capítulo ocho.

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La arena entre los dedos de los pies, era una sensación, que le gustaba, enterrar los pies en la arena se estaba volviendo, fría a causa de la noche.

-¿Te gusta la playa, eh?

-Mucho -contestó samantha, con una sonrisa de oreja a oreja- gracias por traerme aquí.

-Un placer, poder haber hecho algo bien, al final. samantha rió.

-Hombre... no todo ha sido tan malo...

-¿No?

-No... habría estado mejor si no te hubieses colado en mi baño... y si te hubieras ahorrado esos comentarios.

-Eran verdad.

-¿AH?

-Tienes un culo hermoso... muy hermoso.

-Justin... -su tono era de advertencia.

-Y un cuerpo precioso... -susurró él, mordiendo un poco su labio.

Ella aceleró el paso, como se parase... sólo Dios sabía que pasaría si ella se quedara quieta, podría ser que se lanzase a sus brazos, o bien que lo abofeteara, aunque estaba más segura de la primera opción.

-¡SAMANTHA!

Ella bajó el paso, y él tomándola de la muñeca la hizo girarse.

-Jus...tin...

-No te ofendas... sólo te dije la verdad...

-Quizás... quizás... quizás no quería oírla.

-¿Tartamudeas?

-Por tu culpa...

Él sonrió, como no hacerlo, hundió la mano en el espeso cabello de ella, tan suave y sedoso como una caricia, enredando los dedos entre sus rizos, se llevó uno a la nariz para olerlo.

-Yo tengo otro problema contigo... -murmuró él.

-¿Sí, cual? -preguntó samantha, tragando saliva.

-Me vuelves loco...

-Como tú a mi -replicó ella.

-¿Te vuelvo loca?

-Aja...

-Habrá que buscar una solución, ¿no crees?

-La tregua...

-Es una opción, ¿eso significa que la aceptas?

¿Por qué le costaba tanto respirar? ¿Y por qué le daba la impresión de tenerlo cada vez más y más cerca? Podía sentir su pecho contra el suyo, sus piernas fuertes, pegadas a las suyas. Su respiración en la cara, su mano en la espalda, la caricia en su cuello de aquellos dedos fuertes, junto a su pelo.

-Por el bien de los dos... -aceptó ella-Ningún comentario más, ni intromisión en el baño.

-A menos que tú me permitas el paso...

-Justin...

-Sammy... ahora debemos hacer algo con mi locura...

-Ya hicimos... la tre... tregua.

-Mi locura es otra, cariño... me vuelves loco, pero de deseo.

-Justin...

-¿Qué te parece si sellamos la tregua? -preguntó él, pegándola más a su cuerpo, con la respiración más pesada, ella entreabrió los labios, quizás debiera quejarse, pero lo único que hizo fue responder al beso, cuando él, unió su boca a la de ella.

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Una ducha diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora