Capítulo V

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Mis huellas se marcaban en la tierra húmeda de los alrededores de la Madriguera. Hacía mucho que no iba por allí, y la última vez, estaba con él. Pero ahora debía olvidarme de todo aquello, o aplazar los recuerdos hasta que pudiera hacerlos frente, cosa que sabía que era imposible. Aún no me había enfrentado a la pérdida de mi familia, mi casa, mi vida... ¿Cómo iba a poder superar aquello?
El cielo estaba oscuro, el sol ya se había escondido, pero la noche aún no había llegado. El interior de la casa estaba iluminado, por lo que supe que habría alguien en casa. Miré al cielo; unas gotas cayeron sobre mí. Empezaba a llover, primero lentamente y luego más deprisa. Cuando ya estaba calada hasta los huesos, fue cuando llegué a la puerta de la casa. Llamé nerviosa, cogería un resfriado como no me cambiara de ropa. La puerta se abrió, y para mi sorpresa, fue George quien se ocupó de ello.
-Nikky... -Murmuró. Me miró de arriba abajo. - ¡Pasa! ¡Estás empapada! -Me dijo.
Sin decir nada entré al salón y me quité la chaqueta. Me removí el pelo, para secarlo un poco y me sacudí la ropa; helada de frío, aún en las fechas en las que estábamos, me froté los brazos para darme un poco de calor. Me giré lentamente, y me encontré de nuevo con los ojos de George, que miraba con timidez las gotas que caían por mi rostro, mientras sus mejillas cogían el color de su cabello.
-George... ¿Tienes...algo para secarme? -El pelirrojo reaccionó.
-Sí... Por supuesto... -Señaló arriba. -Puedes ir a mi cuarto; allí encontrarás unas toallas.
Miré a las escaleras... ¿Ir a su habitación? ¿Dónde dormía Fred? No.
- ¿Tu cuarto?
-Amm... Sí... El que encuentras frente a las escaleras... -Arrugué la frente, confusa. -He cambiado de habitación... Como comprenderás, no podía estar en mi...
-Primera puerta frente a las escaleras. -Le corté. No quería verle deprimido, no más de lo que estaba ya. -Entendido. -Él sonrió, mientras, yo me dirigí a las escaleras.
Subí los escalones deprisa, sintiendo su mirada siguiéndome. Entré en su cuarto y cerré la puerta tras de mí. Había mucho silencio, mucha tranquilidad en una casa cuya familia acaba de perder a uno de sus miembros. Así que, supuse que estaba sola con George, lo cual me puso nerviosa.
Tal como dijo, encontré sobre su cama, dobladas un montón de toallas de distintos colores, el armario abierto y cajones entrecerrados. La habitación era pequeña, había una pequeña ventana frente a la puerta, a un lado estaba la cama, de sábanas azules y blancas, y al otro lado estaba el armario con las puertas abiertas de par en par. Cogí una de las toallas, blanca, y me sequé un poco el pelo. Palpé mi ropa, estaba empapada, necesitaba, al menos, secarme el cuerpo. Insegura, me levanté y me acerqué a la puerta. Apoyé mi oreja contra la madera para escuchar lo que ocurría fuera; pude escuchar como George chocaba vasos y platos. Quizás hubiera pensado en hacer una cena, ya que estábamos solos, y estaba lloviendo... Era el mejor momento para desahogarnos, con todo lo que estaba pasando. Corrí a la cama y me quité la camiseta. Con suavidad y, a la vez, nerviosismo, froté mi cuerpo con la toalla, secándome. Me quité los pantalones y me sequé las piernas, después. Observaba el cuarto. Nunca antes lo había visto. Estaba muy vacío. El armario tampoco tenía muchas prendas; seguro que George estaba haciendo la ''mudanza''. 
Sabía que estaba mal y que no podía dormir en esa habitación donde había compartido su vida con Fred, pero, cuando vi el borde de una foto sobresalir bajo la almohada, supe que estaba aún peor. Dejé la toalla a un lado y cogí la fotografía. Eran ellos, cuando eran más pequeños, una foto familiar. Rocé con la punta de mis dedos la superficie del papel, y sentí zonas húmedas. Cada vez que George veía esa foto, lloraba, pero si era así, ¿por qué tenerla consigo? Me fijé en que la habitación no tenía ni un solo espejo, ni fotografías (a parte de esa), ni nada que pudiera hacer a George acordarse de Fred. Pero, entonces, ¿qué hacía aquella foto ahí debajo? Guardé de nuevo la fotografía y me puse en pie, sacudí los pantalones para que se secaran un poco, cuando la puerta se abrió.
-He traído un poco de ropa de Ginny. Seguro que te vale... 
Me giré, y me encontré a George, tan impactado que no podía moverse, ni él, ni yo. Me miraba con los ojos muy abiertos, y yo no sabía cómo reaccionar. Entonces, como si algo le empujase, cerró la puerta, y tiró la ropa al suelo. Instantáneamente, se acercó a mí y me besó.
Estaba asustada. Sentí que traicionaba a Fred, y quise pegarle, para que me soltara, pero, se separó de mí, mantenía sus manos en mi cuello, acariciando con sus dedos pulgares mis mejillas, y le miré a los ojos. Estaba llorando.
-Lo siento... -Decía. -Perdonadme... Los dos... Pero...
-George...
Llorando, hundió su rostro en mi cuello, yo enredé mis dedos en su cabello. Ahí, entre mis brazos, realmente parecía un niño pequeño, asustado. Por fin había dejado de hacerse el duro delante de mí, y se había soltado. Y yo me sentía igual. Deseaba que hubiera algo que me calmara, y no me daba cuenta, que esa cura para mis males, lloraba a mi lado. Y ese momento en el que nuestros labios se fundieron, fue una sensación extraña. Se parecía a Fred, pero no era lo mismo. Eran diferentes. Demasiado como para sentir que eran semejantes. Se separó de mí mientras yo descubría lo que mi corazón me estaba gritando.
-Lo mejor sería que me fuera...
Se alejó de mí, pero antes de que se fuera, le agarré la mano y tiré de él con fuerza. Le besé. Aunque, pensándolo mejor, quizás fuera una mala idea. Él me devolvió el beso, y mientras acariciaba mi espalda, me fue llevando a la cama. Creía que debíamos parar, o eso decía mi mente, pero mi corazón decía que no, que había que seguir. George abandonó mis labios y se sumergió en mi cuello, besándome con cuidado, dejándome en un estado de placer absoluto. Mientras, inconscientemente, desabrochaba los botones de su camiseta, y él mismo se encargó de lanzarla lejos, con ferocidad. Su piel era suave, y su pecho musculoso, su cabello, sedoso. No era Fred, no, era George. No tardó en llevar sus manos bajo mi espalda, para desabrocharme el sostén, aunque no me lo quitó. Yo le quité el pantalón... Era joven para aquello, y sentía culpabilidad, infidelidad hacia Fred. En realidad no sabía nada del amor, pero sé que George me quería de ese modo, y en mi interior, aquello era algo que deseaba tanto como él. Estábamos preparados, y después de quedarnos totalmente desnudos, y de recorrer cada centímetro de mi cuerpo con su boca, tomó una bocanada de aire mientras me miraba, se colocó, encima mía, besó mis senos, y acarició mi cuello. Asintió, y yo asentí. Entonces, entró en mí...

Aún llovía, podía escuchar caer las gotas de agua sobre el tejado de la casa. George y yo estábamos vestidos; él dormía abrazado a mí, y yo intentaba dormir, pero era incapaz. Hacía rato ya desde que los Weasley habían llegado, pero no pasaron por la habitación. Supongo que preferían dejar a George tranquilizarse antes de enfrentarse a él. Mi reloj de muñeca marcaba las cuatro cuando paró de llover. Me liberé de George y recogí mis cosas. En silencio, salí del cuarto y bajé las escaleras, era hora de irme. George había guardado mi chaqueta, la dejó secando en alguna parte, y no era el momento para ponerse a buscarla. Así que salí a la calle y cerré la puerta silenciosamente. Todo estaba aún más oscuro, pero allí las estrellas se veían mejor que en casa de Neville. El cielo aquella noche era espectacular, tanto, que caminaba mirando las estrellas. Llegué a lo alto de una pequeña colina, cerca del traslador que había usado antes, y me detuve. Miré la Madriguera con anhelo. Sí. Siempre querría a Fred, pero George era quizás la clave para hacerme dar un paso hacia delante, avanzar en el tiempo, pasar al siguiente capítulo de mi historia. Se respiraba paz, se notaba que Voldemort había muerto, y que todos estábamos seguros para siempre. Que se habían acabado los eventos sobrenaturales para nuestro mundo mágico... O eso creía.
Me giré para encaminarme al traslador cuando mi corazón se detuvo por un instante. Cualquiera que me hubiera observado, habrían jurado que había visto un fantasma... Y, en efecto, eso era lo que tenía delante. Un fantasma. Un chico joven, de piel clara, pecosa, bajo los ojos sin brillo había ojeras negras, sus labios estaban blancos, y su cabello apagado, un aura oscura lo rodeaba, y me temí lo peor. Habría salido corriendo a casa de los Weasley de no ser porque era uno de ellos a quien tenía delante. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me costó incluso decir su nombre:
-Fred... -Sonó su nombre entre llantos. Me tapé el rostro con la mano, y desde el suelo, observaba su espectro.
- ¿Dónde está? -Preguntó enfadado.
- ¿Quién?
-Ese cerdo. Quiero matarle, destruirle, que no quede nada de él.
-Fred... -Me puse en pie. - ¿De qué estás hablando? 
Alzó aquella tenebrosa mirada, llena de odio, cólera, maldad. En sus ojos no podía ver su espíritu rebelde...
- ¿Quién eres? ¿Dónde está Fred? ¿Por qué te pareces a él?
- ¡¿Dónde está?!
- ¡¿Quién?!
-El hombre más traidor de este mundo. Quiero matarlo, Nikky... Voy a matarlo... Dime dónde lo puedo encontrar.
- ¿Quién te ha traicionado?
-Sabes bien quién... -Al principio no entendía de qué estaba hablando, pero solo uno le había traicionado, entonces, me quedé sin aire. -Dime, Veronica... ¿Dónde está George? ¿Dónde está el cerdo de mi hermano?


Bueeeeeeeeno, estamos de vuelta. Sentimos haber tardado tanto en subir el nuevo capítulo, pero, no problem, ¡aquí está! Por fin se cumple el Georkky... Pero, ¿qué piensa nuestro querido Fred al respecto? Espero que os guste este capítulo. La canción de arriba (referencia al momento Georkky, que por cierto, siento haber censurado) se llama Beautiful de Sergey Lazarev.

Travesura realizada!!

Más que amor (George Weasley): Segunda temporada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora