Capítulo 1. After all. (Después de todo.)

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El búho de granero estudió por la ventana el cuarto de la joven. Había sido vencido. Algunos de sus súbditos habían elegido permanecer con aquella criatura que había sido favorecida por la suerte y... por él. Y, aunque los traidores eran pocos comparados con el resto que continuaban siendo fieles, no dejaban de ser suyos. Mas, para ser sincero, si Sarah no los quisiera, ellos no estarían allí, de festejo a su lado. Y para su mayor dolor y disgusto, él había cedido... una vez más.

Derrotado y adolorido se direccionó hacia la luna. "¡Niña tonta!" La humillación, la traición, el dolor y la soledad hicieron que una lágrima escapara de los ojos dorados del ave. Así, Jareth juró que nunca más sería tan generoso... ni confiado.

Horas más tarde, en la habitación de Sarah, el bullicio de la fiesta por su grandiosa victoria se convirtió en cansancio.

—Ludo sueño —comentó la enorme bestia.

—También yo, Ludo —Sarah reconoció pensativa sentada en el extremo de su cama. Sus amigos estaban allí; y, ahora, ¿dónde los metía? Claro que no podían regresar a Labyrinth; no después de haber traicionado a su rey. ¡¿Pero, en qué estaba pensando?! ¡Ellos la habían ayudado! ¡Jareth había sido muy injusto y se lo tenía merecido! ¡El Rey Goblin!, se corrigió. ¡Él no era su amigo ni menos! ¡Al contrario! Frunció el ceño cavilando qué habría sido de él y de Labyrinth. Luego, arrugó más el ceño al sorprenderse con sus pensamientos en él, cuando debía estar pensando en dónde acomodar a todos los seres que habían llegado a su habitación.

Hoggle no pudo evitar advertir aquel gesto tan... poco adecuado para una reciente conquistadora.

—¿Sarah, algo anda mal? —cuestionó el enano, por lo que Didymus, entre otros, también posaron sus ojos en ella.

—¡Oh, no; nada! —Salió de sus pensamientos. ¡Sí, pensamientos! ¡¿Porque por qué ella habría de sentir culpa?!—. Sólo... estaba pensando en que... si no les molesta dormir en el suelo, podrían quedarse aquí.

—¿Y tus padres? —Hoggle refutó—. ¡Yo no me quedaré si eso te puede meter en problemas!

—¡Pero, Hoggle! ¿A dónde irán si no? —Los seres mágicos se miraron entre sí como si recién se hubieren percatado de que ya no había un hogar seguro al cual regresar.

—Buen punto, Milady. —Sir Didymus hizo una reverencia.

—¡Pero...! —Hoggle iba a protestar.

—¡Sawah, amiga! —Ludo irrumpió con una sonrisa y ojos dulces.

—¡No se habla más del asunto! —Sarah concluyó—. ¡Al menos, por esta noche, se quedan aquí! Mis padres no entrarán a tan altas horas y cerraré la puerta con llave.

—¡Oh...! —el enano aceptó a regañadientes— ¡De acuerdo, como tú digas! Supongo que una noche no será problema. Después de todo, ¿qué tanto puede suceder en una noche?

—E incompleta, Sir Hoggle. —Didymus hizo ver sus dientes en una sonrisa—. ¡Además, de acontecer algo, estaré preparado, armado hasta los dientes para luchar contra lo que sea, con quién sea, en cualquier...!

—¡Sh...! —Sarah le reclamó cubriéndole la boca con su mano—. No grites. —El zorro volvió a sonreír sabiendo que se había dejado llevar.

—Lo siento. ¿Pero, verdad que estaréis seguros conmigo a cargo de cuidarles?

—Sí; sí —la muchacha respondió con prisa rogando que no comenzara de nuevo a excitarse, cosa que por suerte no ocurrió porque Ludo lo tomó en sus brazos.

—¡Hewmano! —Lo apachurró dejándolo casi sin aire.

—Bien. —Sarah se puso de pie y comenzó a repartir los pocos almohadones que allí tenía—. Vayan acomodándose como puedan —les indicó. Cuando se terminaron optó por los muñecos de felpa que pudieran servir a la causa; esto era un gran cambio en ella, pues, jamás hubiera tratado a sus juguetes de esa manera. Y algo de eso pasó por su mente, para luego, seguir con la tarea. En menos de media hora, ya todos estaban recostados por el piso. Sarah y un par de fairies se quedaron con el lecho.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora