Capítulo XIII

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Corrimos a lo largo de un pasillo dentro del Ministerio. En a penas unos días, habíamos tenido que viajar mucho.

El Ministerio no nos tomaba en serio. La vez pasada que fuimos en busca de Lucius Malfoy, el Ministro se burló de nosotros: «¡¿Un Malfoy trabajando codo a codo con una mestiza?!». Draco casi le salta un ojo con su varita, pero yo me lo llevé de allí antes.

Abrimos la puerta del ascensor y nos agarramos a las asas del techo. Allí dentro estaba Kingsley, al que saludé asfixiada.

- ¿A qué vienen estas primas, Palmer?

-Necesitamos un portavoz... Kingsley... Por favor...

- ¿Qué sucede?

-Voldemort. Va a regresar. -Sentenció Draco.

- ¿Qué?

-Sí, por favor, alguien le va a traer de vuelta.

-Eso es imposible. Potter acabó con él, ¡ya no quedan horrocruxes!

-Pero sí un fantasma. -Sentenció Draco. -Ya han traído a Fred Weasley versión Casper de vuelta. ¿No cree que deberíamos hacer algo?

- ¿Weasley? ¿No habrá sido su hermano?

-No, Kingsley, por favor. -Supliqué. -Draco le vio. A Voldemort. Y hemos visto a Fred. Y eso no es lo único, ¡existen los ángeles! Un viejo amigo. Luke, es uno de ellos. Y nos está ayudando.

-Mira, jovencita, ahora no hay tiempo para esto. Tengo mucho trabajo.

-Pero, ¡Kingsley!

No importó cuánto le llamara, solo Draco pudo evitar que le siguiera por todo el Ministerio. Él me sostuvo y me arrastró hasta las chimeneas de polvos flu, donde me revolví y me libré de sus mordazas.

-Peleándote con todo el Ministerio de Magia no lograrás nada. -Me riñó.

-No lo logro, de todas formas. -Protesté. - ¿Cómo vamos a hacer aliados así? Cada vez que mencionamos a Voldemort, todos nos miran raro.

-Nos toman por locos. Hemos de tener cuidado; acabaremos con Gilderoy en San Mungo. -Advirtió mi amigo. -Volvamos a casa. No hay nada que hacer.

Resoplé y seguí a Draco para salir de allí cuanto antes. Tenía ganas de terminar con todo aquel tema y descansar en casa; me conformaría con descansar un par de horas. Seamus y Dean estaban en casa, y trataban de convencer a Neville para que se uniera a la causa. Los chicos habían estado muy cerca mío esos días. Llegaba a casa, vigilaba que George no hiciera locuras, me iba a convencer a alguien o tras una pista del padre de Draco. Supuse que no lo estaba pasando especialmente bien...

- ¿Nikky? -Dijo un hombre al segundo de cruzarse conmigo.

-Señor Weasley. -Anuncié con sorpresa.

- ¿Qué estás haciendo aquí...con un Malfoy?

-Asuntos nuestros.

-Da igual; ahora que te veo, tengo una pregunta que hacerte. ¿Has visto a George últimamente? Salió un día a dar un paseo y aún no ha vuelto.

-Oh, sí. Está a salvo, le vigilamos.

Arthur asintió, comprendió por qué dije aquello.

-Creí que había cometido alguna insensatez... -Suspiró aliviado. - ¿Y está bien?

-Sí, claro. Señor Weasley, no tiene de qué preocuparse. Yo le tengo protegido.

-Me alegra oír eso. Desapareciste de la vida George y él quedó destrozado. No quisiera ser un torpe, pero él te quiere mucho, Nikky. ¿Dónde has estado estos meses?

-Es una larga historia, señor Weasley. -Miré a Draco, que daba señales de impacientarse. -Debería irme.... En cuanto llegue a casa, le diré a George que les escriba.

-Nikky. -Me llamó. Su temblorosa voz me erizó la piel. Arthur sospechaba que algo estaba pasando. -No sé cuánto tiempo ha de durar esto aún, pero, por favor, traele a casa sano y salvo.

Asentí y me fui sin dar más explicaciones. Agarré a Malfoy y nos dirigimos a las chimeneas. No. No iba a meter a Arthur en esto. Él ya había entregado suficiente durante toda su vida, no se merecía entrar otra vez en guerra. Ahora tenía que olvidarme de todos ellos, solo debía preocuparme de los que ya estaban dentro: Draco, George, Seamus, Dean... Posiblemente convenciesen a Neville, pero no pedí más. Quería que Luna siguiera buscando Nargles, que Ron y Hermione disfrutaran de lo suyo, y que Harry no tuviera más pesadillas con Voldemort. Esta era ahora mi guerra, y debía ganarla.

Llegamos a casa, yo con unas ganas enormes de ver a George. Draco se sentó con Seamus y Dean, quienes empezaban a aceptarlo poco a poco. Yo subí las escaleras y crucé el pasillo. Abrí y cerré tras de mí la puerta de la habitación y me encontré a Fred «tumbado» junto a su hermano.

- ¿Qué es dormir? -Preguntó al aire. -Ya no recuerdo qué se siente al hacerlo. -Se levantó y vino a mi lado. -Pero parece que a George le gusta dormir, así que debe estar bien.

-A ti en especial te gustaba dormir.

-Posiblemente. Pero apuesto a que había cosas que me gustaban más que dormir. -Me miró sonriente. - ¿Qué tal ha ido?

Me encogí de hombros y suspiré.

-Nos toman por locos.

-Así que, estamos solos.

-Es mejor así. Cuanta más gente haya, más grande será el conflicto. Y eso lo convertiría en guerra. No. No quiero involucrar a más personas.

-Hablamos de Voldemort, ¿sabes?

-Lo sé. Y también sé lo que busca. A mí. He viajado a otra dimensión y he vuelto viva de ella, soy un bicho raro, Fred, y creo que esto no va a terminar bien.

-Solo terminará bien si tú crees que puedes hacerlo. -Dijo. -No eres alguien normal, Nikky, y dudo mucho que nadie pueda comprenderte. Pero tú sola has hecho lo imposible: tomar la decisión correcta. Pudiste haberte quedado allí. Salvar a Snape o Dumbledore, a Sirius, Lupin... A mí. Pero volviste a casa, porque era lo correcto.

-Extraño aquel lugar. Había problemas, como en todas partes, pero todos parecían felices.

Fred sonrió. Dudó un segundo, pero no alzó demasiado el brazo. Él me quería, pero yo amaba a otro. Miró de reojo a George.

-Aún no te he dado las gracias... Por no abandonarlo.

Le miré confusa.

-No tienes que agradecerme nada, Fred.

-Lo sé; pero necesito hacerlo. -Sonrió con nostalgia. -Aprovecha que va a despertarse. Cuida de él.

Fred dejó la habitación y me quedé sola con George. Él dormía plácidamente. Me senté en la cama y le observé.

Admitir que estás enamorada es difícil. Ahora sé que quería mucho a Fred, pero George siempre había hecho que me sintiese mejor. Siempre se había preocupado por mí, y decir que entre nosotros no había nada, sería mentir. Le miraba y deseaba estar también dormida, rodeada por sus brazos, sintiendo el tacto de su suave piel.

Me entró de verdad el sueño. Me dejé caer suavemente a su lado, y me acurruqué cansada en su pecho. Cerré los ojos y me dormí.

No podía estar más feliz.

Más que amor (George Weasley): Segunda temporada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora