PARTE DIECINUEVE

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A última hora de la tarde de aquel miércoles, Hyuk entró casi flotando en La Cafetera Caliente. Pidió un té y una pasta antes de sentarse junto al ventanal, y comió y bebió con lentitud mientras contemplaba el río infinito de transeúntes que caminaban por la calle, en su mayoría empleados de oficina que se dirigían a sus casas. En realidad, La Cafetera Caliente le quedaba un poco lejos ahora que ya no trabajaba en el restaurante de mesero, pero había ido sin vacilar de todas formas, tal vez porque allí había pasado tantos buenos ratos tomando café con Ravi después del trabajo, tal vez porque no era un buen explorador, al menos de momento, y conocía y confiaba en aquel lugar.

Había terminado de leer El pez manta hacia las dos, y cuando cogía la mochila de debajo de la mesa, Rhoda Simons había hablado por el altavoz.

—¿Quieres descansar un poco antes de empezar con el próximo, Hyuk? —le había preguntado.

Así de fácil. Había esperado que le encargaran las otras tres novelas de Bell/Racine, había creído que se las encargarían, pero saberlo no era lo mismo.

Y eso no era todo. A las cuatro, después de leer dos capítulos de una novela de suspenso espeluznante y barata titulada Mata todas mis mañanas, Rhoda le había preguntado si le importaría ir con ella un momento al almacén.

—Ya sé que suena raro —explicó—, pero es que me muero de ganas de fumarme un cigarrillo, y es el único lugar del puto edificio donde me atrevo a fumar. La vida moderna es una mierda, Hyuk.

Una vez en el almacén, Rhoda había encendido un Marlboro y se había sentado sobre una repisa entre dos bocinas con una indolencia que delataba un largo hábito. Cruzó las piernas, encajó el pie derecho tras la pantorrilla izquierda y miró a Hyuk con expresión escrutadora.

—Me encanta tu pelo —empezó.

Hyuk se lo tocó con timidez. La tarde anterior había ido a la peluquería movido por un impulso..., cincuenta dólares que no podía permitirse..., pero que había sido incapaz de no gastar.

—Gracias —repuso.

—Jiong te va a ofrecer un contrato, ¿sabes?

Hyuk frunció el ceño y meneó la cabeza.

—No, no lo sabía. ¿De qué estás hablando?

—Puede que se parezca al tipo ese que sale en las tarjetas del Monopoly, pero trabaja en el negocio de los libros en audio desde 1985 y sabe lo bueno que eres. Lo sabe mejor que tú mismo.

—Crees que le debes mucho, ¿verdad?

—Sé que le debo mucho —replicó Hyuk con sequedad.

No le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación; le recordaba aquellas obras de
Shakespeare en las que la gente apuñalaba a sus amigos por la espalda antes de enzarzarse en soliloquios mojigatos y eternos acerca de la inevitabilidad de lo sucedido.

—No dejes que tu gratitud se interponga en el camino de tus intereses —advirtió Rhoda al
tiempo que tiraba la ceniza del cigarrillo a la pila y la hacía desaparecer —. No conozco la historia de tu vida y no tengo especial interés en conocerla, pero sé que has leído El pez manta en sólo ciento cuatro tomas, lo que es genial, y sé que tienes la misma voz que Pierce Brosnan. También sé, porque lo llevas escrito en la cara, que estás solo y no estás acostumbrado a eso. Eres tan tabula rasa. ¿Sabes lo que significa eso?

Hyuk no estaba del todo seguro, aunque creía que se trataba de algo relacionado con ser ingenuo, pero no quería admitir su ignorancia ante Rhoda.

—Por supuesto.

—Bien. Y no me lo tomes a mal, por el amor de Dios... No pretendo pasar por delante de Jiong ni llevarme una parte de tu pastel. Estoy intentando protegerte. Igual que Jiong y Kurt. Sólo que Jiong también intenta proteger su bolsillo. Los libros en audio todavía son un terreno
completamente nuevo. Si esto fuera el cine estaríamos en plena época del cine mudo. ¿Entiendes lo que intento decirte?

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora