Más que amor (George Weasley): Segunda temporada.

Capítulo XIV

— ¡Nikky! ¡Nikky! —Una voz se perdía a lo lejos, llamándome con urgencia — ¡No te quedes ahí! ¡Muévete, tonta!

Como si me encontrase flotando, de pronto sentí como si todo mi cuerpo cayera de golpe, y entonces desperté. Mi respiración era agitada y la sangre recorría mi cuerpo a tal velocidad que lograba oírla. Me senté en la cama, asfixiada, envuelta en el silencio y oscuridad de la habitación, confusa, asustada... ¿Qué rayos había sido eso? Aquella voz, me resultaba muy familiar, pero no recordaba a ciencia cierta quién era esa persona que me llamaba. A decir verdad, su voz no solo sonaba lejana, también parecía encontrarme dentro de una botella, por lo que el sonido no era claro. ¿Quién me llamaba? ¿Quién?

Me dolía la cabeza, todo me daba vueltas. Aquella voz me estaba llamando, me gritaba. Era una voz masculina, grave, me atrevería a decir que de un hombre adulto, mayor. Recordaba que en ese sueño estaba en un lugar muy oscuro, había luces azules, como un centenar de varitas usando el hechizo Lumus. Sin embargo, eso era lo único que permaneció en mis recuerdos una vez desperté. Es posible que tuviera algo que ver con lo que estaba ocurriendo, ¿quizás un recuerdo? ¿Un sueño premonitorio? 

Miré a mi alrededor. Me encontraba sola en el cuarto, y no recordaba exactamente en qué momento me dormí. Sé que George había dormido junto a mí, pero tampoco recordaba el tiempo que había estado dormida, ni qué hora era... Nada.

Bajé algo atolondrada a la planta baja donde el silencio parecía seguir intacto desde el primer día que llegamos; no era de extrañar, ya que todos estábamos demasiado tensos como para provocar algún ruido. Por ejemplo, cuando se me cayó un cazo al suelo, Malfoy sacó a relucir sus instintos felinos, dando tal bote que casi llega a engancharse a la lámpara del techo. Posiblemente, eso fue lo único divertido que ocurrió en la casa, porque el resto del tiempo había sido, no un muermo, un cementerio. Me asomé al comedor donde pude diferenciar la inmensa espalda de Neville, sentado junto a Seamus y Dean en la mesa. Las puertas traseras estaban abiertas, así que supuse que habría alguien fuera. Me acerqué al sitio libre que había junto a Dean, sorprendiéndoles a todos con un "buenos días".

—Ya era hora, ¿no?—preguntó Seamus, sentándose correctamente en la silla —Espero que hayas dormido bien, amiga, porque tenemos trabajo.

—Seamus, podrías darla un momento, al menos, ¿no?—riñó Dean, posando su mano sobre mi hombro —Buenos días, Nikky. ¿Qué tal has dormido?—preguntó con simpatía, yo sonreí agradecida.

—Bien. Gracias, Dean —A continuación, dirigí una fría y cortante mirada a Seamus, que pareció sentir un escalofrío recorrerle el cuerpo, a juzgar por su reacción —. A eso le llamo yo ser cortés.

— ¿Insinúas que soy descortés?

—Lo afirma, memo —respondió Nerville, sin retirar la mirada del periódico, Seamus le gritó molesto, pero ni mi primo ni yo atendimos sus quejas—. Espero que tengas un plan, Nikky, y que no me haya unido a esta causa perdida.

—No es una causa perdida, Neville. Prometo que merecerá la pena—no hubo más que una mirada de desconfianza por su parte, algo que nuestros acompañantes no debieron percibir debido a su trifulca sobre ser o no cortés.

En cierto modo, entendía la actitud de mi primo. Tras un mes fuera de casa, viviendo con Draco Malfoy, que de pronto nuestros amigos aparecieran y lo llevaran a aquella vieja casa perdida del mundo con el pretexto de "unirse a la causa", es lógico que me tratara con rencor. Yo no había sido nada amable con él, primero ocurrió lo de George y aunque me pareciera que estaba fuera de lugar, Neville solo mostró preocupación por mí, la clase de preocupación que mostraría un buen primo, un hermano mayor. Y justo cuando las cosas parecían ir a mejor, voy y le suelto que me voy a la Mansión Malfoy a pasar un tiempo. No debió sentarle muy bien, eso se vio reflejado en que no recibí ninguna carta por su parte, cosa que me dolió, pero no pensé en cómo debía estar él.