Capítulo 23. ¿Reordenar el tiempo?

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  La cena, si bien no fue presuntuosa, resultó ser formal con todos los invitados más importantes de Labyrinth. Sarah se sorprendió que Jareth no la molestara como acostumbraba, si bien, no hubo momento en que no tuviera sus ojos puestos en ella. ¿Acaso quería impresionar a alguien haciéndose el correcto y protocolar monarca? ¡Tsk! ¿A quién quería engañar? Se cuestionaba mirando con cierto disimulo a lo largo de la mesa. Allí, la mayoría de los presentes, eran goblins del estilo de Twig y del resto de los sirvientes. Todos eran considerablemente respetuosos con ella, como temiendo faltarle el respeto; ¿de qué se preocupaban si su dichoso rey no tenía ningún reparo en ello? Excepto cuando le convenía. Suspiró.

  Alin observó a Sarah con una gentil sonrisa en sus labios. ¡Cómo le gustaría poder hacer algo por ella! Y de hecho, lo había intentado, ¡pero, ella era más cabezadura que su primo! Observó a este sonriendo con triunfo a la muchacha que, inspirando, giró sus ojos hacia arriba dándole vuelta la cara. Ella ya le había hablado con respecto a darle un poco más de espacio a su novia y de no ser tan... arrebatado. Por la primer parte, él prometió intentar y si él lo prometía, no había problema, aunque sólo fuera "intentar". Por lo segundo, sólo obtuvo risas y una confesión que la hizo sonrojar como una tonta, a ella, la mujer casada. "Primita, si yo fuera tan arrebatado como piensas, entonces, ya no sería un caballero. Y... —agregó viéndola directamente a los ojos color miel— si me excedo un poco en mis modos, es simplemente porque ella lo desea de esa manera. A ella le gusta jugar conmigo y... yo estoy más que dispuesto a seguirle el juego". Alin suspiró nuevamente. Esos dos eran difíciles de tratar. Como su padre había dicho, ellos necesitaban tiempo y privacidad para conocerse bien; pero... ¿Sarah no debería tener una acompañanta? Examinando de nuevo a la pareja, pensó que era imposible poner a un tercero entre esos dos. ¿Quién sobreviviría a la tempestad de un lado y del otro? No sólo eso, sino que tendría que abandonar a su esposo por un buen tiempo y a ella sinceramente no le gustaba esa idea.

  Al término de esta, los hombres se retiraron a un cuarto donde disfrutarían de café o tragos y cigarros, para acompañar, en tanto, las charlas de negocios. Las damas, permanecieron en otro, informándose de los últimos chismes y bebiendo té con confituras. Sarah tuvo que soportar que todas la felicitaran, que le dijeran lo afortunada que era. "Sí, muy afortunada. ¿Una cortesana con título, no? La buena y estúpida esposa se quedará en casa y el señor se irá a ver cómo están sus 'propiedades'. ¿Por qué no nos pone a todas juntas, si total somos parte de su harén?", pensaba en un rincón solitario.

  —¿Sarah? —Alin se aproximó a ella con cierta preocupación—. ¿Estás bien?

  —Sí, Alin. Tan bien como puedo estar.

  —¡Oh, Sarah! En verdad, quisiera ayudarte de alguna forma, pero, no sé cómo. —No iba a decirle que había hablado con él, ya que, sus respuestas no eran muy prometedoras, como las de la muchacha que tenía frente a sí cada vez que ella intentaba hacerle ver las cosas como eran.

  —No te preocupes. Quizás, no sea un trabajo tan duro con todas esas... cortesanas suyas. Después de todo, una reina debe saber compartir con sus súbditos; una reina no puede ser egoísta, ¿no? Es más, con suerte, una vez que tenga su heredero, ya no tenga que volver a soportarlo. Ellas estarán felices por ello.

  —¿Cortesanas? ¿De qué hablas? —Ella sabía que su primo las había enviado lejos, poco después de conocer a Sarah, aún sin que ella supiera la relación del aquel búho en el parque con él—. Aquí no hay ninguna...

  —Alin, sé que no hay ninguna aquí. No importa. No viene al caso, olvídalo. Sólo estoy muy cansada de únicamente tener que pensar en el mañana. ¿Crees que pueda retirarme?

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora