IV

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Ya terminaba la semana, era un viernes y me sentía muy triste, tenía la sensación de estar sólo.
A ella, ya la había visto ayer con su espléndida piel, con su tierna mirada y sus ojos atrapantes.
Fue un día largo, triste y agotador. Las horas de clases me frustraron, pero me acordé de la mirada de esa dulce chica; nuevamente comencé a distraerme por ella y a sonreír de lo feliz que me hacia imaginarla.
Terminó el día en el colegio, salí y me dirigí hacía el club donde entrenaba básquet. Comenzamos la práctica, la misma rutina de calentamiento, tiros al aro, estrategias y partido. Pero mi concentración y mi cabeza en otro mundo, en otra situación...para ser específico, en una persona. No podía coordinar con el equipo, no ensestaba una sola canasta, no tenía presición. Absolutamente mi mente estaba centrada en ella.
Como castigo a mi mal rendimiento; el entrenador me obligó a correr cuarenta minutos al rededor de la cancha y a realizar trescientos tiros al aro. Terminé exhausto.
Ya eran casi las diez de la noche, había salido de entrenar y me dirigí hacia la parada de colectivos. En el camino me decidí a hablarle, no podía seguir así. Tomé mi celular, ingresé a mi Facebook, busqué si nombre, le hablé, le pregunté si nombre y le dije que necesitaba hablar con ella. Cuando lo hice no lo podía creer, me había animado a hablarle, tenía un gran alivio pero a la vez una gran preocupación a que me ignorara.
No tardó mucho en contestarme, y en mi cabeza se me cruzó...¡¡¡No puede ser que te haya contestado, te llamó por tu nombre!!! Y también como clásico dicho o expresión de enamorado..."¡¡¡Ayyy Diosss me encanta esta chicaaa, ella tiene que ser solamente mía!!!
Luego me pasó su número para hablar más cómodamente. Desde allí comenzó una gran conversación durante todo el fin de semana, ni uno de los dos podia soltar el teléfono. Nos contábamos anécdotas, situaciones de nuestras vidas, cómo nos iba en el colegio, nos dejábamos conocer a través de nuestra personalidad, nuestros gustos, nuestra familia y amigos.
El sábado comenzamos a hablar desde las siete de la mañana, todo el dia hablamos sin parar. A mi no me importaba lo demás, solamente conocerla y hablar con ella. Llegó la noche, entre las diferentes temas charlados en la conversación me daba cuenta que era una chica muy intelectual, tenía una gran saber y compresión savia y amable.
Ya eran las dos de la madrugada y ella me envía un mensaje..."Ohhh mira la hora que es, es muy tarde, nos pasamos todo el dia hablando".
Luego de esto ella se despidió muy dulce y amablemente; yo la despedí y le dije sin pensarlo, "te quiero" ella me envió un emoticón sonrrojado.
Dejé el celular en la cómoda, solté un gran suspiro, sentí una felicidad tan grande como la que nunca había sentido. Estaba muy feliz, mi sonrisa era inmensa, no podía dejar de pensar en ella hasta que me dormí profundamente.

Obsesión de un joven enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora