Cuando el resto de la familia estaba por descender, se encontró con una pareja muy acaramelada a los pies de la escalinata. El rostro de Alin pasó de la incredulidad a la sorpresa y de la sorpresa a la alegría, viendo a su esposo con una gran y sincera sonrisa que este le correspondió complaciente. Erwin sonrió y sus ojos brillaron con travesura. Conrad abrió sus ojos y no pudo evitar reír por lo bajo y... abrir su bocota, claro.
—¡Qué linda sorpresa! ¡Muy buenos días, para ambos o para uno! Desde aquí, no se distingue. —Carcajeó el joven fey. Sarah no se atrevió a mirar y se sonrojó de pies a cabeza y se asombró al ver que Jareth también tenía un leve color en lo alto de sus mejillas, al alzar el rostro hacia su familia.
—¡Conrad! —lo reprendió su hermana por lo bajo.
—¡Vamos, vamos, Conrad! —clamó el rey—. ¿A que, de repente, resultas un muchacho celoso?
—¡Tsk! ¿Por una belleza como tú? —se mofó ya alcanzándolos—. Al menos, que me digas que me aprecias, como el otro día. —Le sonrió abiertamente poniendo un brazo sobre los hombros de Sarah con toda confianza y cruzando una pierna formando una especie de número cuatro con la misma.
—Te apreciaré más a partir de esta tarde, primito —le dijo quitándole el brazo de encima de su prometida y trayéndola hacia sí posesivamente—. Ahora, puedes seguir camino. —Y el muchacho obedeció con su cuerpo sacudiéndose por las risotadas.
—¡Este Jareth...!
—¡Oh, lo siento mucho! —Alin clamó abochornada—. Él nunca supo ser discreto.
—Bueno, supongo que pese al poco tiempo que lo conoce, Sarah ya debe haberlo descubierto, ¿no? —La observó con una sonrisa por debajo de su mentón. Ella sólo movió su cabeza, todavía incapaz de ver por mucho tiempo a su feliz amiga a los ojos.
—Vamos, amor. —Su esposo la tomó amablemente del codo para conducirla al comedor. Guiñando un ojo a Jareth.
—Sí.
—Buenos días, jovencitos —los saludó Erwin, en su rostro se dibujaba una sonrisa—. Ignoren al atolondrado que tengo por hijo. —Dio una pequeña palmada al rostro de su sobrino.
—Buenos días —murmuró ella ya menos sonrojada.
—Buenos días, tío Erwin. Él es como el Bog of Eternal Stench. Imposible de ignorar, aunque estés a metros de él. —Erwin rió y continuó camino ya alcanzando la puerta que lo conduciría a la siguiente estancia. Jareth sonrió abrazando a Sarah protectoramente, pues, ella ahora ocultaba su rostro en su camisa a la cual se aferraba como si fuera una cuestión de vida o muerte—. ¿Estás bien?
—¡Qué vergüenza! ¡Todos ellos nos vieron...! —Él rió ante su incomodidad.
—¿Y? Tú eres mi prometida, mi futura reina.
—¡Pero...! ¡¿Qué van a pensar?! ¡Hasta ayer estábamos peleando!
—Van a pensar lo que deben pensar. Que estamos... conociéndonos un poco mejor, como cualquier pareja. No hay nada de qué avergonzarse.
—¡Pero, Jareth; van a creer que estamos locos! ¡Ayer me encerraste en el oubliette y yo estaba que explotaba de rabia y...!
—Estamos locos, mi mascota. —Acarició con dulzura su mejilla—. Y tú siempre estás que explotas de rabia. —Rió apacible, llevando su mano a los labios—. Y yo soy el Rey Goblin. ¿Cómo sino, podríamos vivir en medio de todos estos? —Señaló a una horda de goblins que entraron corriendo, riendo, cayéndose, gritando, cantando y arrojándose cosas hacia la sala del trono. Sarah no pudo evitar reír.
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Dulce como un durazno.
FanfictionEl durazno no fue tan efectivo cuando el Rey de los Goblins quiso hacerle olvidar todo... Ella recordó que debía salvar a su hermano de su propia estupidez y dejó al rey solo, en medio del salón de baile. Semejante atrevimiento no suena ni se ve bon...