PARTE NUEVE

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En el momento en que Hongbin estaba viendo marcharse a su novio fugitivo, Leo estaba sentado en la enorme oficina, situada en la parte alta del cuartel militar, con los pies sobre el escritorio, era la primera vez en mucho tiempo que podía hacer eso ya que siempre se encontraba atiborrado de papeles, envoltorios de comida chatarra, informes a medio terminar, memorandos, formularios y otras basuras. Leo no era del tipo de hombre ordenado por naturaleza. Su casa se mantuvo limpia solo la primera semana que Hyuk se fue, pero ahora después de 4 semanas, parecía que un huracán lo había atacado.

Se sintió cómodo observando el gran trabajo en limpieza que había logrado, además de que estaba por demás entusiasmado de que la investigación sobre narcóticos hubiera terminado. Ahora tenía tiempo de sobra ya que sus investigaciones fueron las precisas para lograr la captura del cártel que tanto habían perseguido por cerca de un año.

Había sido un muy buen verano a excepción de que todo no era suficiente a causa de Hyuk, ese estúpido había arruinado que su carrera militar hubiera dado un paso tan grande gracias a la captura de toda esa red de narcotráfico. Su equipo logró detener a cerca de 30 personas y muchas de ellas peces gordos dentro de la policía y la política. Pero su pequeño novio transformó todo en una mierda, en un verano terrible para ser exactos.

Esperó dar con él mucho antes, pero no lo había conseguido. Hyuk seguía allí fuera. Allí fuera, en alguna parte.

Había ido al aeropuerto el mismo día en que interrogó a su buen amigo de aspecto denigrante en el parque. Fue con una fotografía de Hyuk, pero de nada le había servido.
Cuando mencionó las gafas de sol y la gorra de un color rojo brillante, uno de los dos vendedores del
turno de día de la central de autobuses había reaccionado. El problema era que el vendedor no recordaba a dónde había ido el chico, y no había forma de averiguarlo por los archivos, porque no existían. El chico había pagado en efectivo y no había facturado equipaje alguno.

Los horarios de salidas solo eran 3 así que supuso que su pequeño no hubiera deseado permanecer mucho tiempo en la terminal por lo que cometió su primer error al pensar que Hyuk se iría en el primer autobús de esa tarde. Pero no, eso solo lo llevo a una pista que le costó dos semanas de atraso en su búsqueda, al final quedaba solo una opción hacia la costa sur que había elegido, pero ese era el viaje más largo y sabia que su querido novio no era muy amante de querer estar lejos del lugar donde nació y creció..., no un ratoncito asustado como él. Pero ahora...

Las palmas de las manos de Leo estaban cubiertas por un fino encaje de cicatrices semicirculares. Se las había hecho con las uñas, pero el verdadero origen se hallaba en lo más profundo de su mente, un horno que había tenido encendido a la temperatura máxima durante casi toda su vida.

-Pues más te vale estar asustado.-Murmuró. -Y si aún no lo estás, te garantizo que pronto lo estarás.

Sí, tenía que encontrarlo.

Todo había dejado de importarle desde que lo abandonó, nada parecía tener un equilibrio, nada disfrutaba, ni el haber tenido sexo con otros chicos. Todo carecía de importancia menos que se hubiera marchado olvidando que el era el rey de la selva, el cabron más despiadado que lo haría pagar por haberse robado su tarjeta a un precio muy alto.

Demasiado alto.

Había estrangulado a uno de los chicos con los que se había acostado desde que Hyuk se fuera. Lo había estrangulado y luego lo había dejado detrás de un silo de cereales en la orilla occidental del lago.

