Clara (5) [Atención: contenido explícito]

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Llamé a su puerta. Intentaba mantenerme tranquila pero el estómago me daba vueltas desde hacía horas: esa sensación de cuando hay turbulencias en el avión o cuando vas en coche y hay un desnivel que no te esperas. Me abrió la puerta y allí estaba, vistiendo informal, con un cucharón en la mano (debía estar preparando ya la cena). Me hizo pasar y por detrás de mí juraría que podía notar su mirada. Esos ojos que se posaban sobre mí y me hacían estremecer exactamente como alguna vez en clase, en medio de un poema especialmente bonito. Atravesé el pasillo y llegué a ver la sala. Lo típico. Me giré hacia él.

-¡Muy bien!

Le puse un dedo sobre los labios, como haciéndole callar, y sorpresivamente me dio un mordisquito. No me lo esperaba, pero ver apresurarse esa boca de dientes blancos y perfectos (¿se los debe blanquear? Tienen un color bastante natural...) sobre mi dedo me gustó bastante.

-¡Malo! ¡No se muerde! No funciona así. Dame la mano.

Le cogí una mano y acerqué el pulgar a mi boca. Me lo fui introduciendo en la boca poco a poco, acariciándolo con la lengua. Tenía un ligero regusto a especias. Lentamente fui metiéndolo en la boca y mirándole. Él permanecía impasible pero se le notaba que estaba nervioso, que le estaba gustando esa travesura.

-¿No tenemos que cenar?

-Sí. Y voy a empezar contigo.

Fue algo eléctrico. La chispa había saltado y me sentía segura en aquella acogedora casa, con los ojos de Rubén sobre mí, como abrazándome, como queriendo tragarme entera. Si lo pensaba mucho quizá sí vería lo raro, lo peligroso del asunto, pero no en ese momento. En ese momento sólo quería que Rubén me tragara entera, abandonarme... Me acerqué a sus labios mientras nos mirábamos con intensidad, sin cerrar los ojos. Y cuando llegué a su boca, los cerré y simplemente me dejé llevar. Sentí su piel rasposa y cómo su lengua iba al encuentro de la mía, y casi sin darme cuenta me rodeaba con sus brazos, y yo me apretaba contra su pecho... Él pasó un mano por mi espalda y finalmente la puso en mi nuca, acercándome a él, haciendo del beso algo aún más apasionado... Qué apuro revivir esos deliciosos momentos.

Nos besamos lo que me pareció una eternidad. Uno de esos besos laaaargos, lentos, en los que parece que intentas paladear cada papila de la lengua del otro, con los ojos cerrados, sólo dejándote llevar...

Abrí los ojos y nos miramos. Podía sentir cada átomo de su ser atormentado por el deseo, luchando por mantener la compostura. Bien pensado era hasta divertido: ver cómo se derretía por mí alguien que normalmente es el que manda y ordena, saber que haría lo que fuera por acercarse a mí... Lo cogí de la mano y lo llevé al sofá. Lo senté en él y le miré juguetona. Él aún llevaba en la otra mano el cucharón. Le sonreí y le dije:

-¿No teníamos que cenar, me has dicho?

-Ya no tengo hambre.

-¿No? Vaya...

Le cogí el cucharón y lo tiré al suelo, mientras me sentaba encima de él y pasaba los brazos por detrás de su cabeza. Él tiraba de mí, quería acercarse, abría la boca ávido buscando mis labios.

-Shhh.... Cierra los ojos.

Él me miró extrañado, pero obedeció.

Cogí su camiseta y empecé a quitársela. Él se dejaba hacer y subía los brazos para facilitarme el trabajo. Se la quité y allí lo tenía. No era ciertamente un musculitos, pero al menos tampoco tenía michelines. Me hizo gracia porque no tenía nada de pelo en todo el pecho.

-Vaya, vaya... ¿Te afeitas?

-No. Soy así. ¿No te gusta?

-Sí, sí me gusta. Está bien.

Él seguía con los ojos cerrados. Yo me incliné para besarle el cuello, y lentamente bajar por sus clavícula, por el pecho, deteniéndome en sus pezoncillos. Él dejaba caer la cabeza hacia atrás e intentaba acariciarme la espalda.

-Sssht. Esas manos. Quieto.

Sonreía y se dejaba llevar otra vez. Mis manos surcaban su pecho mientras mi boca le daba pequeños besos alrededor de los pezones. Noté la tensión que iba acumulándose en sus pantalones; me bajé de encima y lo tumbé del todo en el sofá. Con las manos seguía acariciando su tronco, pero cada vez descendiendo más, surcando su ombligo, hasta dar con el cierre de los pantalones. Seguí con un dedo la línea de ropa y le miré. La boca se le hacía agua, no sabía qué hacer con sus manos, no decía nada pero sin duda quería que siguiera, que le arrancara los pantalones y que hiciera lo mismo con los boxers. Seguí recorriendo la costura con un dedo viendo su reacción. Parecía decidido a aguantar lo que fuese con tal de no soltarse, de no volverse loco.

Así que le desabroché el botón del pantalón. Bajé lentamente la cremallera hasta el final. Ya en ese momento se notaba su generoso bulto latiente, pugnando por salir.

-Mmm... Interesante.

Llevaba unos boxers de color morado que ahora su físico estiraba de forma notoria. Me paré un momento para ver cómo su miembro, aún oculto, se movía en pequeños espasmos involuntarios. Eso siempre me ha hecho mucha gracia: es como si tuviera vida propia, pero hay hombres a los que no les gustan las bromas sobre ello. Como si tuvieran la culpa de algo, je.

Metí los dedos por debajo de los boxers, sin querer sacarle el miembro. Allí estaba, hinchado, bamboleándose gracias a todo lo que debía estar pensando Rubén en ese momento. Quizá pensaba que le quitaría la ropa y lo montaría como si fuera un caballo. O que se la empezaría a chupar. Supongo que hubiera sido lo más lógico. En vez de eso, la cogí entre mis dedos; sentí su calor y cómo la sangre martilleaba todo el tronco de su verga. Lentamente empecé a masajearla y a agitarla de arriba abajo, como ellos hacen cuando están solos. Le encantó. Se mordía el labio como si lo hubiera leído en '50 sombras', aunque no creo que lo haya hecho, y luchaba por seguir inmóvil, pero se le veía cada vez más excitado.

-Oh... Dios...

-Shhht.

Le aparté los boxers para podérsela coger sin molestias, que la tuviera bien erguida, y así de paso poderla ver. No puedo decir que los penes sean especialmente bonitos, pero algo interesante tienen. El suyo era generoso, sin demasiadas venas, con un glande sin esa fea forma de seta que tienen algunos. Allí acariciándolo, sentí un fuerte impulso de empezar a besarlo y a chuparlo, a metérmelo en la boca, pero me contuve. En su lugar, seguí masajeándolo, cada vez más fuerte y más rápido. Su erección ahora era dura como el acero y hacía que se tensara toda su musculatura abdominal. De pronto echó la cabeza aún más para atrás y todo él se convirtió en un punto de tensión. Estaba a punto de terminar, así que lo agité aún más y de repente, zas, el semen empezó a brotar de forma descontrolada, primero en un altísimo chorro (el primero siempre es el mejor. Me encanta ver salir el primer chorro) que llegó hasta no sé dónde, y luego ya de forma más suave.

Poco a poco relajé el ritmo y él se fue relajando... Hasta que noté que la erección perdía fuerza. Él abrió los ojos y me miró, aún un poco trastornado.

-Hola.

Reí por su tonta intervención; él, acto seguido, miró cómo estaba el panorama. Lo habíamos dejado todo perdido, que es lo que suele pasar cuando un chico se corre y no tienes algún pañuelo o toallita cerca para evitar el desastre.

-¿Te ha gustado?

-Uf. Ha sido increíble.

-Ahora creo que me merezco algo de cena, ¿no?

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora