CAPITULO II PARTE DIECIOCHO

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—¡Leo! —gritó Hyuk en la oscuridad—. ¡Leo, suéltalo! 

La mano de Bin, que le había rozado el brazo desde que Hyuk sacara la llave de la cerradura, desapareció de repente. Hyuk oyó pasos tambaleantes, patadas tambaleantes, en la oscuridad. Al cabo de un instante le llegó el golpe de alguien al chocar contra la pared del vestíbulo. 

—¡Te voy a matar, hijo de perra! —oyó susurrar en las tinieblas—. Y, te lo aseguro, si Dios me lo permite... 

"...te mataré dos veces", completó Hyuk mentalmente antes de que Leo pudiera terminar la frase. Era una de las amenazas favoritas de Leo, que profería con frecuencia contra la pantalla del televisor cuando un árbitro pitaba una falta que iba en contra de los adorados Yankees de Leo o cuando alguien le cortaba paso en la calle. "Si Dios me lo permite, te mataré dos veces". 

Y entonces oyó un sonido ahogado, gorgoteante, y por supuesto se trataba de Bin. 

Era Bin, al que las manos grandes y fuertes de Leo estaban arrancando la vida del cuerpo.

En lugar del terror que Leo siempre le había infundido, Hyuk sintió que volvía a embargarle la furia que había experimentado en el coche de Hale y luego en la comisaría. Esta vez, la furia casi pareció devorarlo. 

—¡Déjalo en paz, Leo! —gritó—. ¡Quítale las putas manos de encima! 

—¡Cierra el pico, zorra! —surgió de la oscuridad.

Pero Hyuk detectó sorpresa además de rabia en la voz de Leo. Hasta aquel momento no le
había dado una sola orden (jamás a lo largo de su mnoviazgo) ni le había hablado en aquel tono.

Y otra cosa... Hyuk percibió un aro de calor opaco sobre el lugar que Bin le había estado rozando. Era el brazalete. El brazalete de oro que le había dado el hombre de la túnica, y en su mente, Hyuk  lo oyó espetar: ¡Deja de lloriquear como un estúpido cordero degollado! 

—¡Suéltalo, Leo, te lo advierto! —gritó de nuevo.

Echó a andar hacia el lugar de donde procedían los jadeos y los gruñidos. Avanzaba con los
brazos extendidos como si fuera ciego, la boca abierta en una mueca terrible.

"No vas a estrangularlo", pensó. "No vas a estrangularlo; no te lo permitiré. Deberías haberte marchado, Leo. Deberías haberte marchado, deberías habernos dejado en paz mientras aún estabas a tiempo".

Pies golpeando impotentes la pared justo delante de el, y Hyukimaginó a Leo apretando a
Bin contra el, con los labios separados en aquella sonrisa mordedora, y de repente se convirtió en un hombre de cristal lleno de un líquido de color rojo pálido, y ese líquido era pura furia. 

—¡Cabrón de mierda! ¿Es que no me has oído? ¡He dicho que lo sueltes!

Alargó la mano izquierda, que ahora se le antojaba fuerte como la garra de un águila. El brazalete le quemaba como una brasa, y tuvo la sensación de que casi podía verlo, incluso a través de la playera y la chamarra que le había prestado Bin, de que podía verlo relucir como un ascua encendida. Pero no sentía dolor alguno, tan sólo una suerte de euforia peligrosa. 

Asió el brazo del hombre que le había pegado durante mas de cinco años y tiró de él. Le resultó asombrosamente fácil. Le oprimió el brazo a través del tejido resbaladizo e impermeable del abrigo y lo arrojó a la oscuridad. Oyó el tamborileo de sus zapatos cuando tropezó, luego un golpe y el estallido de vidrios rotos. 

Percibió la tos y las arcadas de Bin. Alargó las manos hacia él con los dedos separados, encontró sus hombros y posó las palmas sobre ellos. Estaba doblado hacia delante, intentando respirar pero sin conseguir más que toser. 

A Hyuk no le sorprendió. Sabía lo fuerte que era Leo.

Deslizó la mano derecha por el brazo izquierdo de Bin y lo asió por el codo. Le daba miedo
emplear la mano izquierda y hacerle daño. Percibía el poder que emanaba de el, que palpitaba en el. Tal vez lo más aterrador de aquella sensación era que le encantaba. 

—Bin —susurró—. Vamos. Ven conmigo.

Tenía que llevarlo arriba. No sabía exactamente por qué, todavía no, pero no le cabía la menor duda de que cuando necesitara saberlo, lo sabría. Pero Bin no se movió, sino que se limitó a seguir con las manos apoyadas en las rodillas, tosiendo y sufriendo arcadas. 

—¡Vamos, maldita sea! —susurró Hyuk en tono perentorio.

Había estado a punto de decir maldito seas, y sabía a quién se parecía, oh, desde luego que lo sabía, incluso en aquella situación desesperada. Sin embargo, aquel susurro puso a Bin en movimiento, y eso era lo único que importaba. Hyuk lo condujo a través del vestíbulo con la seguridad de un perro guía. Bin seguía tosiendo y a punto de vomitar, pero al menos podía caminar. 

—¡Alto! —gritó Leo desde su porción de oscuridad con voz oficial y desesperada a un tiempo—. ¡Alto o disparo!

"No, no vas a disparar, porque eso estropearía la diversión", pensó Hyuk, pero, en efecto, Leo disparó con la 45 del policía muerto inclinada hacia el techo, y el estallido resonó de un modo ensordecedor en el espacio cerrado del vestíbulo antes de dar paso al hedor de la pólvora quemada, tan penetrante que hacía aflorar las lágrimas. También se produjo una breve explosión de luz rojiza, tan intensa que dejó en los ojos de Hyuk dibujos semejantes a tatuajes, y supuso que era por eso por lo que Leo había disparado; para echar un vistazo al panorama, saber qué lugar del panorama ocupaban el y Bin. Y ese lugar era el pie de la escalera.

Bin emitió otro sonido estrangulado y se desplomó contra el, lanzándolo contra la pared de la escalera. Mientras pugnaba por no caer de rodillas, Hyuk oyó el sonido de los pasos de Leo acercándose a toda velocidad.

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora