Sarah consiguió salir del basurero y alcanzar los lindes de Goblin City. Los portones permanecían cerrados. Aparentemente no había ningún guardia custodiando la entrada. "Qué extraño..." pensó.
El ocaso otorgaba a Labyrinth tanto encanto como el amanecer. La joven empujó una de las hojas de ingreso y, a pocos metros, se encontró con otro juego de ellas; a un lado, había una especie de robot gigante. Sarah lo miró con aprehensión. ¿Sería sólo un adorno? En su mente se lo imaginó en movimiento atacándola a ella y a otros seres que, curiosamente, se parecían a algunos muñecos y adornos que tenía en su cuarto. "Espero que sólo sea decorativo..." pensó pasando a su lado con cautela, entre tanto, se aproximaba a las siguientes puertas. Al igual que antes, tuvo que empujar, esta vez, con algo más de fuerza. Al fin, tuvo suficiente espacio como para atravesar el dintel y encontrarse en una silenciosa, vacía y serena Goblin City.
La ciudad no dejaba de ser pintoresca. Pero... ¿vivía alguien allí? Tal parecía que ni el viento existía. ¿Y qué era eso? Se preguntó al ver una galería, hecha por completo de cristal, conectada directamente desde la entrada, hasta los diferentes puntos de la ciudad. Eso... ¿era normal? Bueno. Todo lo que tenía que hacer era avanzar directo al castillo, ¿verdad? Así que tomó el camino que aparentemente llevaba directo a él. ¡En verdad, había resultado más fácil de lo que pensaba! ¡¿No era ella astuta?! Sonrió para sí y comenzó a andar segura de su triunfo.
—¡Su Majestá! ¡Su Majestá! —Un goblin ingresó corriendo a la sala del trono, donde el Rey Goblin, relajado en su sitial, como era su costumbre, supervisaba los últimos detalles antes del arribo de Sarah. Toby aún dormía.
—¿Qué? —cuestionó molesto con la interrupción.
—¡La chica!
—¿Qué sucede?
—¡Atravesó la puerta! —Jareth observó el reloj; siete menos veinte.
—No hay problema. Terminen con todo lo que pedí. Por si acaso, la observaré desde aquí.
—¡Sí, Su Majestá!—El mismo súbdito se retiró.
—¿Y el bebé? —preguntó.
—La nana lo está cambiando. ¡Olía como el Bog of Eternal Stench! —comentó uno y se oyeron las risotadas.
—¡¿Quién habla?! —Jareth rió—. ¡Recuerdo cuando tus padres te tuvieron! ¡Eras tan horrible como ahora y apestabas tanto que nadie quería cargarte!
—¡¿Y, entonce', cómo lo llevaban, mh? —otro indagó con curiosidad.
—¡Así! —aclaró el rey y le dio una patada que lo hizo volar a la próxima habitación y hubo más jolgorio—. ¡Ahora, basta de risas y a trabajar! ¡Squeal! —nombró al goblin a su lado—. Avisa a la nana que aliste al bebé para después de las siete.
—¡Sí, Su Majestad! —Se dio prisa; todos estaban expectantes y ansiosos. ¡Esta vez tenía que resultar! ¿No?
Jareth se aproximó a la ventana, y con un pie en ella buscó con su vista a la muchacha. Cuando la halló, sonrió. Allí estaba, dándose prisa por llegar a horario por una de las galerías. ¿Estaría todavía enojada por dejarla en el basurero? ¡Sólo la había ayudado! De no ser así, el laberinto hubiera sido diferente a cuando ella arribó por primera vez. ¿No que era fácil? Pues, él no veía el por qué ella tendría que enfadarse con él. Bueno, al menos, no tanto. No pudo evitar reír por lo bajo cuando ella gritó frustrada frente a las puertas del castillo.
Sarah avanzó por el camino más directo hacia el castillo. No sabía qué hora era, pero, de seguro no tenía mucho tiempo para rescatar a su hermano del poderoso, arrogante, elegante y fastidioso Rey Goblin.
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Dulce como un durazno.
FanficEl durazno no fue tan efectivo cuando el Rey de los Goblins quiso hacerle olvidar todo... Ella recordó que debía salvar a su hermano de su propia estupidez y dejó al rey solo, en medio del salón de baile. Semejante atrevimiento no suena ni se ve bon...