Moverse entre muertos en busca del nombre del amor de tu vida grabado sobre el frío mármol de alguna lápida, rompe en pedazos las cuatro paredes del corazón humano. Llevo claveles en las manos, tal y como me pediste, y se bañan y ahogan en mis lágrimas hasta que me detengo junto a una tumba cualquiera y las dejo caer. Leo el epitafio en mi mente y me arde un terrible vacío en el pecho.
Sentada en el suelo cierro los ojos y el dolor refleja imágenes sueltas en mis oscuros párpados; besos fugaces, abrazos, noches, paisajes, paseos de la mano, risas, museos, caricias, palabras suaves y dulces susurros... te recuerdo en tu mayor esplendor, enamorada y mía, pero demasiado tarde para hacértelo saber.
Desconsolada, me giro oyendo en la oscuridad una figura que solloza imitándome.
—¿Quién eres?
—Lo siento, Iulia...
Reconozco tu voz, mi cuerpo tiembla como una hoja cuando te lanzas a mis brazos y sufro el desconcierto de la situación durante lo que me parece una eternidad.
—Estoy viva, estoy aquí y no voy a volver a separarme de ti...
Sin ser conscinte de mis propios actos, hundo mis dedos en tu pelo, reconociendo su aroma y beso tu cuello a ciegas, probando como por primera vez su textura. Te pierdes en mi tanto como yo en ti, y te recuerdo desde el principio hasta el fin.
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Kósmos. Segundo libro.
Short StoryEs calma y serena, pero es mi éter al fin, y movería cada astro del cielo por ella. © 2015. Iulia Kosztandi. Todos los derechos reservados.