17

16.7K 918 181
                                    

Volvemos a casa ya bien entrada la noche, tras salir del instituto a hurtadillas y entre risas, como si fuéramos dos adolescentes de dieciséis años que se vuelven locos por estar el uno con el otro, aunque... al fin y al cabo, así somos Fede y yo, una pareja que no se cansa de quererse cada día un poco más que el anterior, con los sentimientos traspasando el límite, superando barrera tras barrera, hasta que la gente se ha dado cuenta de que, por mucho que puedan intentarlo, nosotros juntos somos más fuertes que todo lo que pueda suceder.

- ¿Sabes lo mucho que te quiero, verdad? - Agarrados de la mano, cruzamos el pequeño camino de tierra que lleva hasta la puerta de la casa de Fede. Se queda parado al hacerme la pregunta, acariciándome con su pulgar mis nudillos para después llevarse mi mano a su boca y besar cada uno de ellos. Por su presencia, ni siquiera me había fijado, pero los cristales están exactamente igual a cuando nos fuimos esta mañana, como si no hubieran sido atravesados por varias piedras. El amigo de Fede ha debido arreglarlo todo mientras estábamos en nuestra escapada.

- Claro que lo sé, amor - Llevo mi mano libre a una de sus mejillas, acariciándola - Y saberlo me produce el mayor de los placeres, créeme.

- ¿De verdad? - Pregunta, con los ojos ahora muy abiertos y ansioso, como si se acabara de convertir en un niño pequeño y desvalido.

- ¿Cómo puedes preguntarme la realidad de algo así? - Me acerco a él mucho más, rodeando su cuello con mis brazos - Te quiero, Fede.

- Quiero decirte... más bien pedirte algo - Traga saliva mientras frunce los labios en una línea recta, mirándome con sus ojos verdes ahora vacíos, sin ninguna expresión.

- Claro, puedes pedirme lo que quieras - Sonrío intentando disuadir el extraño y frío ambiente que se ha quedado ahora entre nosotros.

- Bien - Asiente con un movimiento seco de cabeza, pasándose la lengua por los labios. Está nervioso, lo conozco demasiado bien para saber que lo está, y mucho. - Llevo pensando en esto varios meses y creo que... que ha llegado el momento. Míriam yo...

Pero, en vez de sus palabras, lo único que oigo es la canción nothing else matters, el tono que indica a Fede que tiene una llamada. Él se resiste unos segundos, mirándome, después chasquea la lengua en una mueca de fastidio y lo saca de uno de sus bolsillos para descolgar.

- ¿Mamá? -Contesta mientras sigue mirándome.

No la escucho a ella, pero supongo que ha llegado a sus oídos el incidente de hoy y la mujer está preocupada, al fin y al cabo, una madre siempre es una madre. Espero paciente, entrelazando las manos en la parte delantera de mi cuerpo. Tarda unos minutos en dejarla tranquila para al fin poder colgar.

- Mi madre - Me indica poniendo los ojos en blanco - El seguro de la casa sigue estando a su nombre, he pensado en cambiarlo muchas veces pero al final lo voy dejando... y bueno, la han llamado a ella para lo de los cristales.

- ¿Qué te ha dicho?

- Ya sabes - Sonríe, encogiéndose de hombros - Saber si nosotros estamos bien, y... ser inoportuna, como siempre.

- Bueno, pues ahora puedes decirme eso que ha interrumpido, ¿no? - Pongo una mano en cada uno de sus codos para atraerlo de nuevo a mí.

- No - Sacude la cabeza a ambos lados, frunciendo el ceño - Que nos hayan interrumpido solo quiere decir que no era el momento, al menos no todavía.

- ¿El momento? - Entrecierro los ojos, escrutando todas las facciones de su cara para ver si saco algo en claro, todo esto es muy misterioso - ¿Qué pasa, amor?

-¿Confías en mí?- Asiento enseguida - Entonces vayámonos a darnos una ducha y a dormir, después de un día como hoy, ambos debemos descansar.

Te sigo queriendo. ( Segunda parte Te quiero sin querer, profesor.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora