El ambiente era tenso, insoportable. Gabriel intentaba mantenerse inmutable. Jeff se aclaró la garganta.
–¿Debería dormir tanto? Son más de las diez treinta.
–Un esguince en el tobillo no es poca cosa. Ha tenido una larga noche..., claramente llena de dolor y por supuesto nada merecida –vio complacido cómo se revolvía inquieto. Él mismo, impotente, había escuchado sus quejidos durante toda la noche y más de una vez tuvo que obligarse a sí mismo a mantenerse de su lado del pasillo, él tampoco había podido posar la cabeza en la almohada y aunque expresamente se ofreció a atenderle durante la noche Julie prácticamente lo había echado de la habitación indignada ante su subliminal mención de que ella no podría cuidar a su mejor amiga–. En serio, Jeff, deberías venir a verla otro día y con suerte para todos no harás que se le doble otra parte del cuerpo.
Jeff permaneció quieto, llevaba poco más de veinte minutos en el mismo sitio desde su llegada, Logan le había abierto la puerta como dándole la bienvenida al infierno y lo había invitado a sentarse, lo tenía al frente, serio y malditamente callado, como máximo habían compartido cinco oraciones, cosa que estaba perfecta para ambos pero no dejaba de ser incómodo ni dejaba de alterarle los nervios.
–Yo...-Gabriel lo cortó alzando la mano al aire por un segundo.
–No me interesa oír de nuevo tu ridículo discurso de no-fue-intencional. Vete de una vez –Jeff resopló burlón.
–No me iré hasta verla –Gabriel negó divertido dirigiéndose a su habitación, tenía cierta gracia el ser quien hacía al idiota molestar.
–Cierra al salir, por favor.
–No sé quién diablos te crees para impedírmelo, imbécil –antes de que Gabriel lo registrara ya Jeff estaba abriendo la única puerta del apartamento que con letras fluidas y esparcidas invitaba cordialmente a tocar antes de entrar, cosa que ninguno hizo, claramente. Al abrir la habitación los noqueó con su esencia en todos lados, en cada rincón, Gabriel la sabía dormida, ya él tenía una imagen de la hermosa chica dormida y se negaba rotundamente a compartirla, sobre todo con alguien como Jeff, pero ahí estaba él, respirando su mismo aire. Mirando absorto cómo su cabello estaba desparramado por la almohada y enmarcaba su cara. La imagen era agobiantemente preciosa. Aprovechando su aturdimiento logró sacarlo y cerrar la puerta a su lado.
–Me creo el puto dueño del apartamento –contestó a su anterior comentario.
–Pero no de ella, idiota –gruñó, harto, contenido. Gabriel lo tomó del brazo, su resistencia era casi inútil ante su fuerza, lo llevo fuera y de un portazo se despidió de él. Entonces lamentó haberlo hecho cuando escuchó una débil voz llamándolo, la había despertado.
–¿Eres tú, Logan?
–Sí, Alessandra –le sonrió una vez en su cuarto, ella le devolvió una lánguida sonrisa y palmeó un espacio a su lado, tomándolo por sorpresa.
–Acompáñame –él se sentó con cuidado de no mover su pie–. ¿Sabes dónde está Julie?
–Fue a la farmacia –ella arrugó la cara–. No te gustan los medicamentos –negó–. Son para tu bien –Alessandra se rió.
–Suenas como mi abuelo... Sólo me mandaron reposo –se estiró, Gabriel la contempló–. Lo único que me agrada de esta situación es que tengo a alguien como tú para hacerme compañía –pestañeó en lo que ella pretendía parecer sensual. Quizás aún estaba muy medicada, se retorcía tanto cuando la examinaron que tuvieron que ponerle anestesia local además de darle varias pastillas fuertes para el dolor, o quizás al fin iba a dejar de ser una promiscua tímida..., quién podía saberlo. Él rió con ternura. Ella siguió hablando–: así que estamos solos –Gabriel la miró interrogante, a Alessandra no se le ocurría nada para decir cuano notó su mirada hasta que vio su estantería–, ¿podrías leerme algo? –él se rió algo decepcionado.
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Gabriel ©
RomanceGabriel; obligado a madurar y cambiar de manera abrupta pagando por las malas decisiones de su pasado. Indiferente, controlador y con la vida hecha trizas. Alessandra; vivaz y jovial, una soñadora empedernida de mirada chispeante. Pero con cicatri...