6. Oscuridad desconocida.

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—¿Qué pasó, Matt? —preguntó demasiado ansioso para darle un sorbo al café que le acababan de llevar. Matt estaba pálido y con algo de sudor parlando su frente a pesar del frío, de camino a esa poco concurrida cafetería apenas y había hablado para darle un monótono saludo que logró inquietarlo más de lo que estaba.

Se había abstenido de llevar a Alessandra a la facultad, sospechaba no quería verlo y la verdad es que prefirió poner algo de espacio entre los dos, al menos esa mañana, con ella siempre estaba demasiado atento, demasiado interesado en cada movimiento que hacía, en cada palabra saliente de esa curvada boca corazón que lo mantenía despierto, expectante.

Había caminado sin rumbo hasta que llegó la hora de entrar en la librería y después, la hora en que su amigo pasara por la misma para poder hablar. Matt era demasiado fácil de descifrar, apenas lo vio supo que no lo había citado por una tontería, necesitaba saber qué era. La espera lo estaba aniquilando.

—No sé por dónde empezar, Gabe —susurró claramente turbado—. Es tu familia, han estado... —Gabriel se incorporó en su asiento apenas escuchó la primera palabra—, recibiendo amenazas —completó Matt—, de nuevo.

Sintió cómo perdía color en el rostro. No, no, no, él se había alejado para mantenerlos a salvo, lejos de toda esa tormenta, seguros y felices como él sospechaba nunca podría volver a ser, aunque lo intentara.

La voz le falló cuando habló por fin.

—¿Qu- qué clase de amenazas?

—Sabes el estilo de Samantha, va desde secuestros a asesinatos —respondió con sigilo—. Esta mañana me ha llamado tu mamá, han reforzado la seguridad, estaba muy nerviosa, dijo que tu hermana siempre tiene miedo y aunque tu papá trata de relajarlas, ellas temen por otra cosa..., temen por ti, Gabe. Todos en realidad. ¿Qué sentido tiene todo esto? —declaró harto también de la situación en un tono más elevado—, sabe que te ocultas, vuelve con ellos.

A Gabriel la cabeza le daba vueltas, intentaba asimilar lo que Matt le decía. No daba crédito a sus palabras. ¿Cómo se le ocurría tal cosa?

—¿Volver? —susurró incrédulo—. ¿Acaso te has vuelto loco, Matthew? No puedo regresar sabiendo que sólo me llevaré los problemas que justamente me trajeron a esta jodida ciudad, mucho menos los llevaré a mi hogar. No, eso no pasará hasta que esa mujer demonio esté en prisión por todo lo que ha hecho. Además, ella ya sabe que estoy vivo, eso es un jodido hecho, pero no en quién me he convertido o dónde estoy, aún podemos encontrar algo en su contra. Quizá y eso que sugieres es lo que ella espera, quizá es una trampa. No atacará hasta cierto punto y tampoco pienso subestimarla, me dijiste que reforzaron la seguridad, bien, no es suficiente, necesito vigilancia las 24 horas para mi hermana, mi mamá casi no sale; pero lo mismo con ella, no aceptaré errores, mi papá ha de estar encargándose de ello, aunque igual necesito cerciorarme que están bien... —estaba completamente molesto, abatido. No sabía en qué momento se había levantado de la silla, mucho menos desde cuándo había empezado a caminar furioso a la salida del local con Matt a su espalda. Le había dolido el que su mamá no lo hubiera llamado a él, sabía no podía, mucho menos en la situación en que ahora se encontraban, pero se le hacia insoportable, un recuerdo de que él sólo sabía dañar, llevar consigo únicamente cosas malas y que no merecía ser querido por nadie porque eso podía convertir a cualquiera en una víctima.

—Gabriel, espera —ya afuera Matt lo hizo virar para que lo encarara, sabía lo afectado que estaba, pero no podía seguir ocultando lo ocurrido—. Tu padre no se está haciendo cargo, Marc lo ha estado supliendo desde hace algunas semanas en sus negocios incluso.

—¿De qué coño me hablas? —siseó—. ¿Por qué mi padre no se encargaría si a él lo que más le importa es nuestra seguridad y en segundo plano el legado familiar? —sabía sonaba como un niño, pero así era, no entendía. Incluso aunque sabía Marc, abogado de la familia, podía manejarlo y que era de confianza, nada le encajaba, por qué su papá le impondría tremenda responsabilidad.

Gabriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora