de esos amores platónicos que se quedan ahí y no avanzan nunca. Pero ahora todo es distinto, Fede me demostró desde el primer momento que si luchas por lo que quieres, acaba siendo tuyo, y... ambos luchamos por el otro hasta conseguir lo que ahora tenemos.

Intento prestar atención, pero me doy cuenta de que no me hace falta, solo quiero decir el sí deseado cuando llegue el momento y salir de aquí para disfrutar de una nueva etapa de pareja. Solo tengo veinte años, sin embargo, parece que he vivido mucho más de lo que en realidad es. Por lo general, la gente no se casa y tiene hijos a esta edad, pero con Fede las cosas funcionan así y, sin duda, es como mejor lo hacen.

Miro unos segundos a mi alrededor, mamá y la madre de Fede lloran desconsoladas, les ha podido la emoción de vernos ahí juntos, papá intenta consolarla sin mucho éxito, ya que puedo ver cómo a él le tiembla el labio inferior descontroladamente, nunca lo he visto llorar, pero esta es la vez que más cerca está de hacerlo. Parece mentira que ahora esté en ese estado, pues fue él el que estuvo a punto de romper lo que teníamos, creía que Fede no era para mí... pero, como todo el mundo, se acabó dando cuenta de que se equivocaba.

Un pequeño apretón en la mano me saca del trance de pensamientos que había formado en mi cabeza, miro de nuevo el verde precioso en los ojos de Fede, que sonríe, parece que tampoco se está enterando demasiado de lo que dice el cura.

- ¿Qué dices hijo?- Pregunta, llamando nuestra atención.

- ¿Cómo dice?- Fede lo mira con el ceño fruncido y yo hago lo mismo, como creía ninguno nos estábamos enterando de nada.

- Que si aceptas a Míriam para... - Comienza a repetirlo como resignado, soltando un largo suspiro.

- Si, si, padre, claro que acepto - Fede lo interrumpe sacudiendo una mano frente a él para que se salte volver a decirlo todo, y tengo que reprimir una sonrisa... ¿serán todas las bodas tan surrealistas como esta?

- ¿Y tú, Míriam, aceptas a Federico como...?- Quiero dejarlo terminar de hablar, pero las ansias y, sobretodo los nervios, que llevan apoderándose de mí desde el primer paso que he dado en la iglesia, puede conmigo de nuevo.

- Si, quiero - Lo interrumpo, mirando a Fede, que aprieta los labios para no echarse a reír, creo que ambos estamos deseando que termine todo esto para irnos y volver a disfrutar el uno del otro.

- Está bien... - El cura mueve la cabeza a ambos lados, como dándose por vencido - Entonces, por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro, marido y mujer. Puedes besar a la novia- Dice, haciendo un gesto con la mano hacia Fede, que se acerca a mí despacio y me pone la mano que tiene libre sobre la mejilla.

- Te quiero, princesa - Sonríe, inclinándose para dejarme un caso beso en los labios.

- Y yo a ti, amor.

***

No hay banquete, ni nada que se haga en las tradicionales bodas de siempre, porque esto no ha sido así, pero... sin ninguna duda, ha sido la mejor boda que podía tener y con el hombre al que amo con toda mi alma.

Una vez que hemos terminado, comemos todos juntos en casa de los padres de Fede entre risas, cada uno charla de una cosa distinta, pero es una charla agradable. Miro sin parar a papá y mamá, que siguen sin saber lo que llevo en mi interior... no sé cómo voy a decírselo, pero quiero hacerlo cuanto antes. No tengo ni idea de cómo les caerá la noticia, pero por supuesto ya no hay marcha atrás y, aunque la hubiera, no querría tomarla. Con Fede es como si no hubiera nada a los lados, solo un camino en línea recta, sin desvíos, un camino por el que... avanzo sin dudar.

Te sigo queriendo. ( Segunda parte Te quiero sin querer, profesor.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora