Éste de igual manera.
—Posa para la foto, Alexander —le insistí, forzándome a mí misma a pretender que no pasaba nada. Él puso sus comunes ojos en blanco y me abrazó desde atrás. Clara Davidson hizo clic con su vieja cámara al ángulo perfecto de nosotros dos en el campo abierto y ya estaba listo el retrato de la hipocresía.
Clara, una chica universitaria que estudiaba fotografía, me había pedido posar para ella en unas cuantas fotos para un trabajo que debía entregar. Amablemente había aceptado, pero para mi incomodidad Alex se había presentado de forma inesperada en la casa y se había unido a la salida no muy satisfecho.
Ignoré el hecho de que no sería bueno cuando estuviéramos a solas y traté de disfrutar el momento en la extensión del variopinto jardín botánico de la ciudad. Los colores y las texturas transmitían una sensación de ligereza y alegría a mi cuerpo, cosa que si miraba a Alexander no había tenido desde hace mucho tiempo.
En vez de eso me invadía una aprehensión y recelo cuando él estaba cerca. Se había vuelto más agresivo y demandante al pasar los días. Ya no tenía intervalos donde era el simpático y dulce Alexander de quien me había enamorado cuando había entrado en la preparatoria. Ahora lo único que lograba era hacerme sentir pequeña y manipulada cada vez que estaba a su lado, me convertía en alguien que no era.
Ya no me sentía segura a su alrededor y mi objetivo del día era evitarlo a toda costa. Pero eso solo lo enfurecía más y hacía que volviera con sus maltratos constantes.
Acaricié mi brazo al recordar su último arrebato por ir a intentar hacer las paces con Melanie. Papá seguía preguntando porqué continuaba usando manga larga en primavera.
Había tenido tantos días oscuros y amargados que no recordaba los buenos. Y ya no quería más de eso, pero el problema es que cada vez que trataba de desafiarlo el venía con más fuerzas.
—Quería salir con los chicos a las dos —aclaró cuando tomó mi mano mientras caminábamos al rededor.
—Entonces ve —indiqué, encogiendo mis hombros. Paré al ver un conjunto de girasoles y solté su mano para tocar uno, más para alejarme de él que para apreciar el intenso color amarillo y el contraste que hacía con el marrón del centro.
—Mírame. —Alex exigió cuando vio que no le prestaba la suficiente atención, me giró brusca y repentinamente por mi brazo herido. Me quejé suavemente al sentir sus fuertes dedos presionarse en el moretón. Mi cuerpo se dobló ligeramente ante el dolor y lo miré a los ojos para ver la frialdad en ellos—. Quería que fueras conmigo y ahora tú has hecho planes con ésta.
—Lo teníamos planeado desde hace dos semanas, tú fuiste el que llegó de forma inesperada —le informé, frunciendo mi ceño, esperando que no explotara en éste lugar. Pero de igual manera veía su puño volverse blanco, así que me solté de su agarre en mi brazo.
—No me dijiste nada —reprochó.
—Nunca te interesas por mis cosas, Alex —recalqué, siendo sincera con él, manteniendo mi voz calmada, evitando uno de sus arranques. De igual manera me miró con su rostro contraído por la molestia.
—Sí, lo hago —aseguró con confianza y en alto—. ¿Estoy aquí, no? —Abrió sus brazos refiriéndose al lugar.
Por mi lateral, miré a Clara observándonos con atención. Asustada de lo que podría hacer Alexander conmigo si replicaba y de lo que ella podría ver, me acerqué y le prometí—: Está bien, terminaremos ésto rápido e iremos con los chicos. Se lo prometí a Clara, no puedo irme ahora.
—Y yo que pensé que ya me había librado de las amigas —susurró, creyendo que no lo escucharía, pero sí lo hice y supe lo que había hecho después de todo. Esa había sido siempre su intención. Tragué saliva sintiendo como mi estómago se comprimía por la decepción, mirándolo con nuevos ojos. De verdad no era el muchacho que había conocido.
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Una Vida Contigo © Terminada.
RomanceUna chica ciega que habita en un mundo de reglas, luchará a través de ellas y de su pasado, para conseguir lo que anhela, libertad. ••• Eloise Bennett cumple seis años de haber perdido la vista a causa de un accidente que hasta el día de hoy lamenta...