Capítulo 3

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A la mañana siguiente, en cuánto Kristal se despertó se dio cuenta de que todavía no había amanecido, puesto que la habitación estaba en completa penumbra, iluminada levemente por la pulsera de maná, intentó darse la vuelta mirando hacia la pared para poder seguir durmiendo, pero después de estar más de 15 minutos sin lograrlo decidió levantarse, se puso un chaleco encima ya que no se había desvestido anoche por el cansancio, todavía tenía un ligero dolor de cabeza por no haber dormido lo suficiente.

Cerró los ojos mientras inclinaba la cabeza hacia arriba como si mirará el techo, estuvo en este estado de meditación unos minutos hasta que sintió unos leves pasos fuera de su puerta, escuchó atentamente hasta que todo volvió a su estado de quietud, ahí al frente había una pequeña nota con el horario de trabajo del día, lo habían lanzado por debajo de la puerta.

Se dirigió tranquilamente hacia la cocina del lugar, una vez allí tocó levemente la puerta para ver si ya estaba la cocinera regordeta adentro.

-Hoy has llegado temprano, más temprano que cualquiera. -Su mirada era calculadora intentando descifrar si había alguna intención oculta detrás de sus acciones- Bien, ¿Qué esperas, vas a trabajar o seguirás mirándome?

-Vengo a trabajar. - Kristal se colocó rápidamente un delantal que estaba colgado cerca de la entrada, sus ropas de por sí ya estaban increíblemente sucias y no deseaba mancharlas más- Sabes, ya han sido unos días y todavía no sé tu nombre.

-Si quieres seguir con ese bonito cuello tuyo intacto, deberías dejar de hacer tantas preguntas. -A pesar del comentario brusco de la cocinera, no se notaba ninguna agresión particular en su tono de voz- mi nombre no es relevante, ningún nombre nuestro lo es.

A Kristal le pareció que la atmósfera se había vuelto demasiado melancólica, así que se acercó a buscar las ollas que estaban en una pequeña bodega al lado de la cocina, estas habitaciones estaban conectadas por dentro, evitando así que el calor escape, o tal vez estaban diseñadas así para que otras cosas no escapen.

Después de un rato de llenar varias ollas con agua, Kristal se arremangó las mangas de su chaleco que se había humedecido un poco en las puntas, colocó más madera en la estufa a leña y fue a buscar un cuchillo para cortar las zanahorias que estaban ya limpias en la mesa, todos los cuchillos tenían la punta plana, ella suponía que para mitigar el daño en caso de atacar a alguien o minimizar las posibilidades de que las sirvientas lograrán suicidarse.

-Escúchame con atención chica, hoy mantente lo más alejada de los problemas. -La cocinera regordeta empezaba a sudar con el calor que producía la estufa- supongo que la chica rubia ya te contó los acontecimientos nuevos.

-Tanto ella como yo, no tenemos idea de lo que estás hablando. -Kristal intento no levantar de nuevo la mirada de las zanahorias después de casi cortarse el dedo - ¿Qué ocurre hoy?

-Hoy llega el señor, será mejor que le digas a esa chica energética que se guarde su lengua, nadie quiere escucharla- el ceño de la cocinera se profundizó al recordar a Thalia -ella realmente debe tener un deseo de muerte, escuche mientras buscaba unas provisiones como era sarcástica con los guardias, es como si no tuviera ninguna neurona en esa cabecita.

Aunque Kristal se sintió a la defensiva con el comentario hacia Thalia, debía admitir que en parte la cocinera tenía razón, era como si Thalia no tuviera ningún sentido de la autoconservación a veces, siempre probando los límites, realmente era una chica extraña, a veces tan solitaria que no decía una palabra y luego siendo sarcásticas con unos lobos que podrían matarla con dos dedos.

-Ella no hará nada estúpido.

- Mira chica, sé de dónde vienen, por eso te digo que la vida de una sirvienta no es tan mala, podrás mantenerte con vida, simplemente no hagas algo estúpido, no te metas en el camino del señor de este lugar, tampoco con sus amiguitas, si quieres sobrevivir pasa desapercibida.

Alfa DamiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora