CAPITULO II PARTE CINCO

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Mientras Lee Hongbin se abría paso en la carretera que conducía a Shoreland, Jung Taek Woon se abría paso con su coche robado por entre los vehículos aparcados en un estacionamiento enorme de Press
Street. El estacionamiento se hallaba a cinco manzanas de Ettinger’s Pier y estaba al servicio de cinco puntos de interés situados a la orilla del lago: el parque de atracciones, el acuario, el Tranvía Turístico, las tiendas y los restaurantes.

Había otro aparcamiento más cerca de todos aquellos lugares de ocio y esparcimiento, pero Leo no quería acercarse más. Tal vez tendría que salir de aquella zona con cierta rapidez, y no quería encontrarse en un atasco si se daba el caso.

A las diez menos cuarto del sábado, la mitad delantera del aparcamiento de Press Street aparecía casi desierta, nada conveniente para un hombre que necesitaba discreción, pero había muchos vehículos estacionados en la sección de días y semanas enteros, en su mayoría propiedad de los clientes del ferry que se dirigía hacia el norte en excursiones de un día y expediciones de pesca de fin
de semana. Leo aparcó el Tempo en un hueco situado entre un Winnebago. El Tempo quedaba casi oculto entre ambos vehículos, lo que a Leo le parecía perfecto.

Se apeó, cogió la cazadora nueva de cuero y se la puso. De uno de los bolsillos sacó unas gafas de sol, no las mismas que había llevado el otro día, y también se las puso. Acto seguido se dirigió al maletero, paseó la mirada en derredor suyo para asegurarse de que nadie lo observaba y lo abrió. De él sacó la silla de ruedas y la desplegó.

Había pegado en ella los adhesivos que comprara en la tienda de regalos del Centro Cultural de la Mujer. Tal vez había un montón de gente sesuda dando conferencias y asistiendo a simposios en las salas de reuniones y el auditorio de la planta superior, pero en la tienda de regalos vendían exactamente la clase de mierda chillona y estúpida que Leo había esperado. De nada le servían los llaveros con el símbolo femenino ni el póster de una mujer crucificada JESUSINA MURIÓ POR VUESTROS PECADOS, pero los adhesivos eran perfectos. UNA MUJER NECESITA UN HOMBRE COMO UN PEZ NECESITA UNA BICICLETA, decía uno. Otro, que a todas luces nunca había visto a una tipa con las cejas y el pelo medio quemados por culpa de una pipa de crack medio rota, proclamaba: ¡LAS MUJERES NO HACEN GRACIA! Había adhesivos que aseguraban ESTOY A FAVOR DEL ABORTO Y VOTO, EL SEXO ES POLÍTICO y R-E-S-P-E-T-O, DESCUBRE LO QUE SIGNIFICA PARA MÍ. Norman se preguntó si alguna de esas zorras sabría que la canción de Aretha Franklin la había compuesto un
hombre. Sin embargo, los compró todos. Su favorito era el que había pegado con todo cuidado en el centro del respaldo de cuero sintético: YO RESPETO A LAS MUJERES, decía. "Y es verdad", se dijo Leo echando otro vistazo para asegurarse de que nadie observaba al inválido que se sentaba ágilmente en su silla de ruedas.

"Las respeto a ellas siempre y cuando se porten bien, no como el putito de mi novio".

No vio a nadie, y desde luego nadie lo estaba observando especialmente a él. Hizo girar la silla y se miró en el costado del Tempo recién lavado.

"¿Y bien?", se preguntó. "¿Qué te parece? ¿Pasará?"

Creía que sí. Puesto que disfrazarse no servía de nada, había intentado ir más allá del disfraz, crear un personaje real, al igual que un buen actor puede crear un personaje real sobre el escenario.
Incluso se había inventado un nombre para este hombre: Hump Park. Hump era un ex estudiante de artes que había vuelto a casa y se había pasado cinco años recorriendo el país con una banda de moteros proscritos, una de esas bandas en las que las mujeres no servían más que para dos o tres cosas muy concretas. Y entonces había ocurrido el accidente. Demasiadas cervezas, pavimento
mojado, el contrafuerte de un puente. Estaba paralizado de cintura para abajo, pero le había devuelto la salud una joven angelical que se llamaba…

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora