Capítulo 24 Alivio

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El calor que desprendía un cuerpo a mi costado izquierdo y el incesante repicar de un teléfono, hizo que me despertara del mejor sueño que había tenido en muchos años. Una paz y una ligereza en mi cuerpo que había olvidado que podía sentir.

Abrí mis ojos y encontré la razón. Una apacible y durmiente figura estaba arraigada a mi cuerpo con unas de sus manos posada en mi barbilla y la otra en mi cabello. Una de sus piernas estirada despreocupadamente en medio de las mías y su cabeza posada ligera en mi hombro. En ese momento estuve consiente de su cuerpo y como calmado, subía y bajaba contra el mío.

Una dicha me embargó por ver su dulce rostro tan cerca del mío, su cuerpo tendido en esta cama y su mano rozando de nuevo mis mejillas.

Mi corazón empezó a hacer cosas extrañas en mi pecho y solo pude posar mis labios en su frente mientras cerraba mis ojos, calmando mis agitados sentimientos. Suspiré profundamente y enterré mi mano en ese abundante cabello color caramelo, provocando que mi cuerpo sintiera un alivio inmenso.

La arrastré más cerca de mí y rodeé su cuerpo con mi otro brazo mientras sus palabras de anoche regresaban de nuevo a mí. Más claras y precisas que nunca.

<<Es mi vida, Daniel, yo misma puedo hacerme feliz ... Pero me di cuenta de algo, y es que todo se pone mejor si estás conmigo en ella.>>

No sabía cómo había llegado hasta aquí, quién le ayudó o quién le dio la dirección. Lo único que importaba era que ella había dicho que se quedaría por sobre todas las cosas.

Había estado embotado en alcohol, pero la visión de ella en mi sala había despejado mi mente para solo centrarse en ella y su bonita mirada.

Una mirada que había tratado de olvidar a punta de alcohol y trasnocho. Nada había funcionado, sin embargo, su dulce voz y su suave toque todavía me perseguían cuando dejaba suficiente espacio en mi cabeza para pensarla.

Se había adentrado en mí de una manera que nunca nadie lo había hecho. Ni siquiera Marie Kate en nuestros mejores momentos. Y solo habían bastado unas semanas para que ella robara mi corazón con unas cuantas sonrisas y ocurrencias.

La idea de ella por su propio camino había hecho un hueco en mi pecho, entonces. Lo había aceptado, porque sabía que era eso lo que ella merecía. Hacer sus propias elecciones. En cuanto a mí, solo era sobrellevar la vida que me habían destinado.

Pero había vuelto, y había hecho su elección.

La miré de nuevo, durmiendo en paz. Aferrándose a mí en medio de la inconciencia del sueño.

Maldita sea, nada me había complacido más en la vida que la vista que tenía en ese momento. Era la gloria y era el alivio mismo.

Cerré mis ojos, pensando en seguir disfrutando de su calor, pero el sonido irrumpió de nuevo.

Un gruñido brotó de mí y saqué reticente mi mano del cabello de Eloise para estirarlo hacía la mesa de noche hasta alcanzar mi celular. Estaba castamente apagado. Fruncí mi ceño y dirigí mi cabeza hasta el incesante sonido. Me di cuenta que estaba en el vestido de Eloise.

Moví mi mano y lo saqué de su bolsillo para ver como su pantalla titilaba con una llamada entrante de su madre.

Chasque mi lengua y intenté contestar pero no tomaba la llamada.

—Debes hablar  —pronunció ella en una voz adormilada, levantando su mano para restregar sus ojos.

—Es tu madre  —le respondí mientras tenía mi mirada fija en ella y de como de bonita se veía acabando de despertar. Justo ahora lo que menos importaba era quien llamara.

Una Vida Contigo © Terminada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora