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Cuando llegamos a casa, él se despidió con un beso en los labios y una sonrisa. Observé cómo se fue en el mismo auto que nos había llevado hacia aquel paraíso. Cuando dio vuelta en la esquina, largué un largo suspiro y entre en el edificio.

Subí las escaleras arrastrando los pies, perdida en mis pensamientos. Sentía como si volara en medio de algún extraño paraíso. Estaba ida, absorta en algo que se llamaba: amor.

—Veo que fue una noche exitosa, ¿no es así? —dijo una voz cuando llegué a mi piso.

Levanté la mirada y me encontré con los ojos marrones de Carlos. Lo miré extrañada, crucé mis brazos sobre el pecho y paré mi paso.

— ¿Qué diablos te sucede? ¿Por qué, últimamente, me molestas, me tiras indirectas, me miras como ahora lo estás haciendo? ¿Eh? ¿Puedes responderme? ¡Yo no te he hecho nada, Vela! Si tienes algún problema, ¡ya dilo! —Lo encaré.

Esperé ansiosa su respuesta pero lo único que recibí fue un silencio, un largo e incomodo silencio, esos que nunca habíamos tenido el y yo.

—Eres un idiota, Carlos. Pensé que eras mi amigo o algo así pero... eres un... un.... No mereces que gaste mi tiempo contigo —dije tomando mis llaves y abriendo la puerta de mi departamento.

Antes de que la pudiese cerrar él, finalmente, habló.

—Terminé con Shanik —Paré en seco y me giré para verlo.

Tenía las manos escondidas en sus bolsillos y miraba hacia el suelo. ¿Qué debía hacer? ¿Correr a abrazarlo? ¿Felicitarlo? ¿Decirle que no me interesaba lo que él hacía con su estúpida vida personal?

—Lo siento —susurré mientras esperaba a que él levantase la mirada y me enfrentarse— No sé qué más puedo decirte.

Nos quedamos en silencio un par de segundos. Estaba por voltearme nuevamente para entrar a casa luego de una larga y buena noche cuando él se decidió a mirarme y a decir algo.

—La relación no iba más y... yo no sentía nada por ella.

—Pensé que querías recuperar la relación, luego de este tiempo. Tu mismo lo dijiste, tenías que hacer un buen trabajo como jardinero. Pero si tu no sientes lo mismo no hay vuelta atrás, Carlos. Todo tiene una fecha de vencimiento.

Asintió y el silencio se apodero de nosotros otra vez. Sus ojos estaban tristes, sin ese brillo de alegría que usualmente los decoraba. Me daba pena verlo de esa manera.

—Mi corazón tiene otra dueña —confesó luego de unos minutos.

Me tomé unos segundos para digerir su confesión. Pensé en qué decirle sin parecer una idiota.

—Entonces, no tengo que decirte nada, Carlos. Comienza de nuevo con la otra chica si es correspondido. Si no es así, lucha por ella.

—Es lo que intentaré, Alex —respondió sin jactarse— gracias por el consejo.

Intenté sonreírle. No sé si al final lo logré, lo único que recuerdo es que entré a mi departamento para dejar atrás a ese chico de ojos marrones y sonrisa de galán, algo idiota que en algún momento había robado mi corazón. No sé en qué momento me lo había devuelto, pero, desde ese instante, pude sentir que mi pecho fue llenado nuevamente con el órgano. ¿Eso significaba que ya no lo amaba?

•••

La siguientes mañana, la siguiente y la siguiente me desperté con la dulce voz de Antoine a través del teléfono celular. Me llamaba siempre a la misma hora, ni un segundo más ni un segundo menos.

𝐌𝐈 𝐕𝐄𝐂𝐈𝐍𝐎 || 𝐂𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐥𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora