capítulo veinte.

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Justin tiró con furia la camisa sobre la cama, después, quitó el resto de la ropa del armario, y la echó sobre la maleta, tenía prisa por irse, quería irse de allí. Estaba indignado, enfadado y se sentía decepcionado.

Pero ¿Qué había esperado? Ella le había dejado las cosas muy, muy, pero que muy claras, ellos no eran nada, simplemente tenían sexo. Apasionado, salvaje, sudoroso, ardiente, fogoso, a veces lento, otras rápido y brusco, con prisas y con calma, pero al fin y al cabo; sexo.

Sin embargo, él no lo sentía así. Para él, no había sido tan solo un cuerpo con el que sudar y sentir placer, ella había sido más que eso, y por eso mismo se sentía tan decepcionado y con tantas ganas de irse de allí.

¿Cómo narices se suponía que iba a verla por las mañanas cuando acababa de echarlo de su vida? No quería ver lo hermosa que estaba por la mañana, ni su dulce sonrisa. No quería oírla hablar con sueño ni verla desperezarse, y para ello, solo había una solución; marcharse de allí.

Ya había aplazado demasiado el momento. Le había dicho a su hermana que tan solo iba a estar allí un tiempo; el suficiente como para encontrar un departamento e irse a vivir allí.

Había encontrado el departamento, pero no se había mudado. Claro estaba que algo lo retenía en aquella casa; samantha. Pero ahora… ahora, no había nada que lo hiciera dormir en aquella casa por las noches.

Aplastó la ropa, y cerró la maleta con furia. Maldita fuese esa incomprensible castaña. No la entendía, y las palabras que le había dicho antes de desaparecer por la puerta le quemaban el alma. Sobre todo las últimas.

…y será mejor que se termine ahora, antes de que me acabe enamorando de ti.

¿Y por qué narices no podía enamorarse de él?

¿Tan malo era? ¿Tan imposible de amar?Vale, nunca había sido un hombre que se dejara atrapar por una relación sería, le gustaba el cachondeo, las mujeres y el sexo. La fiesta. Pero es que resultaba ser, que, en el último tiempo, justo desde que había conocido a samantha; deseaba una relación seria; con ella. Le gustaba el cachondeo, reírse y pasarlo bien; con ella.

Las mujeres… o no señor, solo había una; ella. Y el sexo… glorioso sexo, pero tan solo; con ella. Fiestas… ¿Qué era eso? No recordaba haber ido a ninguna… no desde que estaba; con ella.

Pero ella lo había mandado al infierno. Si, eso había echo, porque lo había echado de su lado, y él se sentía arder de furia y enfado.

Se había propuesto romper sus muros y conquistarla… ¿para qué? Simple; para nada.

Pero ya se había acabado, si ella no lo quería junto a si misma, él no tenía porque estar. Fácil.

Ahora tenía un apartamento nuevo, tenía un trabajo, y por lo demás; seguiría con su vida.

Se sentó sobre la cama y hundió la cabeza entre sus manos, seguiría con su vida… sin ella.

Que alguien lo salvase, porque se sentía perdido.

Una ducha diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora