Capítulo 12 "Besos"

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"La reciedumbre aleja al hombre del cielo. Lo llamo el amor escondido porque pretendo que viva dentro de una caja dentro de mi, dentro de lo más oscuro, tome forma y vivifique mi interior. Para camuflajearlo, utilizo nombres perdidos, de constelaciones, de estrellas, de criaturas que pasan por los pasillos y besan con sus sangrientos labios las mejillas de Alice y de Grace. ¿Alguien me escucha? He aprendido el idioma del silencio, he aprendido a ver los corazones escondidos, me he acercado al mío y entendido su trémulo susurro, una vez más. Te escondo, nada más. Porque no creo que estos sueños se cumplan. Porque vives mejor dentro de mi oscuridad... Nadie podrá verte".  Yuuki cerró su cuaderno de notas,viejo y mugriento. El mismo que usaba para dibujar a secas lo más parecido al perspectivismo mediocre y una alta dosis de surrealismo daliniano (De Dalí), para escribir cartas a la nada que seguramente nadie nunca las leería y las cuales dependiendo del ambiente y su humor, terminaría quemando en el jardín y tirando sus cenizas en el viento, y para apuntar los "datos" curiosos que uno de sus profesores favoritos soltaba en cada clase. 

Quizás y son misterios perpetuos, de esos irresolvibles que terminan nada más en un buen recuerdo e ignorados y exonerados en lo absoluto de cada posible explicación lógica. Se quedan mejor así, muchos los llaman milagros. Yuuki se dirigió hacia la cabaña, donde todo sucedió. Iba caminando entre los silencios más profundos del lugar, todo parecía muerto.  Entre las ramas que caían por los fuertes vientos, Yuuki las apartó con sus pies lo más tosco posible, hizo a un lado los muebles viejos que algunos pacientes tiraron frente a la cabaña para evitar que alguien más entrara. Estaba a punto de tocar la oxidada perilla, cuando sintió un extraño susurro del viento que se colaba entre las grietas. Su piel, entonces, se erizó. 

"Vamos Yuuki, hazlo." Pensó. Abrió la puerta, y en un abrir y cerrar de ojos me encontró, desmayada con un golpe en la frente. Aún no recuerdo muy bien lo que ocurrió. 

-Oh Dios, Alice- Gritó. Como si fuese automático, por inercia, corrió hacia mí, pero se detuvo bruscamente,pensando que si alguien se enterara de esto, provocaría un rotundo miedo que se dispersaría por la mente de cada desdichado paciente. Provocaría un caos. Entonces se hincó, y tomando mi cabeza, se arrancó un pedazo de su falda y me la puso en mi herida.

-Tranquila, estás bien. Estás conmigo ahora.- 

**

Desperté finalmente en mi cama, ya la extrañaba, había un frío inusual y Yuuki estaba acostada en mi cama junto a mí. Me levanté y me senté, vi a la ventana y noté un aire inusual de bondad en Yuuki, pero como acuerdo implícito con ella, no mencioné ni una palabra. Me levanté y me quité la falda, estaba demasiado sucia como para usarla. Me dirigí hacia el tocador, mi cabello poseía restos de madera y hojas secas, era un total desastre. Comencé a peinarme, sin hacer mayor esfuerzo, me dejé llevar por la gravedad y sus interacciones con mi cuerpo, el peine bajaba sobre mi pelo a su ritmo, sin más.

-Deberías de agradecer que te encontré.- Musitó Yuuki desde la cama.

-Lo iba a hacer, cuando despertaras...- Respondí sin siquiera voltearla a ver.  Sin embargo, noté que desde el reflejo del espejo, Yuuki me veía y no precisamente mi cara, veía con la mirada perdida un poco más abajo. Después de toser levemente somaté el peine en el tocador. Yuuki se retractó y se sentó en la cama.

-Simultáneamente, me odias ahora- Solté, mientras volteaba y reposaba mis brazos sobre el tocador. Yuuki soltó su cabello y me vio fijamente.

-No te odio... Sólo que no puedo hablarte.-

Levanté una ceja y reí. -¿Qué? ¿Y eso por qué?- Creí que se trataba de una broma, hasta que vi el brillo de sus ojos, no era el mismo que se reflejaba cuando bromeaba. Se levantó y caminó hasta quedar frente a mí.

El ángel de las alas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora