CAPITULO II PARTE CUATRO

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—¿Se las arreglarán bien? —preguntó cuando llegaron de nuevo a la orilla.

Se apoyó en el hombro de Bin para mantener el equilibrio mientras se quitaba primero el tenis izquierdo y luego el derecho.

—¿Quieres decir si cazarán a los pequeños?

Hyuk asintió.

—No si se mantienen alejados de los huertos y los gallineros, y si mamá y papá son lo bastante inteligentes como para impedirles que se acerquen a las granjas…, es decir, si siguen sanos. La zorra tiene al menos cuatro años, y su compañero unos siete. Ojalá lo hubieras visto. Tiene la cola del mismo color que las hojas en octubre.

Estaban a medio camino del merendero, con los pies sumergidos en el agua. Hyuk vio las botas de Bin sobre la roca en que las había dejado, con los calcetines blancos y modosos atravesados sobre las
punteras cuadradas.

—¿A qué te refieres con eso de «si siguen sanos»?

—La rabia —explicó él—. Casi siempre es la rabia la que los empuja a los huertos y gallineros. Lo que hace que la gente se fije en ellos. Lo que los acaba matando. Las zorras la contraen con más frecuencia que los machos y enseñan a sus crías comportamientos peligrosos. Acaba muy deprisa con los machos, pero la hembra puede tener la rabia durante mucho tiempo, y con el tiempo va
empeorando.

—¿De verdad? —exclamó Hyuk—. Qué pena.

Bin se detuvo, contempló el rostro pálido y pensativo de Hyuk y lo abrazó.

—No siempre pasa —dijo—. De momento están bien. —Pero podría pasar. Podría pasar.

Bin consideró sus palabras y por fin asintió.

—Sí, claro —dijo—. Podría pasar cualquier cosa. Venga, vamos a comer, ¿qué te parece?

—Me parece una buena idea.

Pero no creía que pudiera comer mucho, pues la mirada brillante de la zorra le había quitado el apetito. Sin embargo, en cuanto Bin empezó a desempaquetar la comida, se dio cuenta de que estaba
muerto de hambre. Sólo había desayunado un zumo de naranja y una tostada de pan seco; había estado más nervioso y emocionado que una novia el día de su boda. Pero al ver el pan y la carne se olvidó de los zorros que vivían orilla arriba.

Bin no paraba de sacar comida de la nevera: bocadillos de ternera fría, bocadillos de atún, ensalada de pollo, ensalada de papas, ensalada de col, dos latas de Coca Cola, un termo de té helado, dos pedazos de pay, una gran porción de pastel… A Hyuk le recordó a los payasos que vaciaban los carritos al salir al escenario del circo y se echó a reír. Con toda probabilidad no era lo más educado,
pero tenía la suficiente confianza en él como para saber que no tenía que mostrarse educado. Eso estaba bien, porque de todos modos no sabía si podría haberlo evitado.

Bin alzó la cabeza, con un salero en la mano izquierda y un pimentero en la derecha. Hyuk comprobó que había cubierto los orificios con cinta adhesiva por si se volcaban, y eso lo hizo reír aún
más. Se sentó en el banco colocado delante de la mesa de picnic, se cubrió el rostro con las manos e intentó recobrar la compostura. Cuando estaba a punto de conseguirlo, miró por entre los dedos y
vio aquel increíble montón de bocadillos, media docena para dos personas, cada uno de ellos cortado en diagonal y empaquetado en su bolsita correspondiente. De nuevo estalló en carcajadas.

—¿Qué? —exclamó Bin con una sonrisa—. ¿Qué pasa, Hyukkie?

—¿Tienes invitados? —preguntó Hyuk sin dejar de reír—. ¿Un equipo de la Liga Infantil, quizás? ¿O un grupo de Boy Scouts?

¥ESTERDAY (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora