Rubén (5) [Atención: contenido explícito]

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No sabía qué esperar. No sabía a qué atenerme cuando llegó. Por supuesto, en el fondo deseaba intimar con ella, aprovechar esa oportunidad que ni pintada para ir más allá, pero, francamente, también tenía mis dudas sobre qué es lo que querría ella, hasta dónde querría ir. Estaba preparado para todo, incluso en que la velada se quedara en un par de besos. Y sin embargo, ahí estaba yo, acabando de hervir arroz después de que Clara me dejara k.o. tras masturbarme por sorpresa.

-¿Te gusta el curry?

-¡Me encanta! ¿Te gusta cocinar?

Clara estaba medio tumbada en el sofá, mirando cómo terminaba de hacer la cena. La tele, de fondo, disparaba sus salvas de luz sobre su cuerpo.

-Sólo las cuatro cosas que se me dan bien.

-Espero que ésta sea una de ellas.

Serví la cena y ella acudió divertida a la mesa. Se sentó sonriente, curiosa por ver qué había hecho, quizá sorprendida por verme alejado por una vez de los libros y las pizarras.

-Mmmm... ¡Tiene muy buen aspecto!

Empezamos a cenar; al principio en un silencio algo incómodo. Pero con las miradas se notaba que ambos intentábamos reducir ese nerviosismo...

-¿Hay algo bueno en la tele hoy?

-Buf, no lo sé. La he puesto por poner...

-¿Ves alguna serie?

-¡Sí! Me encanta 'The Walking Dead'...

-A mí también... ¿Y 'Orange is the new black'?

-No la he visto, pero me han dicho que está bien...

-¿Qué quieres hacer después de cenar?

-No sé... Es tu casa. Tú mandas.

-¿Yo mando?

-Claro.

-Pensaba que hay que agasajar a los invitados.

-Pues puedes agasajarme. Tienes permiso.

-¿Sí?

-Sí, jajaja...

Al final parecía que habíamos roto el hielo, al menos en lo personal. Recurrir a lo físico era fácil, y es verdad que quizá había empezado todo precisamente por lo físico. Seguimos hablando y estábamos cómodos, a pesar de que a veces volvía a mis pensamientos el analizar la situación en frío y recordar que soy su profesor y ella mi alumna, y que nos llevamos bastantes años... Pero era una vocecita en mi cabeza que estaba dispuesto a hacer callar.

-¡Estaba riquísimo!

-Muchas gracias...

-¡Aaay, estoy llenísima!

Dejamos la mesa y volvimos al sofá.

-¿Quieres ver una peli?

-Nah. Deja la tele en cualquier canal.

Pusimos la televisión y dejé un canal en el que ponían un programa sobre tatuajes. Ella se echó hacia mi lado y se acurrucó contra mí. Podía oler la fragancia de su pelo, el olor de su piel, me encantaba. Allí, uno contra otro, a oscuras, con la televisión como la única luz que nos mecía en esa pequeña cápsula de tiempo y espacio que era el sofá... Eso debía de ser la libertad, la felicidad... O la química inundando mi cerebro.

En la tele seguía apareciendo esa morena que tatuaba dibujos chulísimos en su estudio. Ella deslizó la cara hacia mí. En las sombras que lanzaba la televisión vi su rostro plácido, los ojos cerrados, sus labios buscando los míos. Fui a su encuentro y nos besamos en la oscuridad parpadeante, bebiendo cada vez más uno del otro, saboreando nuestras lenguas, sintiendo cada palmo de cercanía. Al empezar a forzar la postura, ella se levantó, me echó de nuevo sobre el sofá y se sentó encima de mí. Seguimos besándonos, ahora con el agradable tacto, el suave peso de ella sobre mi cuerpo. Mis manos buscaban su piel, intentaban colarse debajo de su camiseta, se encontraban con el sujetador... Ella reaccionaba a mi tacto estremeciéndose, incrementado la sensación de sus besos. Mi ímpetu crecía por momentos y estaba cada vez más excitado... No veía la hora de desnudarla y empezar a hacerle el amor. Casi como si hubiera captado mis pensamientos, Clara se incorporó para quitarse la camiseta. Se quedó sólo con el sujetador negro, dejando ver la tibia curva de sus pechos. La miraba y ella me miraba a mí; estoy seguro de que podía leer en mis ojos el deseo que me consumía. Subí mis manos desde su cintura hasta sus pechos, cubriéndolos con las manos, sintiendo la costura en las palmas, primero simplemente acariciando, luego apretándolos un poco. A ella pareció gustarle y seguí. Volvió a echarse sobre mí y nos besamos de nuevo. Ahora, con un poco de maña, conseguí desabrochar el sujetador y lo lancé al suelo como ella había lanzado mi cucharón al empezar todo. Se incorporó y ahora podía verla en toda su gloria, como me la había imaginado ya muchas veces. Medio desnuda, con unos pechos suaves y tiernos, bien proporcionados, con una aureola que se comprimía por momentos al irla yo a acariciar.

-Eres preciosa. Estás buenísima.

Sonrió de gusto, y me intentó quitar la camiseta. La ayudé, y no satisfecha con esto, volvió a atacar mis pantalones. Le eché una mano también y me los bajó. Volvía a estar de nuevo desnudo delante de ella, con una erección brutal que pareció divertirla.

-Tú tampoco estás mal. Para ser un viejo...

En un momento determinado se me cruzaron los cables. ¿Y si en ese momento de indefensión, de entrega, se hubiera sacado el móvil, me hubiera hecho una foto y se hubiera largado? Me habría hecho la vida imposible. Sé que no era el momento de pensar aquello, pero me pasó por la cabeza. Pero ella no hizo nada de eso. Me miraba el miembro, divertida, incluso lo agarró de nuevo y volvió a acariciarlo arriba y abajo. Pensaba que volvería a pasar lo mismo de antes, ¿sería posible? Pero en eso que, sujetándose el pelo con una mano, se inclinó y me dijo:

-Cierra los ojos.

Yo tuve que acceder, y al instante noté la calidez de su boca envolviendo mi miembro, su lengua acariciándolo... Me estaba deshaciendo de placer, dejándome llevar por las rítmicas caricias que Clara me aplicaba. Quería abrir los ojos y ver cómo me la chupaba. Ver cómo te la chupan es una de las cosas que más disfruta un hombre. Y me moría por hacerlo. Pero de repente, me quedé helado.

Llamaron al teléfono.

No al celular, sino al de casa. Ella paró por un momento. Nos quedamos quietos mientra sonaba un par de veces.

-¿Tienes que cogerlo?

Dudé, y siguió sonando.

-No. Seguro que quieren ofrecerme cambiar de compañía de teléfono.

Había abierto los ojos y nos mirábamos. Ella, con una mano sujetando mi polla, y como esperando. El teléfono dejó de sonar. Un instante de silencio, y nos sonreímos.

-Vale. Cierra los oj...

Ahora lo que sonó fue el teléfono móvil.

Nos volvimos a mirar. Que sonara primero uno y luego ya no era cosa de casualidad, es que alguien me buscaba.

-Perdona un momento.

Me incorporé para coger el móvil, que estaba cerca del sofá. Era mi madre.

-Sí. Hola, mamá. ¿Pasa algo?.... Sí... Vale... ¿Dónde estáis? .... ¿Y hace tiempo que esperáis?.... Vale... Vengo enseguida. Vale. Hasta ahora.

Clara me miró con cara alarmada.

-Lo siento muchísimo. Tengo que irme ahora mismo. A mi padre le ha dado una especie de infarto o algo raro. Tengo que ir con él.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora