Capítulo IV

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Por segunda vez, abrí los ojos en aquella vieja casa. Me senté al borde de la cama y calcé mis zapatillas de felpa. Me asomé por la ventana de mi cuarto.
Mi habitación era estrecha y alta. No tenía escritorio, solo la cama, entre un armario que había junto a la puerta, y una estantería vacía. Al fondo de la habitación había un bául, pegado a la ventana, y sobre él, había cojines y una fina colcha del mismo tamaño. La ventana era alta y poco ancha, como la habitación. Las cortinas eran de color azul clarito, y las paredes amarillentas pálidas. El suelo era de madera.
Me vestí y bajé a la cocina, donde encontré a Neville, dándome la espalda, toqueteando una planta carnívora que trataba de morderle.
–Yo tendría más cuidado, primo.
–Buenos días a ti también, prima.
– ¿Se puede saber qué haces? –Pregunté mientras preparaba mi desayuno.
–Nada. Solo intento estudiar... Aunque, por mucho que me guste el tema, creo que no es un buen momento para ponerme a estudiar... Y que no valgo para el estudio...
–No digas eso. Ya verás como te conviertes en un gran profesor de herbología.
– ¿Profesor? ¿Yo?
–Ya me lo imagino. –Me di la vuelta y apoyé la espalda en la encimera. –El Profesor Longbottom de herbología, uno de los más grandes profesores de Hogwarts.
–Uy, sí... Yo profesor de Hogwarts y tú aurora...
–Eso sí que es improbable...
Permanecimos en silencio un rato, cuando sonó el microondas; ya estaba mi desayuno. Di un sorbo al humeante café:
– ¿Qué vas a hacer hoy?
–Hoy voy a San Mungo. Tengo que hacer un par de cosas en el Callejón Diagón, y creo que iré a buscar a Luna para dar una vuelta.
–Lo tienes todo muy bien organizado...
– ¿Y tú? ¿Tienes planes?
–Mmm... Supongo que iré a ver a Seamus, no le veo desde la batalla...
–Oh... Dale saludos de mi parte. –Terminé mi desayuno y lo dejé junto a los otros vasos de esa mañana en la pila.
–Lo mismo para Luna.

Era horrible. En serio, jamás nadie podría imaginar un lugar así. Sortilegios Weasley era el único local abierto durante el transcurso de la Segunda Guerra Mágica, y cuando lo vi aquella tarde, se había convertido en un lugar lúgubre. Tenía los escaparates rotos, y el interior estaba hecho un caos y polvoriento.
Lo miraba desde la lejanía, concienciándome de que era cierto: con Fred, aquel lugar era colorido y divertido, justo lo que todo el mundo necesitaba entonces, pero, tras su muerte, fue como si toda su alma, su esencia, su misma presencia en cualquier lugar que estuvo o todo aquello que tocó, se hubieran ido con él. Sentí como su mano se entrelazó con la mía y nos miramos.
  – ¿Estás segura de hacer esto? –Preguntó Seamus.
 –Segurísima. Le dije a Molly que vendría a recoger las cosas de George, porque ninguna creímos que sería buena idea traerle aquí.
 –Creo que, si viniera contigo, sería más valiente. Sabes cómo se comporta cuando estás tú delante, no quiere hacerte daño.
 –Ya, pero...no creo que esté preparado...
 –En eso coincido contigo. ¿Sabes? Mejor quédate aquí fuera. Igual que George, no me gusta verte sufrir, y no quiero que te hagas la valiente delante mía, ya sabes que no me enamoraría de ti...otra vez. –Dijo él, provocando una sonrisa en mi rostro.  
Seamus desapareció entre el desorden, y en ese momento, mi interior se derrumbó. Ahí dentro seguirían las cosas de Fred, sus llaves, sus experimentos, su alma... Le sentía vivo allí dentro, como si realmente se encontrara allí. Es más, por un momento creí que Seamus iba a salir tirando a Fred del brazo, y éste con el rostro sucio, después de que su última broma saliera mal y le hubiera explotado en la cara, pero recordé, que eso solo le ocurría a Seamus; siempre que trataba de hacer algo, le explotaba. Eso nunca le pasaba a Fred... Nunca... Por eso supe que Fred no saldría de allí dentro, porque ahí no estaba, estaba en una caja, bajo tierra, y yo no podía hacer absolutamente nada.
No me di cuenta hasta que salimos del callejón, lo mucho que había llorado. Fuera, Seamus me abrazaba; yo había perdido la noción del tiempo.
–Tranquila, Nikky... Respira hondo. –Susurraba.
–No puedo. –Le dije. – ¿Cómo quieres que me relaje, Seamus?
–Sé que esto está siendo duro para ti, pero tienes que avanzar, no puedes quedarte estancada; hay todo un mundo allí fuera esperándote.
Miré sus ojos, con el corazón en un puño. Tenía razón, debía superarlo, pero era demasiado pronto, y él también debía comprenderlo, sin embargo, no lo hacía. Le dejé y fui a buscar a la única persona que me podría comprender, al único que entendería que no podía superar algo que acababa de suceder, y menos aún cuando pasa lo que me pasó a mí; estaba claro que el viajar a otra dimensión me pasó factura, y aunque en esos momentos deseara estar allí, con Fred, sabía que mi lugar estaba en mi mundo, cuidando de esa persona que tanto me necesitaba, y la que tanto cuidó de mí... George.

Más que amor (George Weasley): Segunda temporada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora