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No sabía cómo reaccionar ante eso. Era lo que estaba esperando hacia mucho tiempo, o al menos desde que lo conocí en persona, era lo que me estaba controlando por hacer, y yo ¿no sabía cómo reaccionar? ¡Oh, por favor!

Pasé mis brazos por sus hombros hasta su nuca y lo acerqué aun más a mí. El beso fue tomando velocidad y pasión. Nuestras lenguas tomaron partido en una lucha desenfrenada en la que las dos querían ser las ganadoras.

Pronto, Carlos se encontraba sobre mí, recorriendo mi cuerpo con sus manos. Las mías se habían quedado estancadas en su nuca, jugando con los cabellos más largos de su cabellera. Sentí como su mano iba subiendo por mi estomago, por debajo de mi camisa y mi chaleco había quedado en la decoración del piso.

Abrí mis ojos como platos cuando sentí su mano tocando mi pecho sobre la tela del brasier.

—¡No! —Grité levantándome rápidamente del sillón dejándolo a un lado a él— No, no, no, no, esto está mal, definitivamente, está mal. ¡Tú tienes novia! —Exclamé trastabillándome con la mesita. Tuve suerte de no caerme y caminé, como pude, hasta la puerta.

—¡Espera! —Gritó él tomándome del brazo fuertemente. —Estoy hablando en serio, Alex.

— ¡Suéltame! Tú no has dicho nada, simplemente dijiste que era linda y comenzaste a besarme. ¡Suéltame, Vela!

— ¡Yo te amo! —Gritó Carlos soltándome al fin.

Me quedé petrificada viéndolo. Él había dicho que me amaba, lo había dicho, ¡LO HABÍA DICHO! Lo miré sin poder creerlo. El audio se estaba repitiendo en mi mente una y otra vez, como en una grabadora, intentando convencerme de ello.

¡Al diablo con todo! exclamó mi conciencia.

Me acerqué a él en un segundo y lo besé como deseaba hacerlo. Volví a pasar mis manos tras su cuello y nuestras lenguas volvieron a unirse en una batalla.

Él acariciaba suavemente mi cintura por debajo de la blusa, haciendo contacto con mi piel. Su tacto era tan dulce, tan suave, tan apasionado. Suavemente deslicé mis manos por sus hombros, por su pecho y comenzó a desabrochar mi camisa. ¿Por qué diablos me la había puesto? No me gustaban del todo las camisas con botones y sin dejar de besarnos, desabroché botón por botón. Él no pudo esperar mucho, tomó del borde de mi blusa y la comenzó a subir mientras dejaba suaves caricias en mi piel. Alcé los brazos y la tiró a un lado mientras nos volvíamos a fundir en un beso. Bajó sus manos hasta mis glúteos y me alzó para que yo, con mis piernas, hiciera una llave en sus caderas.

Conmigo en brazos caminó hasta su habitación sin despegarnos en ningún momento. Me asombraba que nuestras bocas no se cansaran. cuando estuvimos dentro me tiró en la cama y se posicionó entre mis piernas. Acarició lentamente todo mi cuerpo, para luego desabrochar mi brasier y sacarlo del juego. Acarició mis pechos con dedicación mientras volvíamos a besarnos. Bajo por mi cuello dejando un camino de besos de mi mejilla pasando por mi oreja y siguió bajando, poco a poco, pasando por mis pechos y estomago.

Cuando llegó a mi bajo vientre sentí que me desfallecía. Desabrochó el único botón de mi pantalón y bajo el cierre del mismo. Estuve feliz por haberme puesto un sexy conjunto interior. ¿Sexto sentido? Tal vez.

Bajó violentamente el pantalón y me sacó las zapatillas. Volvió a subir hasta mi boca, haciendo el mismo camino, dejando sus besos atrás.

Sonreí y me posicioné sobre él. Tuve que empujarlo bastante fuerte para que me dejara estar arriba. Quería estar al mando siempre, aparentemente. Yo estaba casi desnuda y él seguía con sus ropas puestas. Eso no era justo.

Pasé mis manos por sus hombros, y bajé hasta el último botón de su camisa. Empecé a desabrocharlo y luego el siguiente y el siguiente hasta que pude apreciar su torso al descubierto. ¡Qué maravilla, dios mío!

Él fue el encargado de terminar de sacársela mientras yo, algo nerviosa debo admitir, me encargaba de su pantalón. Desabroché el botón y bajé la bragueta. Luego de pensarlo por dos segundos, bajé el pantalón que hizo que ambos entre besos y caricias llegáramos hasta él climax del placer.

Me desperté con el ruido del teléfono. La cabeza me daba vueltas y no sabía dónde me encontraba. Miré a mí alrededor y pude verlo a él. Estaba perfecto, con sus ojos cerrados y en paz. El teléfono seguía sonando. Yo me senté en la... ¿cama?

Volví a mirar a mí alrededor, había ropa en el suelo y yo estaba desnuda. Miré a Carlos ¡Él también! Uní rápidamente los cabos y de apoco, con dificultad, me fui acordando de la apasionada noche. ¡ÉL HABÍA DICHO QUE ME AMABA! ¿Era cierto o producto del alcohol? Era cierto, tenía que serlo.

Escuché como él bostezaba y se estiraba. Me giré para verlo y tomé la sábana para tapar mi torso.

¡Estúpida! La noche anterior no solo vio tu torso, te vio entera, te toco y saboreó y ¿ahora te tapas?

Eso era cierto, pero aun así, me daba vergüenza. La noche anterior estaba borracha, esa mañana o tarde, el tiempo que fuese, ya no lo estaba y la vergüenza sí estaba presente.

Carlos me miraba sorpresivo. Supuse que él tampoco recordaba nada de la noche anterior. ¿Tanto habíamos bebido?

— ¿Alex? —Preguntó con voz ronca.

—Creo que es mejor que vayas a atender el teléfono que hace minutos está sonando, luego hablamos —Contesté sin poder mirarlo a los ojos.

Él asintió. Buscó su bóxer por entre las ropas que estaban tiradas por ahí. Yo me di vuelta para que él pudiese salir de la cama sin que yo lo viese, aunque supuse que en la noche lo había visto lo suficientemente bien. Traté de hacer memoria pero no podía y el dolor de cabeza era insoportable.

Aproveche que él se había ido para buscar mi ropa entre el suelo, pero solo pude encontrar mi brasier, mis bragas y pantalón. ¿Lo demás? Tomé la camisa de Carlos del suelo y me la puse.

Pasé por el pasillo y vi como él hablaba por teléfono. No presté atención a lo que decía. Me estaba dando un espectáculo de su cuerpo desnudo y tapado solo por el bóxer y yo estaba bien de mi cabeza, así que traté de memorizar cada músculo y pasé al baño para ver mi apariencia en el espejo.

¡Estaba hecha un asco! El poco maquillaje que me había puesto la noche anterior estaba todo corrido. Delineador, el poco brillo labial que me quedaba, la sombra. Me lavé la cara y traté de emparejar mi pelo.

𝐌𝐈 𝐕𝐄𝐂𝐈𝐍𝐎 || 𝐂𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐥𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora