9. Confusión.

94 11 15
                                    

El fin de semana pasó en un suspiro. Ella entre montones de trabajos pendientes y ambos con la idea fija de ser una buena compañía para Matthew, a Alessandra y a su compañero de piso no les dio tiempo de continuar con la extraña y nueva relación que había surgido, aunque sí con el suficiente para más de una mirada significante.

Por lo que el lunes ambos se sorprendieron cuando Matt salió de la habitación uniformado, dispuesto a ir a trabajar, con un semblante decididamente mejorado los despidió a ambos con un vago gesto con las manos.

—¿Irás a trabajar? —cuestionó Gabriel acercándose con Alessandra a su espalda igual de intrigada. Apenas y había querido comer esos días, ni hablar de levantarse de la cama y ese día se notaba más fuerte, más como él mismo aunque su mirada triste y ensombrecida no la podía disimular por más que quisiera. Sus heridas superficiales ya estaban casi cicatrizadas.

—Tengo qué. Adiós, chicos —le dio un beso en la sien a Alessandra y a su amigo un golpe en el brazo. Murmuró que no se preocuparan mientras cruzaba la estancia para luego cerrar la puerta a su espalda.

Aún confundidos siguieron en lo suyo. Mientras Gabriel preparaba el desayuno, ella repasaba unas cuantas notas para su primera clase en el amplio mesón de la cocina, de espaldas a él, aprovechando para observarlo cada que podía. A pesar de su sobrepeso y de su enmarañado cabello el chico le resultaba a Alessandra inquietantemente lindo, su seguridad, su inteligencia, su carácter, incluso su humor cambiante y..., ¿existían unos ojos más hermosos? Aunque Alessandra intentaba evitarlos lo más que podía, ella misma admitía que no podía hacerlo mucho, siempre se encontraba atrapada por ellos. Por lo que podía percatarse de que lastimosamente su belleza no ocultaba las sombras, la tristeza parecía una constante en su mirada..., y eso a ella le dolía.

Cuando Gabriel giró y la vio tan absorta en sus pensamientos y tan desanimada de inmediato se puso en alerta.

—Hey —le llamó suavemente—, no te preocupes por Matt. Necesita distraerse.

—No es Matt quien me preocupa —se levantó rápidamente de la silla que ocupaba mientras recogía sus cosas.

—¿Es tu padre? —Alessandra sonrió tristemente. Pensaba en todos a su al rededor, menos en sí mismo.

Aprovechó cuando él se giró atendiéndole a algo en la estufa.

—Tengo que irme.

Antes de que Gabriel pudiera decir nada o reaccionar siquiera ya Alessandra estaba del otro lado de la puerta.

Suspiró pero intentó no darle tantas vueltas.

(•)

Alessandra recorría sola el camino de vuelta a casa desde donde Julie la había dejado luego de que pasaran toda la tarde juntas. Esta había insistido en dejarla en su puerta pero ella se negó.

Había tenido un día largo y mucho trabajo por hacer pero le apetecía caminar, su padre la había llamado sin ninguna otra intención que alterarla a mitad de camino, su humor había tenido un estrépito desde que colgó la llamada, una cosa era que Alessandra fuera paciente y flexible, otra muy distinta que se dejara manipular. Las cosas entre ellos cada vez parecían menos posibles de salvar y eso empezaba a atormentarla.

Cuando estaba a menos de cinco cuadras notó un auto a su lado que había bajado la velocidad para seguirle el paso, ni siquiera se dignó a voltear por lo que el conductor tocó la bocina y ella se sobresaltó, lo escuchó reír y lo encaró algo molesta. Odiaba que se rieran a su costa.

—¿Qué quieres? —le espetó cuando vio a su enigmático compañero de piso al volante. De pronto también estaba molesta con él. Porque no lograba comprenderlo, porque su personalidad era genial y la entendía hasta cierto punto, era encantador sin intentarlo y le estaba calando hasta lo más profundo. Pero sobretodo porque el muy idiota aún no se había dignado a besarla. ¡Cómo se atrevía!

Gabriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora