Capítulo 27. Un pequeño ardid.

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  Los árboles eran los más gigantes que, alguna vez,  Sarah pudiera haber visto. Una especie de brillo y leve neblina le daban a los mismos un aspecto entre fantasmagórico y fantástico. Al llegar al claro, la niebla era mínima y, arriba, la bóveda acariciaba la tierra junto a los rayos de luna.

  —Muy bien. Aquí es. —Sonrió y, tras un giro de su mano, apareció una manta extendida en el centro con varios platos y demás—. Tiempo de recuperar energías. ¿Estás de acuerdo, mi chiquitita?

  —Muy —le correspondió. Y se acomodaron sobre la manta.

  —¿Te gusta? —le preguntó llenando las copas.

  —Es imposible que no. Tenías razón. Underground es... inmenso y está lleno de sorpresas.

  —Me alegra oírlo, Sarah. —Sonrió con languidez. "Por lo menos, le gusta el mundo. ¿Seré parte de las sorpresas?" La cena transcurrió con cortesía y cierta incomodidad. Era irrisorio el saber que el hecho de que estuvieran siendo más civilizados podía incomodarlos.

  —¿Y... entonces, qué planes tenías antes de... venir aquí?

  —¿Antes de venir? —Ella suspiró antes de responder—. Supongo que... estaba algo indecisa —reconoció ella por primera vez. Él la escuchaba con interés—. Cuando niña, siempre soñaba con ser como mi madre, incluso... hasta hace poco... Tú lo sabes; la actuación en el parque y demás...

  —Una excelente actuación. —Le sonrió él con dulzura.

  —Bueno, nunca me nominaron para un Oscar —ella se burló.

  —¿Es... un premio, verdad?

  —Sí.

  —Ignóralos. —Hizo un gesto despectivo con su mano—. Yo te premiaré con un reino. Que se queden con sus figurines. —Rieron juntos—. ¿Y luego?

  —Luego, durante... mi primer viaje aquí, se me cruzó la idea de escribir historias o... algo así. No sé... Me di cuenta de que no quería ser como mi madre y pensaba... contar mis propias experiencias... aquí y allí. —Esta vez, fue el turno de él de suspirar.

  —Quizás... pueda ayudarte con eso. Como reina, tendrás algún tiempo libre y... si gustas seguir con ese proyecto, tienes mi conformidad. ¿Es de tu agrado? —Ella no supo qué responder. Sí, era de su agrado. ¿Pero, qué era eso de "tienes mi conformidad"? ¿No era que debía recordar que él no era su padre? ¿No habían sido esas sus palabras?¿Y ahora, debía tener su autorización para hacer algo?

  —Sí —consiguió decir dejando pasar eso de lado; evitando ahondar en el tema que, seguro se dirigiría a una nueva confrontación—. ¿Pero... qué sentido tiene escribir aquí sobre historias fantásticas? ¿Quién las va a leer?

  —Se puede llegar a un arreglo en el Aboveground. Te dije que tengo conexiones. ¿Recuerdas, el vino? —Señaló la botella.

  —Cierto. —Sonrió y se mordió los labios. Por un instante, quedaron en tenso silencio, picando un poco de esto y aquello. En determinado momento, sus miradas se cruzaron y sintiéndose entorpecidos y ridículos se tentaron y se largaron a reír—. ¡Lo siento! ¡No sé qué se apoderó de mí! —ella se excusó entre risas. Jareth se calmó y la miró con intensidad. "Yo sí sé qué y quién se adueñó de mí, mi nena".

  —Está bien. Yo tampoco sé qué me pasó. Falta de costumbre, supongo.

  —Sí —respondió con timidez. Cuando ninguno de los dos quiso tomar más bocado, él hizo que todo se desvaneciera como había aparecido, salvo la manta. Se puso de pie y extendió la mano hacia ella para ayudarla a incorporarse.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora