Mi madre una vez me dijo que el corazón de una mujer no se compra, ni se vende. Se gana. El de ésta mujer yo me lo había ganado.
Un hermoso regalo envuelto en lo que ésta chica era. Pero era un premio que no quería si tenía incluido una mentira omitida. Una mentira que si salía a relucir maltrataría su ser ya rasgado.
Prefería decirlo ahora y no tenerla, que ver una mirada de traición cruzar por su cara. En este punto ya no era egoísta. Ella se lo había ganado con una personalidad sincera y unas sonrisas que no merecía.
Una sonrisa que ahora sus labios no mostraban.
Levanté mi mano y acaricié con el dorso de mis nudillos su mejilla. Ella cerró sus ojos y tomó mi mano para apoyar su cara en ella. Sentí contra mí, como su pecho subía y bajaba en un ritmo lento.
─Mamá es sólo muy terca, cederá. Papá ayudará ─decía suavemente mientras cerraba sus ojos. Reí sin ganas.
─¿A éstas alturas aún crees que el problema es tu mamá? ─pregunté tranquilo mientras retiraba un pequeño mechón de su rostro. Nunca me importó lo que ella pudiera decir.
─Entonces, cuéntame de que trata porque estoy aquí comiéndome la cabeza, Daniel. ─Suspiré.
Ella levantó su cabeza de mi pecho y recogió sus brazos hasta sus rodillas, a cada lado de mí. Su largo cabello caía en su espalda, alborotado por mis manos en el. Sus mejillas estaban rosadas y sus labios hinchados. Su belleza era inefable a mis ojos, y no en una manera despampanante. No. Era en una que te transmitía paz y consuelo con solo un brillar de sus ojos. Porque sus labios no eran gruesos, sus ojos no eran almendrados y sus pestañas no llegaban a sus mejillas. Pero tan solo con una gran sonrisa, un coloreo en su rostro y unas pequeñas cejas en altura expresando alegría, podía encoger tu corazón en admiración.
Su tierna y alegre alma la hacía ver la persona más hermosa del mundo. Pura por dentro y por fuera. Y tenerla aquí, en mi regazo, en mis brazos, era una cosa que necesitaba recordar y atesorar antes de que saliera por esa puerta.
Agradecía este momento infinitamente.
─Cuando tenía trece me enamoré de esta chica llamada Marie Kate ─empecé a decir. Ella bajó mi mano de su cara y ladeó su cabeza en atención─. La conocí en una ida del colegio a un viejo orfanato. Ella era una de los muchos chicos que residían ahí. Era una niña adorable con abundante cabello rubio, destellantes ojos azules y una sonrisa encantadora. Fue como amor a primera vista. ─Vi como frunció su ceño ante eso y una pequeña sonrisa se formó en mis labios.
>>Pasamos todo el día juntos. Estaba tan encantada conmigo tanto como yo lo estaba con ella. Cuando estábamos preparándonos para irnos ella me miraba tan suplicante para que me quedara. Se veía tan destrozada que le prometí que volvería. Y lo hicimos.
—Días después la que fue mi profesora había dicho que podíamos donarles dinero o cosas a cualquier niño allí. Haría una recolecta. ─Aclaré mi garganta y me tensé un poco─. Le pregunté a mi padre si podíamos donarles algo. Él simplemente me recalcó que la aerolínea ya hacía suficiente trabajo de caridad. Yo no estaba satisfecho, todo ese dinero podía haber llegado a todos los orfanatos o centros de ayuda posibles pero había una gran probabilidad de que no llegara a las manos de Marie. Quería dinero para ella. Se veía tan desamparada y triste. Realmente pensé que un poco de dinero podría ayudarla a recomponerse. Y, diablos, yo sólo quería dárselos porque estaba tan estúpidamente hechizado con esa niña.
Eloise todavía estaba callada escuchándome hablar. Parecía que no tuviera intensión de decir una palabra sentada justo en mi regazo con una tranquilidad imposible mientras yo estaba con el corazón en mi garganta.
─¿Lo conseguiste? ─Finalmente lo hizo.
La miré atentamente mientras ordenaba mis palabras en mi boca.
─Lo hice. Tomado de la aerolínea de mi padre en la oficina de un hombre. Diez mil dólares. ─Su cabeza lentamente se irguió ante mi respuesta. Su mirada estaba fija en un punto de la habitación y su mano soltó la mía.
─¿Qué tratas de decirme con todo esto, Daniel? ─preguntó siendo firme. Pero su ceño estaba aún ahí.
─Fue despedido y dejado sin hogar. Fue hace trece años... ─Cuando terminé de decir mis palabras Eloise se levantó bruscamente de mi regazo y dio dos pasos atrás, mientras una mirada de confusión y sorpresa cruzaba por su cara.
─¿Cuál era su nombre, Daniel? ─preguntó con un deje de alteración en su voz. Cuando no respondí de inmediato subió su voz─. Di el nombre, Daniel.
Apoyé mis codos en mis rodillas y hundí mi cabeza en mis manos.
─Robert Bennett ─confesé casi ineludible.
Escuché como tomó aire bruscamente y levanté mi mirada. Dolor estaba reflejado en su expresión.
─No sabía que iba a ser despedido, Eloise. Pensé que una pequeña cantidad fuera de la cuenta de una gran aerolínea sería insignificante. ─Me levanté para llegar hasta ella, toqué su hombro, y apenas sentir mis dedos, se alejó enrollando sus brazos en su pecho.
─¿Lo sabías cuando mamá lo mencionó en la playa? ─preguntó, pero no me dejó responder─. ¡Dejaste que estúpidamente me enamorara de ti cuando sabías desde un principio el daño que hiciste! ─gritó hacia a mí con voz temblorosa y con sus ojos brillantes. Sus lágrimas estaban ahí y eso me mataba. Un nudo en mi estómago que no desaparecía. Me sentía agobiado, no quería herirla. No quería que esos pensamientos pasaran por su cabeza.
─No, en ese momento no ─respondí urgente─. Hace una semana yo mismo me enteré de esto por mi padre. Él mencionó estas fotos que había conseguido de nosotros y dijo que le resultabas conocida. Le dije quien eras y él te relacionó con Robert. Me contó toda la historia de como fue despedido. La verdadera, no la mentira que me había dicho mi madre. ─Suspiré mientras pasaba mis manos por mi cabello, frustrado—. Tu padre fue uno para mí desde que tengo uso de razón hasta el día en que fue despedido. Nunca quise que pasara, Eloise. ¡Jodidamente admiraba al hombre!
─¡He igualmente lo traicionaste he hiciste daño a una familia, Daniel! ─levantó la voz de vuelta. A través de sus brazos podía ver sus manos temblar y su pecho agitarse con su respiración acelerada.
─No lo sabía, Eloise. Solo era un estúpido niño impulsivo con la chica que quería ─lamenté mientras me acercaba nuevamente a ella. Sabía que se iría, que no la vería más. Pero no quería que estuviera así. Sus lágrimas no derramadas eran un golpe en el pecho. Ver borrarse esa sonrisa de sus labios por mi culpa era una tortura.
─Sólo... deja que me vaya. ─Se alejó de mí y me dio su espalda. Tragué y asentí buscando mis llaves.
─¿Puedes llamar un taxi por favor? ─preguntó bruscamente.
─Eloise sabes que...
─No ─me interrumpió como si supiera lo que iba a decir─, llama al taxi.
Apreté mi mandíbula evitando decirle algo al respecto y me dispuse a hacer lo que me pedía.
Llamé el taxi y le di la dirección al igual que marqué el numero del portero. Cuando me volví hacia ella todavía estaba parada en medio de la sala cruzada de brazos y con una expresión indescifrable. Me dirigí allí y tomé su mano, pero al instante ella la retiró para posarla ligeramente en mi hombro. Apenas me tocaba. Apreté mis puños y sólo la dirigí al ascensor.
─El portero estará allí abajo esperándote para guiarte al taxi ─indiqué mientras daba un paso fuera del ascensor─. Lo siento, Elie... ─Ella no dijo palabra y sólo giró su rostro hacia otro lado. Apreté el botón de avance y las puertas se fueron cerrando delante de ella hasta que desapareció de mi vista.
N/A: Casi lloro, lo admito. Espero que lo disfruten tanto como yo y si les gusta votar y comentar que tal estuvo :'( -Carita triste porque me duele el corazón-
ESTÁS LEYENDO
Una Vida Contigo © Terminada.
RomanceUna chica ciega que habita en un mundo de reglas, luchará a través de ellas y de su pasado, para conseguir lo que anhela, libertad. ••• Eloise Bennett cumple seis años de haber perdido la vista a causa de un accidente que hasta el día de hoy lamenta...