Capítulo 1

2.6K 126 0
                                    

Recuerdo que había una bola de nieve también había un oso polar que vivía dentro de la bola. Estaba tan solo ahí dentro, me daba mucha pena. Entonces papa me dijo: "No te preocupes Charlotte, tiene una vida agradable, está atrapado en su mundo perfecto".
Hasta hace poco no me había dado cuenta de que yo era como ese oso, no sabía que eran las verdaderas emociones, aquellas que no te dejan dormir por las noches, pero las que te hacen sentir la vida.

Me encontraba en la pista de hielo, me había cambiado, me hice una coleta y finalmente me até los patines.
Aún no había llegado nadie, estaba yo sola, como el oso en la bola de nieve, en el único mundo que conocía perfectamente. Decidí entrar y comenzar a patinar.
Es emocionante cuando todo tu cuerpo se mueve con soltura sobre el hielo. Sientes que estás volando.
Empezaron a llegar todos y finalmente apareció la entrenadora.
- Muy bien chicos, tenemos mucho trabajo por delante.
Todos comenzamos a calentar para después entrenar.
Una vez había finalizado el entrenamiento, todos se fueron, yo volví a quedarme allí sola. Entonces me puse ha hacer una pirueta baja básica pero haciendo una variación, la cual consistía en girar el tronco y levantar el brazo. Me encantaba esta variación porque era como si intentara tocar el cielo.
Cuando acabé me giré hacia la gradas y me encontré con un chico. Decir que era guapo era quedarse corto. Sonrió. Iba vestido con el uniforme de hockey, seguramente tenían entreno ahora. Decidí salir de la pista, él no dejaba de mirarme y eso me incomodaba. Pero lo peor fue que me tropecé y me caí de cara hacia el hielo. Estaba muy molesta conmigo misma, había quedado fatal delante suyo. Levanté la cabeza, que hasta entonces había estado mirando el hielo, y vi que él me tendía la mano. La acepté y me ayudó a levantarme.
Nos quedamos mirándonos a los ojos, a sus preciosos ojos. Estábamos tan cerca que notaba su aliento en mi rostro.
- ¡Hey Aaron! ¡Tenemos que entrenar!
Nos giramos en dirección al lugar de donde provenía la voz, se trataban de alguno de los compañeros de, al parecer, Aaron.
Le solté la mano que hasta entonces habíamos dejado juntas y me dirigí hacia la salida de la pista. Todos se abrieron paso para que pudiera pasar.
Por fin llegué al vestuario, me senté en mi sitio, me apoyé en la pared y suspiré. No sabía que acababa de pasar.

Llegué a casa y me puse ha ver mi película favorita. La había visto unas cien veces y no me cansaba de verla, se trataba de Castillos de hielo: El triunfo de la pasión. Me encantaba la historia.
Cuando acabó, apagué la televisión y me dirigí a la ventana, me senté y empecé a observar el exterior.
Llamaron a la puerta y de ella apareció mi madre.
- La cena está lista.
- Muy bien mama.
Cerró la puerta, yo me dirigí al baño, me lavé la cara. Me miré en el espejo, sabía que no me podía comparar con Giselle, bueno nadie podía. Ella era muy atractiva y además también era muy inteligente, era normal que todos los chicos cayeran rendidos a sus pies. En un momento empecé a dudar de si había hecho bien en perseguir mis sueños dejando atrás mi vida. Había muchas cosas que no había experimentado: mi primer beso, tener una relación amorosa...
Intenté dejar de pensar en ello, salí del baño y me dirigí hacia el comedor para cenar.

DreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora