Cap 2. Everything I've done I've done for you(Todo lo hecho, lo he hecho por ti)

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  El monarca permanecía apesadumbrado, arrellanado en su trono, con una pierna colgando sobre el brazo del mismo. Aún llevaba puesta su vestimenta blanca, no se había molestado en cambiarse. La sala estaba vacía. No deseaba ver ni escuchar a nadie. Por otro lado, nadie deseaba escucharlo ni verlo, a causa de su mal humor.

  ¡Maldita sea! ¡Ni siquiera con todos sus poderes podía quitársela de la cabeza! Y de su corazón. Su demacrado rostro lo hacía parecer algo avejentado. Y no era de extrañar, exhausto como estaba de darle todos los gustos. ¿Y, a cambio de qué? De un corazón roto. Gracias. De nada. ¡Como si tal cosa! Suspiró por milésima vez. Durante toda la noche no había conseguido dormir y, cuando apenas lo conseguía, lo asaltaban imágenes y sonidos de una pesadilla demasiado conocida. "¡Tú no tienes poder sobre mí!" El sólo recordarlo hacía lacerar su corazón. "¡Tonto!", se reprendió a sí mismo. ¡Hasta le había suplicado; le había rogado! "Pido tan poco". "Sólo témeme, ámame, obedéceme y seré tu esclavo". ¡Los ojos del rey se humedecieron, pero, el agudo dolor, pronto, se transformó en furia cuando sus puños golpearon los brazos del sitial al ponerse de pie. "¡Tonto!"

  —¡Su Majestad! ¡Su Majestad! —uno de los tantos goblins que habían permanecido fieles a él ingresó alarmado.

  —¿Qué? —indagó con voz fría y el goblin se estremeció.

  —¡Los traidores, Su Majestad!

  —¿Qué sucede con ellos? ¿Acaso pretendes que los vaya a buscar de las orejas? ¡¿Si ustedes no fueron lo suficientemente aptos para defender el castillo, pretenden que también me haga cargo de eso?! ¡¿Qué más falta?! ¡¿Que cocine, que limpie, que alimente a los pollos?! —Su enojo iba en aumento dispuesto a desquitarse con la pobre criatura.

  —¡No, Su Majestad! —se excusó el súbdito en seguida—. ¡Es que ellos están aquí, My Lord!

 —¿Ellos? ¿Ellos quiénes? —Su corazón parecía querer cobrar vida.

  —¡Los traidores, Su Majestad!

  —¿Y... la chica? —cuestionó bajando la mirada intentando no mostrar interés.

  —No, Su Majestad. Sólo los nativos del Underground. —La mirada del rey volvió a enfriarse en una expresión dura.

  —¿Dónde están?

  —Han aparecido uno tras otro en la ciudad, My Lord.

  —¡Pues, encarcélenlos! ¡Ya me encargaré de ellos más tarde! —ordenó molesto—. ¡Y más les vale que no escape ninguno!

  —¡Sí, Su Majestad! —El goblin salió raudo de la sala y se juntó con otro ya fuera de esta—. ¡Vamos, tenemos que atrapar a los traidores!

  —¿Él lo ordenó? —cuestionó el otro asombrado.

  —Quizás, la muchacha lo venció, pero, no lo destruyó. —Sonrió caminando con prisa para reunir a la guardia.

  Horas más tarde, los goblins tenían la mazmorra llena como nunca antes. El soberano fue notificado, de inmediato, una vez que completaron su labor.

  —¿Están todos? —Apareció en la entrada del calabozo, ataviado con una camisa blanca de seda; un chaleco con bordados en plata; pantalones grises; una chaqueta marrón de cuero, con una sola hombrera de metal, que abrazaba a su cintura; botas negras y guantes haciendo juego.

  —¡Sí, Su Majestad! ¡Tal como usted ordenó! —Jareth sonrió con placer. "Bueno, al menos, podré desquitarme con alguien". E ingresó para comenzar a descender las escaleras hacia el oscuro calabozo.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora