Capítulo 12

6.8K 445 19
                                    


Kristal seguía sobándose las manos, el frío no parecía dar tregua. Ya habían pasado 20 minutos desde que se despidió de Alexander, estuvo preocupada discutiendo con él durante unos 15 minutos para que este se fuera, pensó que había llegado tarde a la reunión con su madre, pero suspiró aliviada cuando se dio cuenta de que no era así. Antes de marcharse Alexander le dio una pequeña pinza para el cabello.

-Solo presionala y ahí estaré cuando ocurra algo.

La pequeña tienda de café era muy acogedora, el espacio mantenía muy bien el calor, se agradecía debido a la terrible tempestad que se avecinaba, el ambiente húmedo solo parecía contribuía a la paranoia que Kristal había estado viviendo por el estrés. Aunque esa pequeña ranura en la puerta no estaba ayudando a Kristal prefería encontrarse lo más cerca de una salida dentro de lo posible. Era su madre con quien se encontraría, pero la situación por algún motivo la incomodaba enormemente.

La suave melodía de un piano resonaba por las paredes de madera, impacientemente Kristal golpeteaba suavemente su pie contra el suelo, volvió a dirigir su mirada hacia el reloj tallado de la esquina, otros cinco minutos más se fueron volando, al igual que sus nervios.

Una pequeña alarma en su cabeza le hizo sospechar, el lugar estaba bastante desocupado, había una persona dándole la espalda dos mesas adelante que bebía su café, mientras la mesera limpiaba con agilidad cada mesa. Kristal dirigió la vista a la cantina lejana donde había un hombre limpiando vasos de vidrio, nadie más, tal vez vivir en el bosque le había afectado más de lo que creía, por supuesto que en invierno poca gente salía de su casa a tomar café.

Estaba parándose cuando de nuevo chocó su mirada con la de la mesera que se acercaba para preguntarle si ya iba a pedir algo. Kristal se sobresaltó cuando unos dedos agarraron suavemente su hombro, con brusquedad sostuvo la muñeca en un firme agarre antes de darse la vuelta.

-Madre. -Los ojos de Kristal se humedecieron rápidamente de la emoción, con ambos brazos envolvió el cuello de su progenitora y apretó suavemente. Kristal se tuvo que morder la lengua para aguantarse todo lo que deseaba decir, había pasado por tanto en tan poco tiempo, pero al mismo tiempo no sabía que decir. - ¿Cómo estás? Eliezer, ¿Cómo se encuentra?

Con una risa emocionada y cantarina Grisha acarició los brazos de su hija, con delicadeza la empujo indicándole que se sentara, aunque la detuvo cuando iba a sentarse en la silla más cercana.

-Siéntate al frente mío, no tengo intenciones de ver esa puerta en mi estadía aquí, solo tu rostro.

Kristal ladeó la cabeza algo extrañada, pero obedeció con prontitud esperando que su madre hablara. Kristal observó y consumió con esmero cada detalle que se había perdido durante tanto tiempo en cautiverio, el cabello de Grisha se encontraba más corto que nunca y tenía más arrugas sobre su bello rostro. Aunque había un extraño aire a su alrededor, como si hubiera recibido la vigorosidad de vuelta que perdió hace años cuando los cambiaformas se habían tomado gran parte de las ciudades centrales.

-Tu hermano se encuentra en un estado delicado, como siempre, pero puedo asegurarte de que está en mejores manos que nunca.

Un escalofrió recorrió el cuerpo de Kristal frente a estas palabras. Incomoda tragó saliva y con cuidado movió el vaso que tenía frente a ella para poder reflejar bien la imagen del pasillo en caso de que alguien se acercara a su mesa.

-Y tú pronto estarás mejor, todo va a solucionarse.

Kristal se conmovió con sus palabras, pero ahora se sentía más segura que nunca en su decisión de volver con Damián y su manada, no tenía intención alguna de regresar con los demás humanos que la tratarían como una paria luego de haber estado cautiva. Le preocupaba su madre, pero sabía que Damián aceptaría a su hermano pequeño sin ningún problema.

Alfa DamiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora