7. Deseada compañía.

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Gabriel despertó con la sensación de estar cayendo y apenas le dio tiempo de poner sus manos para protegerse el rostro del suelo pues se había sobresaltado y luego había caído de bruces. El golpe de su cuerpo contra el frío suelo resonó y una vez levantado y habiendo dicho algunas malas palabras escuchó otro golpe, este nervioso y tímido proviniendo de su puerta.

—¿Logan, está todo bien? —escuchó a Alessandra del otro lado de la puerta hablar con su endemoniadamente adorable voz mañanera, casi podía verla bostezando al terminar de hacer su pregunta. Agradeciendo a todos los dioses que siempre dormía con seguro.

—Sí, Alessandra. Todo bien —dijo tallando sus ojos, buscando desperesarse aunque le había bastado escucharla para lograr tal fin.

Al poco rato y ya frente al lavamanos mientras mojaba su rostro escuchó de nuevo a Alessandra, después de haber tocado la puerta.

—¿No vienes a desayunar? —inquirió con la voz tintada de curiosidad—. Hice panqueques —añadió al no obtener respuesta, Gabriel rio y afirmó en voz alta para ser escuchado.

Una vez listo, oculto y viéndose como uno de esos chicos que siempre había evitado en preparatoria, salió de la habitación, Alessandra estaba sentada en la mesa ya engullendo su plato, notó que en la silla frente a ella estaba otro, donde supuso, debía sentarse él. Ella al escucharlo levantó la vista y saludó con la mano, Gabriel ladeó la boca, la imagen de ella comiendo con tanta alegría era de lo más tierno que había visto. Se insistía a sí mismo que todos esos pensamientos eran por estar conviviendo, por lo que la veía demasiado parecida a su hermana y nada más, que no debía preocuparse.

—Buenos días —saludó mientras se sentaba. Alessandra sonrió luego de dar un trago a su jugo de naranja.

—Lamento no haberte esperado, pero tardaste demasiado.

Su rutina había pasado por muchos cambios, su aspecto desaliñado y corriente tomaba especialmente más tiempo del que le gustaba al principio y luego, quizás ya por la propia costumbre, se había ido reduciendo hasta quedar en algo más de veinte minutos. Los cuales seguían siendo demasiado para un hombre, sin embargo, Gabriel nunca había tenido a nadie cerca aparte de Matt que le dijera que había tardado y el hecho de que Alessandra lo notara se le antojaba inquietante pero esperó que no le diera demasiada importancia o pensara demasiado en ello.

Cuando la vio de nuevo alegremente dando otro bocado sin tener idea de lo que en su mente rondaba sabía que no debía preocuparse. Asintió.

—Sí, lo lamento. ¿Me esperaste mucho rato? —cuestionó cuando la vio tomando su plato para llevarlo a la cocina. Ya se lo había acabado todo.

—La verdad es que no, pero he tenido que comer rápido. Debo irme a la facultad ahora mismo —decía mientras procuraba dejar todo ordenado, para luego entre corriendo y andando encaminarse al baño de su habitación a lavarse los dientes.

—Oh, claro que no. Yo te llevaré —declaró Gabriel en cuanto la vio salir, ya había guardado su desayuno y se estaba poniendo el abrigo, no iba a dejar que se fuera sola de nuevo. No si podía evitarlo y no decía estupideces. Alessandra paró en seco mientras levantaba una ceja.

—Puedo irme sola —vociferó firmemente.

—Eso nadie lo ha puesto en tela de juicio. Pero yo te llevaré.

—No lo creo —Gabriel rio, era demasiado terca y sabía que le había tocado un poco el orgullo el hecho de que un chico como era Logan, un pelele y patético chico con cara de virgen le hubiera dicho aquello el día anterior, por más que intentara no darle importancia.

—Sí te irás conmigo —zanjó tranquilamente.

—He dicho que no —tarareó.


—Gracias por traerme —musitó Alessandra a regañadientes mientras bajaba de su auto. Ni siquiera sabía cómo la había hecho acceder pero ahí estaba, con las mejillas imposiblemente sonrojadas por el frío y sonriéndole tímidamente. Debía admitir que su actitud era más por simple orgullo porque de verdad apreciaba sus gestos, su compañía, sobretodo.

Gabriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora