Capítulo 15

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Cerré mis ojos y pasé mis manos por mi largo cabello. Estaba parada en la mitad de mi habitación con unas botas altas hasta la rodilla, unos jeans, y una blusa suelta de tiros.

Había sido un poco engorroso buscar la ropa que me pondría.  No es como si fuera a llamar a mi madre para que viniera a buscarme un atuendo adecuado para la noche. En realidad, no sabía si había escuchado algo de lo que le dije a Daniel ayer mientras ella hervía en rabia. No sabía si vendría a verificarme para ver si todavía me encontraba en la cama como la chica buena que quería que fuera.

Y no era como si me importara ahora si ella se levantaba ésta noche para no encontrarme. Podría estar pasándola bien todas las noches que estaba con él, pero siempre había una parte de mí que se preocupaba por encontrarla en el umbral de la puerta, con su tono severo de réplica, sólo esperando ahí por mí para volverme a encerrar en su cajita de cristal.

Pero hoy no, estos últimos días sin Daniel por las noches me hicieron dar cuenta de lo poco que disfrutaba mi vida.

Como me sentía aprensiva, ahogada, como si faltara algo. Las aventuras para mí no existían, por eso no las necesitaba, porque no las conocía. Pero después que conoces algo, y te fascina, no puedes tener suficiente de ello.

Como yo no podía tener suficiente de Daniel, algo que me asustaba de igual manera. Me asustaba que en algún momento lo necesitara tanto como para perder mi cabeza y corazón si algún día desapareciera por completo. Porque él eventualmente lo haría. Todos lo hacían, no podrían soportar la carga de una chica ciega que creían que no se pod6 valer por sí misma.

Respiré profundo para que el nudo en mi garganta, producido por esos pensamientos, desapareciera y recordé lo que el consejero de la escuela me dijo alguna vez: "No puedes dejar que las cosas que los demás digan sobre ti afecten quien eres, Eloise".

Cuando calmé mi respiración escuché el sonido bajo de mi celular con una llamada entrante. Caminé cuidadosamente hasta donde estaba y tantee la mesita de noche hasta encontrarlo.

─¿Sí? ─respondí.

─¿Sabes bailar, Eloise? ─escuché su profunda voz a través del teléfono, lo que provocó una sonrisa.

─Puedo intentarlo ─le respondí mientras encogía mis hombros.

─Perfecto, trabajaremos en ello.

─Me parece bien.

─Entonces baja, estoy del otro lado de la calle.

Con una sonrisa retiré el teléfono de mi oreja y lo metí en el bolsillo de atrás de mis jeans. Lo mas silenciosa que pude caminé por el pasillo contando mentalmente los pasos hasta llegar a las escaleras. Ocho, eran ocho. Y cuando llegué a ellas bajé con cuidado sintiendo al final de estas una bola peluda restregarse contra mi pierna. Scott.

─Quédate aquí, chico ─le susurré. Esta vez eran seis pasos más a la derecha para llegar a la puerta de salida. Toqué la pared a su lado, encontré el juego de llaves, con mis dedos encontré la indicada y abrí. Un alivio me embargaba por estar haciendo toda ésta osadía otra vez. Una sonrisa permanente en mis labios. Cerré con llave y caminé por el camino de entrada recto.

Él me encontró primero con su mano en la mía, y yo sólo pude soltarla para rodear mis brazos alrededor de su cintura y enterrar mi cara en su cuello, inhalando su aroma especiado y masculino. Escuchando su profunda risa danzar por mis oídos. Poco importaba si terminaba con mi corazón roto si tenía esto todas las noches.

•••

La música electro retumbaba en mis oídos, al igual que la gente hablando en voz alta al mismo tiempo. El sofocante calor que emanaba de los cuerpos estrechados unos con otros a un mismo ritmo y el olor a alcohol y diversión volando por los aires eran una de las muchas cosas que me rodeaban esa noche, algo que no había experimentado antes, y me interesaba sobremanera.

Esto no se comparaba a los clubs donde iba mi madre con esas mujeres estiradas. La música no aturdía tus oídos, y no sentías esa algarabía en el ambiente. Por lo que recordaba eran unas cuantas mesas junto a canciones de los viejos tiempos. El dj no se arriesgaba a reproducir algo moderno por el temor de lo que le podría causar a sus corazones.

─Te ves como pez fuera del agua —escuché a Daniel hablarme por encima de la música.

─Sólo es una nueva experiencia ─hablé en voz alta con mi ceño fruncido. Él apretó más mi mano mientras me llevaba a alguna parte.

Daniel había hablado con alguien y nos habían dejado entrar por una puerta trasera. Dijo algo sobre tener un amigo aquí. Sólo lo seguí a través del tumulto de personas hasta que me tropecé con su espalda, y él me rodeó para indicarme que me sentara en lo que era un sofá de cuero.

El bullicio en esta área era menos, y no escuchaba gente cerca. Me acomodé y sentí a Daniel caer a mi lado y a alguien más hablar.

─¿Qué va a tomar esta noche, Señor Cox?

─Tráeme sólo una cerveza, Marty. ¿Quieres algo, Eloise? ─preguntó. Mis palabras se cortaron y sentí un rubor correr por mi cara. No sabía nada de bebidas, lo único que me permiten tomar era vino en las cenas. Mamá decía que otro tipo es de mujerzuelas. Pero en mi opinión, cualquier tipo se destinaba para disfrutar, no a un género categoría específica.
Así que quería probarlo, todo. Algo que deje tu garganta en carne viva a medida que corra por ella. O al menos eso afirmaban.

─Shots ─ordene simplemente. No me daría cabida para titubear.

─¿Algo fuerte, no? ¿Los haz probado?

─No ─confesé honestamente sintiendo mis mejillas arder en vergüenza. Daniel solo acarició con su pulgar en mi mano y dijo.

─Entonces, tráeme una ronda de shots, Marty. Todo lo que pida la señorita debe estar a su orden, ¿entendido?

─Sí, señor.

No escuché los pasos del joven yéndose, pero algo me dijo que ya no estaba a nuestro alrededor. En el momento que se retiró, empecé a estrujar mis manos en anticipación. Parecía una idiota, lo sabía, pero todo esto me tenía lo nervios a flor de piel.

─Eloise, podemos irnos... ─lo escuché decir.

─¡No! ─soné un poco más alto de lo normal. Suspiré para calmarme, dejé mis manos sobre mis rodillas y me acerqué más a donde podía sentir que estaba él─. Lo siento, quiero esto.

─Puedo llevarte a un lugar tranquilo, lo sabes.

─He vivido toda mi vida en un lugar tranquilo, Daniel ─dejé escapar en un susurro. Al instante sentí su mano en mi mejilla—. Quiero estar aquí, créeme, sólo que es algo nuevo y... tengo miedo de hacer algo estúpido.

Lo escuché reír con su mano acariciando mi mejilla y su aliento calentando mi cara.

─Sólo tienes que disfrutar el momento, Eloise, no importa si haces algo estúpido. De eso se trata la vida.

Pensé en los días de té con mi madre, en las fiestas con sus amigas y sus imposiciones. Todos los comparé con este momento junto a él. Y por más que veneraba cada segundo con ella, no eran esos momentos donde sentía que estaba viviendo bien mi vida.

Por eso me regalaría esto, éste momento, aquí y ahora. Porque no sabía si tendría otro más adelante.

─Señor Cox ─lo escuché nuevamente. Valientemente levanté mi mano esperando por el trago que sabía vendría.

Sentí la copita de vidrio posarse en mi mano y repetí las palabras de Daniel en mi cabeza mientras dejaba rodar el infierno por mi garganta.

Sí, vivir se trataba de sentir.

Una Vida Contigo © Terminada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora