Capítulo 5

787 100 10
                                    

|| Capítulo 5 ||

–"Tú y él serán buenos amigos. Estate segura de eso. Escucha, Aiko, hay posibilidades de que algo me suceda durante el parto. Quién sabe, a lo mejor no salga viva de esta –Kushina sonrió con tristeza, sentí como mi pecho me dolía y mi estómago se estrujaba. El simple hecho de pensar que ella corría riesgo de muerte me dolía en lo más profundo de mi alma–. Aun así, júrame que cuidarás de él como si de tu propio hijo se tratase. Esta es mi deseo en caso de que algo suceda, mi última voluntad: Cuida de Naruto, sé su amiga y compañera. Enséñale, quiérele. Y, sobre todo, dale el amor que yo no podré darle..."

Sollocé en silencio, mientras mis lágrimas caían sobre el arrugado papel sostenido por mis temblorosas manos. La tinta se corrió un poco, pero no lo suficiente como para borrarse. Había estado encerrada dentro del armario durante horas y horas. Había vuelto a ser llevada a aquel cuarto de tortura, y todo por culpa de mi odioso primo. ¿Cómo iba a saber yo que ese kunai iba a clavarse en su pierna? Fue su culpa por meterse en el camino.

Nunca supe que Kushina me había escrito una carta hasta siete años después del ataque del Kyubi en Konoha. Me la entregó el mismo Hokage (el tercero), diciendo que Kushina había pedido que se me fuera entregada en caso de que algo le pasara. Durante todo ese tiempo no supe nada, absolutamente nada, de la existencia de aquel niño tan discriminado por la sociedad. Naruto Uzumaki.

Era uno de los típicos días en que decidí salirme de la casa (tenía ya catorce años). Ya saben, escapar un poco de la soledad que habitaba en cada una de las paredes en casa de mis tíos, y de los insoportables caprichos de Uki.

Fue entonces que crucé por la academia. Sonreí mientras que la melancolía llenaba hasta el más recóndito lugar en mi corazón. Cuantos recuerdos tenía de aquel lugar. Con mis compañeros de equipo, con mi Sensei.

Vi a un grupo de niños reunidos fuera, jugaban con canicas. Reían y gritaban cada vez que uno ganaba, a la vez que aquel que perdía recibía burlas. Esbocé una sonrisa. Di unos pasos, acercándome más al edificio, cuando me detuve.

Un niño se encontraba apartado del montón. Se hamacaba lentamente en un columpio, mientras lágrimas llenas de tristeza y confusión descendían por sus mejillas. Debía tener alrededor de seis o siete años, como mucho. Lo observé por unos minutos. Me tomé la molestia de examinar cada una de sus facciones. Desde el más mínimo cabello rubio de su cabeza hasta los regordetes dedos de sus pies. Con solo oír sus sollozos podía darme cuenta lo dolido que estaba. Y ese brillo especial en sus ojos me recordaba mucho... a los de mi padre.

Antes de poder marcharme, ese par de ojos celestes se conectaron con los míos. Fue un encuentro de miradas repentino. Sentí inmediatas ganas de correr a él y abrazarlo. Era como si lo conociera de toda la vida. Pero sí, a alguien me recordaba.

Alcé mi mano y le saludé. El pequeño secó sus lágrimas con su muñeca y me miró con sus ojitos llenos de curiosidad. Se señaló a sí mismo. Leí en sus labios que murmuró "¿A mí?". Entonces asentí. Un brillo intenso apareció en sus orbes, como si se sintiera feliz. Pero ese brillo desapareció de inmediato. Miró hacia el grupo de niños y luego a mí, antes de salir corriendo. Por la expresión que puso al darse la vuelta, supe que estaba asustado. Y si había sido por mi causa, iría para arreglarlo y explicarle que no tenía por qué temerme.

Ajusté la banda de regulación en mi frente y comencé a caminar con tranquilidad. Iría a presentarme como la Aiko serena y tranquila (que no era). A paso lento, llegué a la cima del Monte Hokage. El niño se encontraba sentado allí. Observaba Konoha con una sonrisa en el rostro.

Algún día seré Hokage... –murmuró cerrando sus ojos y sonriendo, como todo un soñador.

–Qué casualidad, yo algún día seré amiga de un Hokage. –dije apoyando mis manos en sus hombros de repente.

Soltó un grito ensordecedor. Tuve que apartarme para tapar mis oídos. Al parecer lo había asustado.

Cuando finalmente se calmó, volví a saludarlo con la mano. Me miró con desconfianza, como si algo fuera hacerle. Di un paso adelante, él retrocedió. Di otro paso y él volvió a retroceder. Continué haciendo lo mismo, hasta que llegó al borde. Ya no tenía salida.

–¿Q...que quieres de mí? –preguntó envalentonado.

Guardé silencio por un par de segundos.

–¿Yo? –me señalé y él asintió–. Nada... Solo pasaba, te saludé y saliste corriendo. Me pareció... extraño –al oír la última palabra, desvió su mirada hacia el suelo y un puchero se formó en sus labios. Entonces repasé lo que había dicho–. ¡No, no, no! No dije que tú fueras extraño, sino que... Solo... ¡Es que saliste corriendo y pensé que te había asustado!

–Oh... –su tristeza pareció desaparecer de inmediato, aunque esa mirada de desconfianza no abandonaba sus ojos–. Aun así, seguro que eres amiga de alguno de esos niños molestos. Si vienes a burlarte...

Apenas sí comprendía lo que tenía al niño tan asustado y desconfiado. Estiré mi mano y piqué su mejilla. Él soltó una pequeña risa. Una risa familiar.

–No. No sé de qué niños hablas –me defendí alzando las manos en señal de inocencia–

Entonces me acerqué un poco más, mirando fijamente a sus ojos.

–Tus ojos –dije, enarcando una ceja y poniendo mi cerebro a trabajar– me son familiares... ¿Cómo te llamas?

–Yo... yo soy Naruto Uzumaki. –se presentó tímido.

Abrí mi boca sorprendida. Naruto... Naruto... ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Esos ojos, ese pelo.

"Es el clon exacto de Minato, pero sus ojos me recuerdan muchísimo a Kushina. ¿Cómo es que nunca supe dónde estaba? Tanto tiempo alejada... Pero ahora que sé quién eres, estaré para ti. Cumpliré la voluntad de tu madre y así te pagaré mi ausencia durante estos años."

Me agaché a su altura y revolví su cabello con una mano. Esbocé una sonrisa. Intentaba ser lo más amigable posible.

–Naruto... –murmuré su nombre y luego dije–: Es un gusto conocerte Naruto. Me llamo Aiko.

–¿Quieres... jugar? –preguntó tímidamente Naruto.

Sonreí.

–S... –Entonces oí un par de voces familiares acercarse–. No. Lo siento, Naruto. Debo irme ahora mismo. Pero... ¡Nos vemos mañana por la tarde en el Monte Hokage!

Agité mi mano, mientras me alejaba saltando por entre los tejados.

Estuve a punto de ser descubierta por mi tío, pero... daba igual.

Finalmente, después de muchos años, lo había conocido. Y no me arrepiento de eso, Naruto.

Aiko de la Hoja || Naruto || Libro #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora