Sorpresa

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Un chico iba caminando campante y alegre por las calles de París, en una noche cualquiera, algo fría y oscura como de costumbre por cerca del puente hacia el centro de la ciudad.

A muy altas horas de la noche se encontró a la distancia con una chica, que para su gusto era muy hermosa. Caminando a paso lento la miraba con detenimiento, sus latidos aumentaban a cada paso dado y su piel se erizaba a pesar de estar muy abrigado con chaqueta y bufanda por el frío abrumador de la noche.

Al ver a la chica notó sus grandiosos ojos, unos marrones claros de tono profundo con iris brillante, un cuerpo espectacular y un cabello oscuro, largo y sedoso, bastante liso con algo de libertad que al tenerlo un poco suelto, con ayuda del viento, la dejaba apreciar realmente deslumbrante.

Para la sorpresa del chico sabía que era muy tímido pero estaba seguro de que era el amor de su vida, sin embargo, él no creía en esas cosas del amor a primera vista pero aquello era algo más que eso, era lo que había estado buscando en toda su vida y por obras del destino lo encontraría en esa fría ciudad de aquella noche tan dulce y mágica de París.

El chico tímido marchaba decidido a decirle algo, reconocía que no tenía nada que perder y le dijo lo que sentía sin esconder nada, y en aquel momento más que responder con su corazón, respondió su alma.

—¡Oye tú! ¡Eres la mujer de mi vida!

La chica lo vio, y al mismo instante de verlo, bajó la cabeza sin prestarle atención, solo intentó ignorarlo. Y al ver que no tenía éxito, el chico lo intentó nuevamente. Se expresaba conforme a lo que sus sentimientos decían:

—Oye, en verdad eres la mujer de mi vida, toda la vida he esperado por ti...

La chica lo volvió a ver, y se quedó muda sin emitir palabra alguna, su mirada se trastornó en apatía, y de nuevo inclinó la cabeza abriendo al mismo santiamén un libro que tenía en sus manos. A su vez el chico ya algo decepcionado al haberlo intentado una vez más, estiró las rodillas un poco para colocarse de sentadillas al frente de ella y le dijo por última vez:

—Está bien, no te molestaré de nuevo... solo quiero saber como se llama el amor de mi vida, si me lo dices, no te intimidaré más.

La chica elevó su mirada y le respondió:

—Me llamo Marie.

Apenas dijo eso, el chico salió corriendo y Marie algo confundida en su carrera se detuvo a verlo, y en ese mismo momento el chico volteó y le afirmó:

—¡Nunca lo olvidaré!

Marie agachó la mirada y se le manifestó una leve sonrisa, movió la cabeza de un lado para otro, pensando a un solo sentir: hombres tenían que ser.

Saltando al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora