Marcus & Hoffman

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Unos años después de la guerra, Hoffman pidió ver a Marcus.
Las escaleras eran de mármol con una alfombra color verde militar y la insignia de la CGO bordada en el centro y a la entrada de las enormes puertas de madera tallada se encontraban dos soldados.

-Sargento Fenix, el Coronel Hoffman lo espera. Lo conduciré a su habitación.- dijo uno de sus guardias
Las puertas se abrieron. Lo primero que había era un corredor lleno de pinturas antiguas, de todo tipo entre ellos héroes de la guerra y por su puesto el retrato de Hoffman. El piso era de madera también, cada paso se podía escuchar en la habitación de junto.
-Victor lleva repitiéndome día y noche que ansía verlo.-
-Umm, me imagino.- dijo Marcus
-Ver a un Coronel no tiene muchas expectativas, menos si se trata de Victor.-
Seguimos avanzando y subimos por una escaleras, en las paredes estaban colgadas las medallas de Hoffman, todas tenían un aspecto muy bueno, incluso las de hace décadas, parecía que las limpiaban todos los días. En el corredor, las puertas estaban abiertas dejando ver lo que contenían en su interior; una oficina donde probablemente Hoffman pasaba mucho tiempo junto con la biblioteca que estaba en frente de la oficina. En otra habitación que ocupaba el lado izquierdo del corredor había una sala de reuniones y finalmente se encontraba al final la habitación de Hoffman.

-Coronel, el Sargento Fenix está aquí.- dijo mientras abría la puerta
Hoffman se encontraba en su cama viendo hacia la ventana.
-Sargento.- dijo Hoffman
-Coronel.- contestó Marcus
-Sabes el ¿por qué estás aquí?- preguntó Hoffman mientras lo miraba
-Bueno, supongo que no es para saber cómo está mi salud, ni como he estado.- dijo Marcus.
Hoffman sonrió maliciosamente.
-Es algo loco Marcus e incluso es algo vergonzoso pero sé que tengo que hacer esto para que el día que muera me pueda ir en paz.-dijo Hoffman mientras ofrecía asiento a Marcus
-Después de que acabó la guerra pensé que podía estar en paz, pero no pude. Todas las noches di vueltas en mi oficina tratando de encontrarle razón a la angustia que me consumía. ¿Alguna vez lo has sentido?- dijo Hoffman
-Si muchas veces. Cuando no pude traer de vuelta a Carlos.-Marcus miró profundamente a Hoffman

La sala cayó en un silencio inmediato y hueco, esos silencios que uno no sabe simplemente que hacer. Si quedarse callado y esperar a que el silencio hable o romperlo.
Hoffman le dio unas palmaditas en su hombro.
-Entiendo que era como tu familia, sargento. Pero ese tipo de cosas ocurren en el campo de batalla. Perdí a muchos hombre en el pero jamás sentí culpabilidad, sabía que habían muerto sirviendo a la patria.- dijo
Marcus solo dio un pequeño suspiro casi imperceptible.
-Todos estos años estuve procesando tu vida, entendiendo cada dolor por el cuál has pasado. Tal vez sueno como un idiota, no puedo siquiera imaginar lo duro que fue perder a tus hermanos en batalla. No puedo.- continuó Hoffman
Se puso de pie y camino hasta la ventana.
-Debo confesar algo Fenix. Después de la ceremonia en memoria de los caídos en la batalla de los campos de Aspho, antes de irme me encontraba en la Tumba de los Desconocidos, tú y Dom llegaron así que decidí retirarme pero miré hacia atrás donde ustedes se encontraban y vi que habías excavado a un lado de la tumba de Carlos y luego vi como dejabas tu estrella en aquel hoyo.-
Hizo una pausa y miró hacia atrás.
-Ese día caí en cuenta lo que hacía el campo de batalla, como arrebata la esperanza de las almas jóvenes de nuestros soldados.-
-Sé que tu y yo tenemos un pasado turbio y oscuro. Hay cosas de las cuales uno se arrepiente después de hacerlas, a mí me tomo más de 3 décadas entender lo que había hecho mal. Fui un idiota Fenix... yo hubiera hecho lo mismo por mi padre, porque ellos son personas irremplazables y darían su vida por sus hijos... y eso fue lo que tu padre hizo.- dijo mientras retomaba asiento
-No sólo dio la vida por mí sino también por la humanidad. Salvó nuestras vidas. Gracias a él, hay un mañana.- Dijo Marcus
-Te dije que sentía una angustia que no tenía manera de detenerla. Comprendí que se atribuía a que me comporte como un imbécil con personas que habían arriesgado su vida por la patria. Te juzgué mal, Fenix.- dijo Hoffman

Miró a Hoffman por unos segundos con sus ojos color azul pálido que intimidaban a cualquiera.
-Sé que un discurso ahora no significa nada para ti, siempre los haz odiado. Sé que no cambiará nada, pero entendí que tenía que estar en paz con una de las personas que más arriesgó y perdió en esta vida.-dijo Hoffman
-Sin resentimientos, Coronel.-afirmó Marcus
Se pusieron de pie y estrecharon sus manos en símbolo de paz.
-Buena suerte, Fenix- dijo Hoffman

Marcus caminó de regreso a la salida y pasó por una habitación que a su llegada se encontraba cerrada, en ella pudo ver en el fondo los retratos de los héroes de la Invasión Lambet. El retrato del fondo era del escuadrón Delta, su marco era de oro macizo con detalles hermosos, en el pie de foto había una placa de titanio con la leyenda "Aquel soldado que hace de sus compañeros una familia, su memoria perdurará hasta el fin sus días".
Marcus embozó una sonrisa y continúo su camino a la salida.
Durante el recorrido, Marcus pensó en lo solitario que lucía la casa, sin conversaciones, sin ruido, sin vida. Hoffman lucía cansado y casi ya sin vida. Recordó como lucía cuando recién salió de la cárcel en la plaza Embry, lucía lleno de vida pero sus ojos mostraban desesperación y angustia. Esta vez era todo lo contrario, Hoffman lucía apagado y demacrado pero sus ojos mostraban tranquilidad.
-Gracias por venir Sargento, Hoffman mencionó que por fin podría morir en paz.- dijo el soldado
-El tiempo decidirá, soldado.- contestó Marcus atravesando las puertas
Marcus nunca tuvo -a pesar de todo- resentimiento hacia Hoffman, lo que le da valor a una persona son sus acciones. Y si, a veces no son tan buenas pero siempre hay tiempo de arrepentirse y corregirlas. Marcus recordó lo que mencionó el soldado "Por fin podría morir en paz" y aunque la muerte no es del todo agradable, embozó una sonrisa sabiendo que al morir, Hoffman, también tendría una.

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