¿Cabía atribuir aquella muerte a su mal genio? No lo sabía; qué locura, ¿eh? Qué auténtica chifladura.
Lo único que sabía era que había recogido al joven en el barrio de putas de Jeojunt, un chico pálido con pantalones ceñidos de color cervato y caderas estrechas. No se había percatado de lo mucho que se parecía a Hyuk (o eso era lo que se
decía ahora y por tanto tal vez incluso creía) hasta que se lo estaba tirando en el asiento trasero de su
coche de servicio. Lo que sucedió era que el chico había
vuelto la cabeza, y las luces que rodeaban la cima del silo más cercano le habían iluminado la cara por un instante, lo iluminaron de una manera muy especial, y en ese momento aquel puto había sido Hyuk, la zorra que lo había abandonado sin siquiera dejarle una nota, sin dejarle ni una puta nota, y antes de darse cuenta de lo que hacía le había rodeado el cuello con el bóxer, y el mariconazo había sacado la lengua y los ojos se le habían salido de las órbitas como canicas de cristal. Y lo peor era que, una vez muerto, el chico no se parecía en nada a Hyuk.
Bueno, no se había dejado dominar por el pánico..., ¿Por qué iba a dejarse dominar por el pánico?
No había sido la primera vez, ni mucho menos.

¿Lo había sabido Hyuk? ¿Lo había presentido?
¿Por eso se había marchado? Porque temía que él pudiera...

-No seas pendejo. -Masculló, y cerró los ojos.

Se rasco la cabeza tratando de entrar en calma. No podía perder la compostura en el cuartel.

Días después estuvo llamado a la policía de la más cercana de las dos ciudades, se identificó y luego había nombrado a Hyuk como principal sospechoso de una estafa de tarjetas bancarias a gran escala (la tarjeta era lo peor de todo, y la verdad era que ya no podía dejar de pensar en ella). Lleno de mensajes las contestadoras de todas las casetas de policía con el anuncio de que era un peligroso estafador y que debía ser puesto tras las rejas cuanto antes. La fotografía de su novio había sido enviada a todas y cada una de las comandancias para que los policías de cada turno tuvieran bien identificado al mocoso. Estaba llevando todo demasiado lejos, pero de todos modos le parecía poco.

Bajó los pies del escritorio y tomó de su cajón un portafolio con el expediente de investigación que había abierto de Hyuk. Las averiguaciones de ese caso a penas se estaban formando, pero poco a poco iba tomando forma.

El teléfono sonó dando grandes timbrazos. Descolgó con pereza, debía ser alguno de los lacayos felicitandolo por la captura tan exitosa.

-Sí, ¿Diga?

-¿Coronel Taek Woow? No se si me recuerde. Habla con la persona que visitó en la taquilla de la central de autobuses. ¿Me recuerda?

-Sí, soy yo. Y claro que lo recuerdo. Dígame, ¿Recordó algo más?

Del otro lado del auricular pudo escuchar el ajetreo de la taquilla.

-Sí señor. Hoy en la mañana que atendía a una señora, recordé que el chico que anda buscando, fue muy rara su manera de pedir el boleto. Normalmente la gente pide el destino, pero el dijo el destino y el horario. Eso no pasa normalmente. Dijo: "A la costa Sur, el que sale en 10 minutos." ¿Eso cree que pueda servirle de algo?

-¡Sí! ¡Sí, por supuesto! ¡Gracias, señor!

-Me alegro de haberle sido útil. Deben de morirse de ganas de echarle el guante.

-Pues sí. -Repuso Leo, esbozando de nuevo aquella sonrisa que siempre había helado la sangre de Hyuk y lo había impulsado a retroceder hacia una pared para protegerse los riñones. -No sabe cuánto.

-¿Forma parte de algo peligroso? ¿El chico al que buscan? -Preguntó a continuación.

-No, es una estafa relacionada con tarjetas de crédito. -Explicó Leo y colgó el teléfono y dejó con la palabra en la boca al señor que le había ayudado.

Volvió a poner los pies sobre la mesa. Se reclinó en su silla y contempló el techo.

-Eso, una estafa relacionada con tarjetas de crédito. -Masculló. -Pero ya sabes lo que dicen del largo brazo de la ley.

Alargó la mano izquierda y abrió el puño, dejando al descubierto la palma manchada de sangre.

Flexionó los dedos también ensangrentados.

-El largo brazo de la ley, zorra. -Repitió, y de repente se echó a reír. -El puto largo brazo de la ley va a por ti. Ya puedes ir preparándote.

Siguió flexionando los dedos, observando las gotas de sangre que salpicaban la superficie de su
mesa, despreocupado, riendo, sintiéndose bien.

Las cosas volvían a encarrilarse.

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora