CAPITULO II PARTE VEINTISÉIS

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Hyuk yacía en la escalera con los ojos cerrados y los puños apretados contra la cabeza mientras escuchaba los gritos de Leo.

Intentó no imaginar siquiera lo que estaba sucediendo allí arriba e intentó recordar que era Leo quien gritaba. Leo el del lápiz terrible, Leo el del palo de golf, Leo el de los dientes.

Sin embargo, todos aquellos pensamientos quedaron sepultados bajo el horror de sus gritos, sus chillidos agónicos mientras Madder…

… le hacía lo que fuera que le estaba haciendo.

Al cabo de un rato, un rato muy, muy largo, los gritos cesaron.

Hyuk permaneció tendido; abrió los puños, pero no los ojos, y siguió inmóvil, jadeando
entrecortadamente. Podría haber permanecido tumbado durante horas si la voz dulce y demente del hombre no lo hubiera llamado.

—¡Sube, pequeño Hyuk! ¡Sube y regocíjate! ¡El toro se ha ido!

Muy despacio, pues las piernas se le antojaban muertas, Hyuk se arrodilló y por fin se levantó.
Subió la escalera y en lo alto se detuvo. No quería mirar, pero sus ojos parecían haber cobrado vida propia y recorrieron el claro mientras Hyuk contenía el aliento.

Por fin exhaló el aire en un suspiro prolongado de alivio. Madder seguía arrodillado de
espaldas a él. Ante él yacía un bulto oscuro que en un principio le pareció de trapos. Pero en
aquel momento, una forma parecida a una estrella de mar surgió de las sombras y quedó bañada por la luna. Era una mano, y entonces Hyuk vio el resto de Leo, como un hombre que de repente reconoce algo coherente en la mancha de tinta que le ha dado el psiquiatra.

Era Leo, sin lugar a dudas.

Estaba mutilado y los ojos se le salían de las órbitas en una expresión de terror definitivo,
pero era Leo.

Madder levantó el brazo mientras Hyuk observaba a Leo y cogió una fruta colgada de
una rama baja. La oprimió entre los dedos, unos dedos muy humanos y hermosos a excepción de las manchas negras y espiritosas que flotaban justo debajo de la piel, y el jugo fluyó sobre su puño en un torrente rojo violáceo antes de que la fruta estallara dejando un surco mojado de color rojo oscuro.

Madder extrajo una docena de semillas de la pulpa espesa y las sembró en la carne desgarrada de Jung Taek Woon. La última se la clavó en el ojo abierto. Se oyó una suerte de chasquido cuando se la clavó, como si alguien acabara de pisar una uva rechoncha.

—¿Qué haces? —preguntó Hyuk a pesar suyo, y tuvo que contenerse para no añadir: ¡No te
gires, puedes decirme lo que sea sin girarte!

—Sembrar.

Y entonces hizo algo que produjo a Hyuk la sensación de que se había sumergido en una novela; se inclinó y besó el cadáver en la boca.

Por fin se apartó, lo tomó entre sus brazos, se
levantó y se volvió hacia la escalera de mármol blanco que conducía al laberinto.

Hyuk desvió la mirada; el corazón le latía con violencia.

—Dulces sueños, cabrón de mierda —dijo Madder antes de arrojar el cadáver de Leo a
las tinieblas que se abrían bajo la palabra LABERINTO.

Donde, tal vez, las semillas que acababa de plantar echarían raíces y crecerían.

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora