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Horas más tarde Derek llegó a su casa y salieron tan veloces que nadie los vio, no tenían un plan en específico ni siguieron una ruta en especial, visitaron museos, centros comerciales, parques, restaurantes tradicionales, lugares históricos y recreativos. Fueron a revelar algunas de las fotografías que Derek había tomado porque ambos creían que era mejor tener recuerdos físicos de los viajes, éste también le comentó que mañana partiría a la ciudad de México a visitar a un viejo amigo y prometió que antes de regresar a Canadá vendría a despedirse de ella. Estaban sentados en una banca desde donde se podía ver toda la ciudad, tomaban un café y reían de sus anécdotas, de repente sus manos se entrelazaron y las risas cesaron, voltearon a verse directamente a los ojos, Vanessa no pudo sostenerle la mirada a aquel chico de brillantes ojos verdes y bajó la cabeza, él solo rió tímidamente —Vanessa, te quiero— espetó y ésta levantó la mirada. —Yo también te quiero— respondió. —Nunca había conocido a alguien igual y vaya que he conocido a muchas personas de todos los entornos— confesó. —Yo no he conocido a tantas personas como tú, y debo admitir que definitivamente eres diferente, ¿qué harás después de esto, continuarás viajando?— preguntó en un tono más serio. —Es lo más probable, realmente me gusta y seguiré haciéndolo— aceptó. —Me alegra que puedas hacer lo que te apasiona, no cambies tu forma de ser Derek— comentó. —No lo haré en tanto tú, tampoco lo hagas y comprendo que tus planes son distintos a los míos— habló sin dejar de observarla. —Sí, son distintos, pero quiero que continuemos siendo amigos y vengas a visitarme, tal vez algún día yo te visité a ti— le pidió. Finalmente se abrazaron sellando el trato, como ya era tarde volvieron a casa y se despidieron porque no lo vería hasta dentro de una semana. Eso fue el final, olvidaron la idea de alguna vez llegar a ser algo más que amigos, aunque se querían bastante y cuando estaban juntos creaban momentos inolvidables, simplemente sus rumbos eran diferentes y no se pertenecían. El tiempo se fue volando, la semana terminó, Derek volvió, se despidió y tomó su vuelo a su hogar, le dejó a Vane algunas fotos de ambos y ella le dio uno de los libros envueltos que Cassandra le obsequió, por ser las obras que más le gustaban a Vanessa, y tenían gran valor sentimental para ella.

Los días seguían transcurriendo a un paso acelerado y no todo marchaba de la mejor manera; Dania estaba enojada sin razón aparente con sus amigas a pesar de que éstas la cuidaran y apoyaran en todo. Las evitaba a toda costa, y en cualquier mínimo detalle aprovechaba para gritarles e insultarlas. No comprendían el porqué de su enojo, intentaron hablar con ella pero fue imposible, optaron por ignorar su actitud y cuando la situación se calmara, platicarían con ella. A mediados del mes tuvieron una sorpresa increíble porque al salir de clases, Cassandra estaba esperándolas para saludarlas y darles grandes noticias, su cabello rubio otra vez, ya estaba mucho más largo y usaba la ropa que Vane le dejó. Las chicas corrieron a abrazarla con una gran emoción. Todas se subieron al coche de Julia para llegar a su casa donde cocinarían algo para festejar el regreso de Cassy. A media comida y entre tantas preguntas, la rebelde aclaró su garganta y anunció — ¡Me quedo!— esto provocó que todas gritaran y ovacionaran a su amiga. Al terminar la comida se disculpó e informó que debía retirarse pues estaba cansada y tenía que ver a su madre. Vanessa y Cassandra se marcharon para que la primera acompañara a la segunda al reencuentro con su mamá, mientras iban caminando en dirección a la casa de la señora Dueñas, un pequeño auto rojo se detuvo al lado de ellas en la banqueta, y Alex se asomó por la ventana — ¡Cassy, Vane! Qué gusto verlas, suban— propuso, abriendo las puertas. Las chicas aceptaron y subieron al auto, él las llevó hasta su destino sin hacer tantas preguntas o entrometerse en el paradero de Cassy. —Muchas gracias, Alex— agradecieron ambas chicas al unisonó. —Cuando se les ofrezca niñas— respondió antes de continuar su camino.

Cassandra tocó el timbre dos veces y esperó llena de nervios a que abrieran, Vanessa esperaba unos cuantos pasos atrás de ella dándole apoyo moral. Pasó tan sólo un minuto pero para Cassandra pareció más de una hora cuando finalmente su madre atendió la puerta, al principio no mostró expresión en su rostro pero al cabo de unos segundos abrió sus brazos para estrujar a su hija y comenzar a llorar, al ver esto Cassandra también abrazó a su mamá y lloró, se soltaron y la metió a la casa. —Vane, ¿quieres entrar?— preguntó sollozando la señora Dueñas. —No, gracias señora, me esperan en mi casa— se negó y volteó a ver a su amiga para decirle << Suerte>> con el movimiento de sus labios, ésta le sonrió de regreso y entró. Vanessa emprendió su camino y marcó a su casa para informar que estaba por llegar, de pronto se sintió ya muy cansada por tantas emociones y decidió ir a visitar a su hermano mayor, de cualquier forma su departamento le quedaba más cerca que la casa de sus padres, en 15 minutos ya estaba tocando el timbre del edificio donde vive su hermano. << ¿Quién es?>>, habló la voz de su hermano a través del interfón —Soy Vanessa Andrade, me gustaría visitarlo, ¿será posible?—exclamó burlonamente. <<Pásale>>, contestó y se escuchó el molesto chirrido de la puerta indicando que había que empujarla.

Al entrar contempló las grandes escaleras de las cuales había olvidado su existencia y el hecho de tener que subir hasta el tercer piso, causó que un enorme sentimiento de cansancio y flojera la invadiera, luchó contra éste y logró llegar a su objetivo. Empujó la puerta ya abierta del departamento de su hermano y al entrar vio un ordenado hogar de paredes azul cielo con lindos muebles minimalistas color caoba, al cerrar la puerta notó un lugar en la pared para colgar las llaves y colocar la correspondencia, ahí también estaba un libro con un separador entre sus páginas indicando estar en proceso de lectura.— ¡Estoy en la cocina!— exclamó una voz ronca llamándola. —¿qué haces Fernandito?— demandó saber mientras lo observaba. —Ya que puedes verme es obvio que estoy cocinando, pero asumiré que tu pregunta fue más precisa y responderé: estoy cocinando alambre de pollo Vanessita, ¿gustas un poco?— comentó de una manera tan intelectual y burlona al mismo tiempo. Siendo suficiente para que se diera cuenta de cuánto había crecido su hermano. Se sentó en el pequeño comedor de cuatro sillas en señal de estar dispuesta a comer con él, y observó otro libro sobre éste con un separador dentro. — ¿Podrías llamar a mamá y decirle que comeré contigo?— pidió amablemente haciendo pucheros. —Claro, ahora lo hago—respondió sin apartarse de su laboriosa tarea. Al cabo de unos quince minutos los platos estaban servidos en la mesa, su madre enterada y ambos comenzaban a ingerir los alimentos, —No está nada mal— expresó al masticar los alimentos y su hermano sonrió levemente en el preciso instante que la miraba con cierta desaprobación, <<Ah claro, no hay que hablar mientras tenemos comida en la boca>>, recordó la chica. Charlaron muy poco durante la comida, cosas sin relevancia: el clima, la escuela, la buena comida, y más que nada disfrutaron de ésta. Al finalizar Vanessa levantó los trastes y los llevó hasta el lavadero en la esquina de la cocina y después se sentó en un pequeño sillón de la sala frente a su hermano. —No te lo tomes a mal, sólo quiero saber a qué se debe tu visita— preguntó distraídamente. Vanessa le confesó estar muy cansada y hambrienta para llegar hasta la casa, además de que hacía bastante tiempo que no tenían un tiempo de hermanos. —Agradezco que vinieras, siempre que quieras lo puedes hacer— dijo mientras buscaba su celular, finalmente lo encontró y le indicó que buscara el control remoto del televisor en lo que el realizabauna llamada, Vanessa se levantó a emprender la búsqueda de éste y en el proceso halló un sinfín de discos de las bandas y artistas preferidos de su hermano e indirectamente de ella también, en su memoria estaban presentes las letras de todas esas canciones; encontró una cantidad impresionante de libros acomodados pulcramente sobre un repisa, no tuvo tiempo de contarlos por estar tán maravillada, incluso se acercó para ver los títulos y tocarlos uno a uno hasta llegar a una sección de libros más descuidados que reconoció inmediatamente. Estos libros fueron las últimas pertenecías que su hermano se llevó tiempo atrás cuando anunció mudarse por su cuenta, la familia pasaba por muy malos momentos, fue justo cuando obtuvo su apodo: "La casa de los gritos", todos estaban tan ocupados en sus asuntos intentando no chocar con los otros para no desatar más caos del existente que nadie se dio cuenta en qué momento Fernando sacó sus cosas, hasta que apareció en la sala justo en medio de una disputa tremenda que sus padres mantenían, con una mochila pequeña colgada en un hombro, llena de estos libros y exclamaba —¡Estoy harto de esto!— salió dando un gran portazo, aunque no lo suficientemente ruidoso para que sus padres se detuvieran, de seguro su hermano había pensado en una frase mejor, pero la situación le provocó entrar en pánico y huir tan veloz que cuando las pequeñas salieron intentando detenerlo, él ya iba muy lejos manejando furiosamente. Un escalofrío aterrador recorrió el cuerpo de Vanessa al terminar de recordar esa escena, estaba agradecida que tiempos mejores hubieran llegado. Prosiguió buscando el control remoto y en su lugar aparecieron un par de cajetillas de cigarros, estole molestó bastante a Vanessa, repudiaba que las personas fumaran, no había forma de que tolerara eso, así que las tomó para cuestionar a su hermano sobre ellas. Al volver a la sala Fernando ya había encontrado el control y veía la televisión relajado sobre un sillón, en cambio al ver a su hermana sosteniendolas cajetillas en alto, su cuerpo se tensó y de un salto se levantó para quitárselas.—Explica eso Fernando— recriminó con una expresión seria en el rostro. —Son de unos amigos supongo, tuve una fiesta hace poco y debieron olvidarlos— mintió, evadiendo el contacto visual y guardándolos dentro de un gabinete en la cocina.—Sabes lo que opino de todo eso, sé que no soy tu mamá aunque escucharme no te haría nada mal— espetó intentando calmarse. —Tranquila, ya estoy grandecito y sé cuidarme, gracias por preocuparte — respondió abrazándola pero ella estaba consciente del engaño. — Planeaba visitarlos más tarde, hay algo importante que hay que hablar, te lo diré a ti primero— agregó al cambiar el tema de conversación.

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